Tras la magia de un cerebro optimista. Following the magic of an optimistic brain. (es/en)

Saludos amigos de HIVE. Nuestra amiga @neuropoeta con su post titulado “La magia de un cerebro optimista – Bitácora de una neuróloga”, ha despertado mi interés por escribir sobre el encanto asumir una posición optimista ante la vida, donde desde su posición científica nos instruye sobre los beneficios que aporta desde el punto de vista neurológico.

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En mi caso, abordaré el tema desde una perspectiva totalmente empírica, o sea a partir de mis experiencias. Hay una expresión popular que considero que encierra una gran verdad, es la que dice que el pesimista se queja de la dirección del viento, el optimista espera a que cambie y el realista ajusta las velas. De estas posiciones ante la vida, prefiero la tercera, sin descartar la primera, ya que es necesario mostrar decisión para enfrentar los diferentes embates.
Aunque siento placer en mantener una actitud optimista, creo que debemos establecer los límites, tomando en cuenta la máxima dimensión de lo posible, ya que de lo contrario pudiéramos vernos envueltos en una posición cómoda, suponiendo que cualquier esfuerzo sería baldío. También pienso que debemos hacer hasta lo que a veces llegamos a considerar como imposible, para alcanzar nuestras metas.
Considero que el optimismo constituye una fuerza impulsora para que nuestros propósitos puedan lograrse exitosamente, sobre todo cuando se trata de situaciones que requieren de un esfuerzo mayor; aunque en todos los casos el optimismo constituye impulso, en estos resulta esencial para salir triunfante. Sin embargo, aunque no cabe dudas de que al cerebro hay que ponerle velas, debemos establecer los límites para no errar, pues si el optimismo sobrepasa el nivel de las posibilidades, pudiéramos caer por el precipicio de la frustración, cuyos efectos pueden resultar perjudiciales.

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En relación con la actitud que debemos asumir, creo que lo más importante es lograr el equilibrio entre la posición realista y la posición optimista, o sea el optimismo sobre la base de las posibilidades objetivas y subjetivas. Estos dos factores deben ser cuidadosamente analizados, pues para trazarnos metas ambiciosas se impone la necesidad de prever los recursos materiales necesarios para cumplirlas.
Si este análisis se realiza a la ligera es muy probable la presencia de obstáculos que, a quienes el pesimismo les nuble la mirada, desistirán de su propósito; sin embargo, quienes respiren el perfume del optimismo, buscaran alternativas para lanzarse a la búsqueda de lo que falta o buscarán posibles soluciones sustituyendo algunas cosas por otras que pudieran resolver la situación.
Por otra parte también pudiera suceder que durante el transcurso del desarrollo de las acciones para alcanzar una meta, se presenten dificultades, un ejemplo muy sencillo: un paseo planificado a un lugar determinado, comienza a llover y no se cuenta con transporte, además estaba previsto ir a pie; el pesimista renuncia al paseo, pero el optimista espera a que escampe o busca un paraguas, que es lo más prudente.
Realmente las relaciones con personas pesimistas resultan muy complicadas, ya que siempre están buscando el lado feo a cada cosa, en fin, siempre están transmitiendo energías negativas, lo cual constituye una forma de poner anclas al cerebro.

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Cuando nos encontramos rodeados de personas que constantemente nos transmiten energías positivas e irradian alegría, sentimos una sensación de bienestar que nos llena de vida, como ocurre cuando estamos en la honrosa familia de @holos&lotus.
Muchas gracias por leer. Quedaré muy agradecido con sus comentarios. Las fotos son de mi propiedad, fueron tomadas de pixabay.com. Texto traducido al inglés por traductor de Google.

ENGLISH VERSION.
Following the magic of an optimistic brain.
Greetings, friends of HIVE. Our friend @neuropoeta, with her post titled "The magic of an optimistic brain – A neurologist's diary," has sparked my interest in writing about the charm of taking an optimistic stance on life. From her scientific perspective, she instructs us on the neurological benefits it brings.

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In my case, I will approach the topic from a completely empirical perspective, that is, based on my experiences. There is a popular expression that I believe contains a great truth: the pessimist complains about the direction of the wind, the optimist waits for it to change, and the realist adjusts the sails. Of these positions toward life, I prefer the third, without ruling out the first, since it requires determination to face the various challenges.
Although I find pleasure in maintaining an optimistic attitude, I believe we must set limits, taking into account the maximum possible dimension, otherwise we could find ourselves trapped in a comfortable position, assuming that any effort would be in vain. I also believe that we must do even what we sometimes consider impossible to achieve our goals.
I believe that optimism is a driving force that helps us achieve our goals successfully, especially when it comes to situations that require greater effort. Although optimism is a driving force in all cases, in these cases it is essential to emerge triumphant. However, while there is no doubt that we must set sail for the brain, we must set limits to avoid making mistakes. If optimism exceeds the level of possibilities, we could fall into the abyss of frustration, the effects of which can be detrimental.

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Regarding the attitude we should adopt, I believe the most important thing is to strike a balance between a realistic and optimistic stance, that is, optimism based on objective and subjective possibilities. These two factors must be carefully analyzed, because setting ambitious goals requires planning the necessary material resources to achieve them.
If this analysis is undertaken hastily, it is very likely that obstacles will arise that, if clouded by pessimism, will desist from their goal. However, those who breathe the scent of optimism will seek alternatives to embark on the search for what is missing or will look for possible solutions by replacing some things with others that could resolve the situation.

On the other hand, it may also happen that during the course of developing actions to achieve a goal, difficulties arise. A very simple example: a planned trip to a certain place starts to rain and there is no transportation available, and the plan was to walk. The pessimist abandons the trip, but the optimist waits for it to clear up or looks for an umbrella, which is the most prudent course of action.
Relationships with pessimistic people are actually very complicated, as they are always looking for the ugly side of everything. In short, they are always transmitting negative energies, which is a way of anchoring the brain.

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When we're surrounded by people who constantly transmit positive energy and radiate joy, we feel a sense of well-being that fills us with life, just as we do when we're in the honorable @holos&lotus family.
Thank you so much for reading. I'd be very grateful for your comments. The photos are my own and were taken from pixabay.com. Text translated into English by Google Translate.