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En las altas colinas bañadas por nieve de un pais lejano, existia un circo ambulante llamado "las maravillas de Etamil". Su principal atraccion era Bruno, un oso de ojos tristes que noche tras noche subia al escenario para relatar su vida en el bosque mientras mostraba sus dotes de malabarista con manzanas.

El publico aplaudia y le tiraba unas cuantas monedas, pero el se sentia muy vacio, solitario, decepcionado.

Estaba cansado de hacer siempre lo mismo, todo el tiempo inventando cuentos y fingiendo ser "original". Solo queria vivir alejado de la gente, del bullicio, de los ruidos, en la naturaleza.

Una tarde, mientras el circo se instalaba en un nuevo pueblo, Bruno encontró en la biblioteca ambulante del dueño un libro viejo titulado Nikola Tesla: El mago de la electricidad.

La portada mostraba a un hombre delgado con una bombilla brillando en sus manos. Intrigado, el oso pasó las páginas con sus garras y descubrió que Tesla había creado inventos asombrosos sin importarle el dinero o la fama. "Él vivía para sus ideas, no para complacer a otros", pensó Bruno, y esa noche, mientras dormitaba en su jaula, soñó con un laboratorio lleno de chispas y cables.

—¿Por qué desperdicias tu mente en trivialidades? —preguntó una voz suave.

Bruno abrió los ojos y vio al hombre de la portada del libro flotando frente a él, envuelto en un aura azulada.

—Señor Tesla… ¿usted está aquí para arreglar las luces del circo? —balbuceó el oso, confundido.

Tesla sonrió.

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—Estoy aquí porque has buscado algo más que sobrevivir. La verdadera vida no está en repetir, sino en crear.

—Pero yo solo sé hacer malabares y contar mentiras —murmuró Bruno, bajando la cabeza.

—¿Y si usas lo que tienes para inventar algo nuevo? —sugirió Tesla, señalando las cadenas oxidadas de la jaula—. Hasta lo más simple puede volverse extraordinario… solo usa tu imaginación.

Al despertar, Bruno notó algo distinto: sus garras emitían pequeñas chispas estáticas.

Recordó que Tesla había dominado la electricidad y, con un brillo en los ojos, decidió probar algo.

Esa noche, en lugar de hablar de sus "aventuras en el bosque", subió al escenario en silencio. Tomó las manzanas, las lanzó al aire y, al atraparlas, las chispas de sus garras las iluminaron como luciérnagas doradas. El público contuvo la respiración. Luego, usando una rueda vieja y un imán que robó del taller, creó un carrusel de luz que giraba con solo tocarlo. Los niños gritaban de emoción, y hasta el dueño del circo, el severo Sr. Popov, soltó una carcajada.

Pero no todo fue fácil.

En el segundo pueblo, las manzanas electrificadas quemaron el sombrero de un espectador, y en el tercero, el carrusel se desarmó a mitad del acto. Bruno, desanimado, estuvo a punto de rendirse. Sin embargo, en sus sueños, Tesla volvió a aparecer.

—Los fracasos son experimentos —dijo, mostrando un cuaderno lleno de diagramas tachados—. Edison falló mil veces antes de crear la bombilla, y cada error lo acercó a la solución.

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Bruno persistió.

Aprendió a controlar las chispas, diseñó un traje con lámparas diminutas y enseñó a los otros animales a usar sus habilidades de forma novedosa: la elefanta Clara balanceaba péndulos magnéticos, los monos hacían piruetas con aros luminosos, y hasta el perezoso Rufus, que siempre dormía en su plataforma, se convirtió en un "generador de sueños" acurrucándose sobre una bobina que producía sonidos relajantes.

El circo se transformó. Ya no era un lugar de rutinas tristes, sino un espectáculo de inventos y asombro. Bruno dejó de hablar de su pasado ficticio; ahora, su talento era crear magia con lo que tenía. La gente viajaba kilómetros para ver al "Oso Eléctrico", y las monedas que antes recogía por obligación se convirtieron en recursos para mejorar sus artefactos.

Un día, mientras ajustaba un generador eólico hecho con plumas de avestruz, el Sr. Popov se acercó.

—Nunca entendí por qué te gustaba tanto ese libro de Tesla —dijo, rascándose la cabeza—. Pero gracias a ti, este circo volvió a respirar.

Bruno miró al horizonte, donde las montañas se fundían con el cielo.

—Tesla me enseñó que no hay que elegir entre ser libre o ser prisionero —respondió—. Solo hay que usar las cadenas para construir algo nuevo.

Moraleja:
La vida no se trata de repetir lo que otros esperan de ti, sino de descubrir cómo tus talentos únicos pueden iluminar el mundo. Como Tesla, que vio en la electricidad más que un fenómeno físico, cada uno de nosotros tiene la chispa para transformar lo ordinario en extraordinario. A veces, el mejor modelo a seguir es aquel que nos recuerda que la creatividad no está en lo que tenemos, sino en cómo lo usamos.

Fin.

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In the high snow-covered hills of a distant country, there was a traveling circus called 'The Wonders of Etamil.' Its main attraction was Bruno, a bear with sad eyes who night after night took the stage to recount his life in the forest while showcasing his juggling skills with apples.

The audience applauded and threw him a few coins, but he felt empty, lonely, and disappointed.

He was tired of always doing the same thing, constantly inventing stories and pretending to be 'original.' He just wanted to live away from people, from the noise, from the commotion, in nature.

One afternoon, as the circus was setting up in a new town, Bruno found an old book in the owner's traveling library titled Nikola Tesla: The Wizard of Electricity.

The cover showed a thin man holding a glowing light bulb in his hands. Intrigued, the bear flipped through the pages with his claws and discovered that Tesla had created amazing inventions without caring about money or fame. 'He lived for his ideas, not to please others,' Bruno thought, and that night, as he dozed off in his cage, he dreamed of a laboratory full of sparks and wires.

—Why do you waste your mind on trivialities? —asked a soft voice.

Bruno opened his eyes and saw the man from the book's cover floating in front of him, surrounded by a bluish aura.

—Mr. Tesla… are you here to fix the circus lights? —stammered the bear, confused.

Tesla smiled.

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—I’m here because you’ve sought something more than survival. True life isn’t about repeating, but about creating.

—But I only know how to juggle and tell lies —murmured Bruno, lowering his head.

—What if you use what you have to invent something new? —suggested Tesla, pointing at the rusty chains of the cage—. Even the simplest thing can become extraordinary… just use your imagination.

When he woke up, Bruno noticed something different: his claws emitted small static sparks.

He remembered that Tesla had mastered electricity, and with a glimmer in his eyes, he decided to try something.

That night, instead of talking about his 'adventures in the forest,' he took the stage in silence. He took the apples, tossed them into the air, and as he caught them, the sparks from his claws lit them up like golden fireflies. The audience held their breath. Then, using an old wheel and a magnet he stole from the workshop, he created a carousel of light that spun with just a touch. The children screamed with excitement, and even the circus owner, the stern Mr. Popov, let out a laugh.

But it wasn’t all easy.

In the second town, the electrified apples burned a spectator’s hat, and in the third, the carousel fell apart mid-act. Bruno, discouraged, was about to give up. However, in his dreams, Tesla appeared again.

—Failures are experiments —he said, showing a notebook full of crossed-out diagrams—. Edison failed a thousand times before creating the light bulb, and each mistake brought him closer to the solution.

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Bruno persisted.

He learned to control the sparks, designed a suit with tiny lamps, and taught the other animals to use their skills in new ways: the elephant Clara balanced magnetic pendulums, the monkeys performed flips with glowing hoops, and even the sloth Rufus, who always slept on his platform, became a 'dream generator' by curling up on a coil that produced relaxing sounds.

The circus transformed. It was no longer a place of sad routines but a spectacle of inventions and wonder. Bruno stopped talking about his fictional past; now, his talent was creating magic with what he had. People traveled miles to see the 'Electric Bear,' and the coins he once collected out of obligation became resources to improve his gadgets.

One day, as he adjusted a wind generator made with ostrich feathers, Mr. Popov approached him.

—I never understood why you liked that Tesla book so much —he said, scratching his head—. But thanks to you, this circus has come back to life.

Bruno looked at the horizon, where the mountains blended with the sky.

—Tesla taught me that you don’t have to choose between being free or being a prisoner —he replied—. You just have to use the chains to build something new.

Moral:
Life isn’t about repeating what others expect of you, but about discovering how your unique talents can light up the world. Like Tesla, who saw in electricity more than a physical phenomenon, each of us has the spark to transform the ordinary into the extraordinary. Sometimes, the best role model is the one who reminds us that creativity isn’t about what we have, but how we use it.

The End.