Un saludo a todos desde este rincón del mundo. Les deseo un hermoso día y toda la felicidad de este mundo.

Nunca he sido una mujer de pedirle muchas cosas a la vida. Desde siempre, he sostenido la firme convicción de que si la familia está bien, lo demás, la paz, la prosperidad, la realización, eventualmente se vuelve alcanzable. Es un faro que guía mis decisiones y me mantiene con los pies en la tierra. En el ámbito personal, me he trazado metas claras, he trabajado con perseverancia y, hasta el día de hoy, contemplo con genuino orgullo los frutos de ese esfuerzo. Son logros que marcan hitos en mi biografía, certificados y títulos que cuelgan de la pared, objetivos materiales conquistados.

Pero, ¿y qué me dicen de disfrutar el momento? ¿De aquella filosofía que susurra que "el ahora vale todo, de lo demás ya nos ocuparemos después"? He descubierto que la verdadera textura de la vida no solo se teje en los grandes tapices de los éxitos monumentales, sino, y sobre todo, en el hilván fino y casi imperceptible de las pequeñas felicidades espontáneas. Esos instantes robados al tiempo, que irrumpen sin previo aviso o que deliberadamente buscamos, son los que contienen la esencia pura de la plenitud.

¿Acaso la felicidad no reside en la locura improvisada de una sesión de fotos con mi sobrina, haciendo muecas y caras divertidas frente a la cámara, riendo hasta que el vientre nos duele? Ese álbum de gestos congelados vale más que cualquier posesión. O en ese juego de pillar donde, tras robarle su sombrero de conejo, ella me atrapa con el puesto, y en sus ojos veo un destello de complicidad y alegría que no tiene precio.

A veces, la dicha se esconde en la simplicidad más humilde: el solo hecho de saborear una taza de café humeante, acompañada de un mantecado que alguien que nos quiere nos regaló. Cada sorbo es un abrazo, cada bocado un recordatorio del cariño que nos envuelve. O en la decisión consciente de cambiar un almuerzo suntuoso y elaborado por una humeante harina de maíz con picadillo y aguacate, un banquete para el alma que reconforta desde la raíz más auténtica de nuestros sabores.

¿O quizás en la sorpresa silenciosa de un botón de rosa matizada que, de pronto, aparece en la maceta para engalanar el balcón con su belleza efímera? Quién puede negar que nuestra felicidad momentánea no pueda estar contenida en la levadura y el lúpulo de una cerveza bien fría, cuyo dorado brillo y sabor especial calan hondo en un momento de merecido descanso. Incluso se manifiesta en la ridiculez gloriosa de ponerse las gafas 3D del televisor y transformarse, ante el espejo, en una cantante de rock de los 70, riéndonos primero de nosotros mismos.

Es así, precisamente así. La vida se construye y se disfruta a pedacitos. Son estos destellos breves, estas joyas de instante, los que van llenando el cofre de nuestra existencia con un tesoro real e invaluable. Ante tal abundancia de pequeños milagros cotidianos, ¿qué más se le podría pedir a la vida? La verdadera riqueza ya está aquí, en el ahora.

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#####Soy Médico Microbióloga, amante de la naturaleza, las letras, la música, la cocina y la vida en sí.Férrea defensora de la familia y los niños Los textos son creados por mi, sin uso de IA Banners creados en Adobe Fireworks por cortesía de @azufrecs Gracias por entrar a mi blog

Las imágenes son de mi propiedad

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**ENGLISH VERSION****

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Greetings to everyone from this corner of the world. I wish you a beautiful day and all the happiness in the world.

I have never been a woman to ask for much from life. I have always held the firm conviction that if the family is well, everything else—peace, prosperity, fulfillment—eventually becomes attainable. It is a beacon that guides my decisions and keeps me grounded. On a personal level, I have set clear goals for myself, worked with perseverance, and to this day, I look with genuine pride upon the fruits of that effort. They are achievements that mark milestones in my biography, certificates and diplomas that hang on the wall, conquered material objectives.

But, what about enjoying the moment? What about that philosophy that whispers "the now is worth everything, we'll deal with the rest later"? I have discovered that the true texture of life is woven not only in the grand tapestries of monumental successes but, and above all, in the fine, almost imperceptible basting of spontaneous little happinesses. Those instants stolen from time, which burst in unannounced or that we deliberately seek, are the ones that contain the pure essence of fulfillment.

Does happiness not reside in the improvised madness of a photo session with my niece, making funny faces and goofy expressions in front of the camera, laughing until our stomachs hurt? That album of frozen gestures is worth more than any possession. Or in that game of tag where, after stealing her rabbit-eared hat, she catches me red-handed, and in her eyes I see a glint of complicity and joy that is priceless.

Sometimes, bliss hides in the most humble simplicity: the simple act of savoring a steaming cup of coffee, accompanied by an ice cream cookie that someone who loves us gave us. Every sip is a hug, every bite a reminder of the affection that surrounds us. Or in the conscious decision to swap a sumptuous and elaborate lunch for a steaming bowl of cornmeal porridge (harina) with picadillo and avocado, a banquet for the soul that comforts from the most authentic roots of our flavors.

Or perhaps in the silent surprise of a multicolored rosebud that suddenly appears in the pot, gracing the balcony with its ephemeral beauty? Who can deny that our momentary happiness might be contained in the yeast and hops of a well-chilled beer, whose golden shine and special flavor hit the spot in a moment of well-deserved rest. It even manifests in the glorious ridiculousness of putting on the TV's 3D glasses and transforming, in front of the mirror, into a 70s rock singer, laughing at ourselves first.

That's how it is, precisely like that. Life is built and enjoyed bit by bit. It is these brief flashes, these instant jewels, that fill the chest of our existence with a real and invaluable treasure. Faced with such an abundance of small, everyday miracles, what more could one ask of life? The true wealth is already here, in the now.

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I am a Doctor of Microbiology, a lover of nature, literature, music, cooking, and life itself. A staunch defender of family and children. The texts are written by me without the use of AI. Banners created on Adobe Fireworks courtesy of @azufrecs Thank you for visiting my blog.

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