A few drops of coffee changed my way of thinking [Eng-Esp]

San Cristóbal, estsba de compras en algunas tiendas cercanas, cuando decidí entrar a una pequeña cafetería del centro para refugiarme del clima y del bullicio de la ciudad.

Iba sola, con una libreta en el bolso y muchas ideas rondándome la cabeza. El aroma del café recién molido me envolvió apenas crucé la puerta, mezclándose con el dulce perfume de los postres que descansaban detrás del mostrador. El sonido de la máquina de espresso, el suave murmullo de las conversaciones y una melodía de jazz de fondo creaban una atmósfera casi terapéutica.

Me senté en una mesa alejada de todos, observando las gotas caer lentamente aguera. Pedí un Mocaccino, y mientras el barista lo preparaba con cuidado, sentí una calma que hacía tiempo no experimentaba.

En ese instante entendí por qué amo tanto las cafeterías: son como refugios del alma, espacios donde el tiempo parece detenerse y donde cada sorbo invita a la introspección.

Aquel momento me cambió más de lo que imaginé. Desde entonces, las cafeterías se convirtieron en escenarios de inspiración para escribir, dibujar o simplemente observar la vida. Hoy, sigo buscando esos lugares que huelen a café y tranquilidad, donde puedo reconectar conmigo misma y con lo que realmente importa.

Fue una simple tarde, pero me enseñó que a veces basta una taza de café y un silencio amable para reencontrarse con uno mismo.

Tiempo después volví con mi mamá y mi hija. 3 generaciones sentadas a la mesa alrededor de una taza de café. Algo que para mi voy a atesorar por siempre en mis recuerdos.

Hace 2 días, volví. Me parece que es una buena señal de que el café es realmente delicioso. Esta vez estuve pensando como es posible pasarnos el tiempo viendo las billeteras para saber cuánto podemos gastar en el día después de los gastos y los deberes. Es muy díficil estos días para todos.

Menos mal todavía podemos disfrutar de un delicioso café. Quise comenzar un proyecto de garabatos que publicaré esta semana. Me vi limitada por un instante porque olvidé los marcadores. Pero luego me di cuenta que para todo hay solución.

Saqué el pequeño palillo que me dieron para agitar mi Mocaccino y después de revolver el chocolate en el fondo, salpiqué gotas de café por toda la hoja de trabajo.

Me di cuenta que así como pude resolver el problema de la falta de color, puedo resolver cualquier obstáculo que se presente en mi camino.

Me alegro haber tenido el tiempo y el momento para llegar a esta conclusión. Un abrazo. Nos vemos en una próxima oportunidad. Chao!