🫂 Entre la Tristeza y la Esperanza |Reflexión Original de Marabuzal [EXCLUSIVO EN ESPAÑOL]

El río, que siempre fue el alma del barrio, se convirtió en un monstruo de agua parda, robándonos no solo las paredes, sino el sentido de la permanencia.

El primer día, solo había murmullos y lágrimas. El segundo, la gente se puso de pie, con la ropa empapada y el corazón en la mano. Y te digo, querido lector, que la imagen más hermosa que he visto en mi vida es la de una fila de vecinos, sin esperar indicaciones, pasando de mano en mano los tablones rescatados, el primer sorbo de agua limpia, el único clavo que encontraron en los escombros.

Esto es la química de la resiliencia. El ser humano se niega a ser definido por su tragedia. Nos negamos.
Vi a una anciana sentada sobre lo que quedaba de su sillón favorito. El sillón estaba irreconocible, cubierto de barro y musgo. No lloraba por él sino porque el fango había tapado el azulejo donde, décadas atrás, su difunto esposo había escrito: "Aquí comienza nuestro hogar".

Un gesto simple, un recuerdo poderoso.

Un muchacho, de pelo largo y tatuajes, se arrodilló a su lado, no dijo una palabra, solo comenzó a raspar el barro con sus propias manos, con una delicadeza abrumadora. Cuando encontró la inscripción, Doña Consuelo no le dio las gracias; lo abrazó con una fuerza que hizo temblar el corazón del barrio entero. En ese abrazo, lector, estaba la reconstrucción de lo invisible.