Vivencias en un Despacho Universitario.

Imagino pasar muchas veces por el pasillo del Departamento de Ciencias Administrativas, en la querida universidad del Oriente-Sur venezolano. Cierre los ojos y mi mente dibuja la escena; mi mirada se desviaba hacia la ventana de la oficina del Profesor José Gregorio Lanz. @lanzjoseg, titular de la Cátedra de Contaduría Pública, había hecho de ese pequeño cubículo un verdadero epicentro de conocimiento y, a veces, de necesaria pausa.

^{Prompt de la iniciativa, propiedad de @lanzjoseg.}

Desde mi posición, a través del cristal que nos separaba y que a menudo mostraba el reflejo tenue del pasillo y de quien observaba, lo primero que capturaba la atención era aquel pizarrón blanco, apoyado informalmente, con una frase manuscrita en marcador negro que parecía ser su mantra personal y un consejo para cualquiera que posara sus ojos allí: “RENUEVA TUS PENSAMIENTOS Y CAMBIA TU VIDA…”. Siempre me pareció una declaración audaz y esperanzadora en medio del ajetreo académico.

Un poco más a la izquierda, pegado a la pared de bloques de concreto pintados de un blanco que ya pedía retoque, un cartel meticulosamente organizado ofrecía “8 recomendaciones clave para proteger tu labor como docente”. Encima de este, un tablero de corcho más pequeño con algunos papeles de colores, quizás recordatorios o anuncios importantes. Y, más arriba, un pequeño cuadro con una imagen religiosa, un crucifijo, hablaba de su fe personal, discretamente presente.

El escritorio de José Gregorio, siempre con una pila ordenada de papeles —exámenes por corregir, guías de estudio, proyectos de tesis—, era el centro neurálgico. Lo imagino allí, con su café humeante (infaltable en las mañanas orientales), revisando cada detalle. Alrededor del escritorio, tres sillas negras, dos para visitantes —seguramente estudiantes buscando asesoría, aclarando dudas sobre el debe y el haber, o simplemente buscando un consejo— y una, la suya, donde tantas veces, de seguro, se sumió en la concentración o, como bien dicen, cerrando los ojos por esos vitales cinco minutos de recarga.

Detrás de su escritorio, un archivador de gavetas de madera, de esos robustos y un tanto antiguos, guardaba celosamente años de material académico y registros. Sobre él, algunos objetos personales, quizás una taza con lápices, algún adorno pequeño que le daba un toque hogareño al espacio.

La ventana al fondo, con sus cortinas blancas corridas a medias, permitía el paso de una luz difusa que se mezclaba con la iluminación un tanto fría de la lámpara fluorescente del techo. A través de esa ventana se adivinaba el verdor exterior y los barrotes verdes en la parte superior, una medida de seguridad común en nuestras instituciones. Justo debajo de esta ventana, un aire acondicionado de ventana, vital en el calor oriental, zumbaba discretamente, manteniendo el ambiente tolerable para la concentración.

A la derecha, una división parcial de vidrio opaco separaba su espacio de otro contiguo, y sobre un mueble bajo de madera oscura, quizás un pequeño estante o credenza, solía haber más papeles o algún equipo electrónico.

Puedo describir a detalle porque quienes hemos sido titulares de una cátedra en la universidad, hemos tenido nuestro espacio de trabajo, ese lugar tan nuestro. Hace 20 años que no visito la Universidad Central de Venezuela, pero pronto, cuando mi Sobrina Gilda obtenga su Título como Abogada, estaré nuevamente allí, caminaré hasta la Facultad de Ciencias Puras y tocaré aquellos muros que me vieron crecer como profesional y que posteriormente fuimos cómplices en la formación de las siguientes generaciones que cruzaron como yo esos pasillos.

Bienvenido todos a esta, mi participación de la semana en el TopFiveFamily, si es de tu agrado participar, aún estás a tiempo, este es el enlace Observa⇾Piensa⇉Escribe. https://peakd.com/hive-192096/@lanzjoseg/concurso-observa-piensa-escribe-0bc6b98f71126Recuerda cumplir las reglas…

^{Portada de la iniciativa.}