Obsolecencia programada, el mal de una época / Planned obsolescence, the disease of an epoch (ESP/ENG)

¡Hola #humanitas! Entre los temas propuestos para el mes de Abril, este es uno de los que encontré más atractivos y a la vez complejos de abordar.

La obsolecencia programada es una cuestión candente desde hace ya mucho tiempo, tanto que es difícil decir algo nuevo al respecto. Sin embargo, por mucho que el debate sea intenso, no se traduce en una modificación sustancial de la realidad, quedando la mayoría de las veces en palabras vacías.

En términos muy generales podemos entender la obsolecencia programada como todas aquellas acciones u omisiones conscientes que tienen por objetivo limitar la vida util de un producto determinado, usualmente con la intención de motivar su reemplazo mediante una nueva adquisición.



Las bombillas eléctricas fueron uno de los primeros casos conocidos de obsolecencia programada. Imagen tomada de Pixabay.


Pero esta definicion tan general esconde la diversidad real del fenómeno. Por una parte encontramos la producción de bajo costo, que por sus materiales y procesos de escasa calidad logran abaratar el producto en cierta medida, gracias a una reducción de su vida útil potencial. En esta categoría podemos incluir toda la producción de bienes de uno o muy pocos usos.

Por otra parte podemos mencionar todos aquellos mecanismos diseñados para, luego de un plazo establecido, reducir la utilidad o impedir el uso del bien en cuestión. En este caso hallamos las impresoras que dejan de funcionar después de un número determinado de páginas o las actualizaciones de software que ralentizan equipos no tan nuevos

Pero... ¿y los aspectos éticos de la cuestión? La obsolecencia programada es esencialmente una reducción de la capacidad de decisión efectiva del consumidor, que puede manifestarse únicamente dentro del límite impuesto por dos condiciones de partida: la imposición de la mentalidad cortoplacista y un cierto entendimiento entre productores.



Los teléfonos móviles son una industria proclive a las trampas de la obsolecencia programada. Imagen tomada de Pixabay.


Priorizar las ganancias en el más corto plazo imaginable parece ser una ley inescapable de nuestros tiempos... aunque solo en la superficie. Para disipar el espejismo cortoplacista, imaginemos por ejemplo los resultados de intentar aplicar esa mentalidad a la construcción de reactores nucleares, refinerías de petróleo, o a la explotación minera. El resultado será siempre el desastre.

La realidad es que nadie en su sano juicio está dispuesto a maximizar ganancias a expensas de un costoso desatre nuclear o de otra índole similar. En algún punto es necesario reconocer que si bien el cortoplacismo puede funcionar a nivel individual, a nivel social es una farsa que se desmorona sin mucho esfuerzo.

Por otra parte el entendimiento entre productores de una determinada mercancía es mucho mas sutil, aunque sea una consecuencia natural de las mecánicas de mercado. Si A produce mejores zapatos que B a un precio similar, debería ser capaz de eliminar a su contendiente. Excepto que con frecuencia lo que vemos es que A decide cobrar un extra por su producto "premium", y un precio similar al "competidor" por su producto de calidad disminuida. A y B terminan cooperando sin jamás haber firmado acuerdo alguno.



Las laptops son otro de los ítems estrella en esta cuestión. Imagen tomada de Pixabay.


En cualquier caso el resultado es que, en tanto consumidores, vemos reducidas nuestras opciones reales, muchas veces conducidos a "elegir" entre productos casi idénticos en que solo la marca aporta alguna diferencia. Seleccionamos el logo, incluso si con frecuencia estamos plenamente conscientes de que el producto es, en definitiva, indiferenciable.

Demos un salto al pasado. La calidad era un componente esencial de las estrategias de mercado.

De regreso al futuro. El branding suplanta con soltura a la calidad en términos de marketing.

¿Que sucedió? No me atrevo a lanzar simplificaciones, la historia es lo suficientemente compleja como para no poder encapsularla en solo unas palabras. Hay demasiados buenos libros publicados acerca de este tema y en definitiva la cuestión de qué fue lo que sucedió es menos importante.

Ahora tenemos preocupaciones más urgentes como por ejemplo: ¿qué hacer para ponernos a cubierto de algunos de los problemas asociados a la obsolecencia programada?



La producción industrial actual es insostenible a largo plazo. Imagen tomada de Pixabay.


El problema tiene dos aristas fundamentales, pues el aumento productivo que trajo consigo el modelo de la obsolecencia por una parte aumentó el consumo de recursos mineros, y por la otra incrementó la generación global de desechos.

Los recursos mineros son finitos, y eso es un problema importante que de momento no tiene solución previsible, al menos en el terreno de la realidad, aunque la ciencia ficción tiene siempre muchas promesas.

Los desechos han causado niveles de contaminación ambiental que amenazan la continuidad de la especie humana en la forma en que hoy la entendemos, con el calentamiento global como su punta de lanza visible pero no única.

Entender lo que sucedió es importante, pero solo en la medida en que ayude a decidir lo que haremos para salir del problema. Soluciones, necesitamos soluciones y puede que no nos reste mucho tiempo para seguir pensando qué hacer.



🏭 💽 🖨️ ENGLISH VERSION 🖨️ 💽 🏭



Hello #humanitas! Among the subjects proposed for April, this was one i found equally interesting and complex to approach.

Planned obsolescence has been a hot topic for a long time, so long that it’s hard to say anything new about it. However, no matter how intense the debate gets, it rarely leads to any substantial change in reality, often remaining nothing more than empty words.

In very general terms, we can understand planned obsolescence as all those actions or conscious omissions aimed at limiting the useful life of a product, usually with the intent of encouraging its replacement through a new purchase.



Light bulbs were one of the first known cases of planned obsolescence. Image taken from Pixabay.


But this broad definition hides the true diversity of the phenomenon. On one hand, we have low-cost production, which uses poor-quality materials and processes to reduce the product’s price to some extent, thanks to a shorter potential lifespan. In this category, we can include all single-use goods or those meant to be used just a few times.

On the other hand, there are mechanisms designed to reduce functionality or prevent use after a set period. Here, we find printers that stop working after a certain number of pages or software updates that slow down not-so-old devices.

But… what about the ethical aspects? Planned obsolescence essentially reduces the consumer’s effective decision-making power, which can only operate within the limits imposed by two starting conditions: the enforcement of short-term thinking and a certain understanding among producers.



Mobile phones are an industry prone to the traps of planned obsolescence. Image taken from Pixabay.


Prioritizing profits in the shortest imaginable timeframe seems to be an inescapable law of our times… but only on the surface. To dispel the illusion of short-termism, imagine trying to apply that mindset to building nuclear reactors, oil refineries, or mining operations. The result would always be disaster.

The reality is that no one in their right mind is willing to maximize profits at the expense of a costly nuclear or similar catastrophe. At some point, we must recognize that while short-term thinking may work at an individual level, on a societal level, it’s a farce that crumbles with little effort.

On the other hand, the understanding among producers of a given commodity is much subtler, even if it’s a natural consequence of market mechanics. If A produces better shoes than B at a similar price, it should be able to eliminate its competitor. Except what we often see is that A decides to charge a premium for their "high-end" product while offering a lower-quality version at a price similar to the "competitor." A and B end up cooperating without ever signing an agreement.



Laptops are another star item in this debate. Image taken from Pixabay.


In any case, the result is that, as consumers, we see our real choices reduced, often being led to "choose" between nearly identical products where only the brand makes any difference. We select the logo, even if we’re fully aware that the product is, in the end, indistinguishable.

Let’s take a leap into the past. Quality was an essential component of market strategies.

Back to the future. Branding effortlessly replaces quality in marketing terms.

What happened? I wouldn’t dare to oversimplify, history is complex enough that it can’t be encapsulated in just a few words. There are too many good books published on this topic, and ultimately, the question of what happened is less important.

Now, we have more urgent concerns, such as: What can we do to shield ourselves from some of the problems associated with planned obsolescence?



Current industrial production is unsustainable in the long term. Image taken from Pixabay.


The problem has two fundamental edges: the production increase brought by the obsolescence model has, on one hand, raised the consumption of mineral resources, and on the other, increased global waste generation.

Mineral resources are finite, and that’s a major problem with no foreseeable solution at least in reality, though science fiction always has plenty of promises.

Waste has caused environmental pollution levels that threaten the continuity of the human species as we know it, with global warming as its most visible, but not only spearhead.

Understanding what happened is important, but only insofar as it helps us decide what to do to solve the problem. We need solutions, and we may not have much time left to keep thinking about what to do.


Este post es libre de IA.
📷 tomadas de Pixabay.


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📷 fom Pixabay.




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Excelente análisis el que nos traes para provocarnos a pensar...
Y pregunto:
¿realmente el obsolescente todo lo programado?
¿Programado por quién y para qué?

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Está el caso de los discos duros SSD, que vienen con un contador de operaciones de lectura/escritura, y luego de rebasado ese límite (no importa que tan grande sea) simplemente fallan. Ese es un caso claro, pero el fenómeno es necesariamente diverso, y no siempre las cosas son tan claras.

Apple ha enfrentado problemas legales por actualizaciones de software que intencionadamente ralentizaban y aumentaban el consumo de batería de sus equipos más viejos.

Volkswagen enfrentó no hace mucho las consecuencias de una filtración de información, la que dejó clara que los componentes responsables del control de emisiones (en algunos modelos modernos) fallaban después de un número determinado de kilómetros.

Los ejemplos abundan, ojalá fueran siempre tan claros.

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Exacto.
Excelentes ejemplos.
Pero bueno, me refería al valor que le damos también a esa producción, a su vínculo con el sistema consumista y la globalización de éste... por acotar algún ejemplo.

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