Desarrollo de la capacidad creadora.


En la cálida luz de una tarde que se adivina tranquila, casi suspendida en el tiempo, encontramos a un niño. Llamémosle Matthew. Su figura menuda, vestida con una camisa blanca de cuello, pulcra como para un día de escuela o una ocasión especial, se inclina sobre una mesa cubierta por un mantel de textura sutil, quizás un brocado familiar que ha presenciado innumerables tardes como esta.


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La mano izquierda de Matthew, pequeña y aun en proceso de dominar la motricidad fina, sostiene con delicadeza un lápiz de color, de un tono terroso, casi sepia, como si quisiera imprimir en el papel la esencia misma de la tierra o de un recuerdo lejano. Su otra mano, convertida en un puño suave, sirve de apoyo a su barbilla, mientras su cabeza se inclina en un gesto de profunda concentración, o quizás, de una introspección que va más allá del simple acto de dibujar. Sus ojos, oscuros y grandes, están fijos en la hoja blanca, un universo por conquistar o un espejo donde reflejar un fragmento de su alma.

Sobre el papel, anclado con dos trozos de cinta adhesiva azul en las esquinas superiores —un detalle que habla de un intento de orden o de la necesidad de que nada se mueva, de que todo permanezca en su sitio—, emerge una figura humana. Es un dibujo esquemático, casi un ideograma: un trazo vertical para el torso, dos líneas diagonales inferiores que se abren como piernas inseguras, y dos brazos que se extienden lateralmente, quizás en un gesto de saludo, de interrogación o de simple existencia. No hay rostro discernible, ni detalles que lo anclen a una identidad concreta. Es la esencia de una persona, despojada de adornos, reducida a su estructura más básica.

A un lado, como un testigo silencioso de la creación y la posible corrección, descansa una goma de borrar, blanca, con su funda azul, casi intacta. Sugiere que Matthew no ha necesitado enmendar su trazo, o quizás, que lo que ha plasmado es tan fundamental, tan directo, que no admite duda ni arrepentimiento.

El entorno que lo rodea es hogareño, pero con ciertos matices. Detrás de él, una silla de madera robusta. En la pared, un cuadro con figuras estilizadas y colores cálidos —naranjas, marrones— que contrasta con la sencillez del dibujo del niño. Más allá, un mueble bajo, un gavetero de madera oscura, sobre el cual se apilan libros y algunos juguetes, entre ellos un pequeño coche rojo y blanco, vestigios de una infancia que transcurre entre el juego y el aprendizaje.

Una Mirada Más Profunda

Esta escena puede invitar a una reflexión más profunda. La simplicidad del dibujo, en un niño de primaria, podría interpretarse de diversas maneras. Podría ser una etapa natural de su desarrollo gráfico, donde la representación simbólica precede a la realista. Sin embargo, la postura de Mateo, su aparente ensimismamiento, y la elección de un solo color, podrían sugerir algo más.

A veces, los niños utilizan el dibujo como un lenguaje no verbal para expresar emociones o situaciones que les resultan difíciles de articular. Un dibujo tan esquemático, casi despersonalizado, podría ser un reflejo de cómo se siente el niño en ese momento: quizás pequeño, simple, o incluso un poco aislado en un mundo que percibe como complejo. La ausencia de detalles en la figura podría indicar una cierta cautela, una reticencia a exponerse demasiado.

El psicólogo y pedagogo Viktor Lowenfeld, en su influyente obra “Creative and Mental Growth” (Desarrollo de la capacidad creadora), junto con W. Lambert Brittain, exploró las etapas del desarrollo artístico en los niños y su conexión con su desarrollo cognitivo y emocional. Lowenfeld sostenía que: “El arte no es solo un lenguaje del pensamiento, sino también un lenguaje del sentimiento. A través del arte, los niños pueden expresar sentimientos e ideas que no pueden expresar con palabras.”

Si aplicamos esta perspectiva, el dibujo de Mateo no es solo “una persona”. Es un mensaje. Podría estar comunicando una sensación de simplicidad, o quizás una necesidad de conexión básica. La figura solitaria en la inmensidad del papel podría evocar sentimientos de soledad o la percepción de ser una pequeña parte de un todo mucho más grande.




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Portada de la iniciativa.


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Dedicado a todos aquellos escribas que contribuyen, día a día, a hacer de nuestro planeta, un mundo mejor.



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Qué enfoque interesante has dado a tu entrada. Me llamó la atención porque mi niña pequeña gusta de dibujar y la observo a veces mientras lo hace, reviso su carpeta de dibujos, la manera en que evoluciona, los períodos en los que se detiene de pronto y no usa sus lápices por varios días. Todos son códigos para mí, para ayudarme a comprenderla. Hermoso análisis el tuyo.

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Esta es la visión de un docente jubilado, con más de treinta años en la enseñanza. Gracias por haber llegado hasta mi publicación y su gratificante comentario. Bendiciones.

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Este contenido es maravilloso, pero esos que votan negativo se alimentan económicamente del sano trabajo de los demás. Ánimo @amigoponc que hasta en las mejoras quintas hay ratas escondidas.

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Un contenido excelente desde dos formas de interpretarlos.

Saludos

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