Eran las doce del mediodía y estaba sentada al pie de una lujosa cama de alcurnia torneada meticulosamente por un artista de la madera una señora de más de 80 años con manos blancas y huesudas, su rostro era de alguien estirado y serio, las cuencas de los ojos dejaban ver el cansancio provocado por el tiempo, las cejas estaban pintadas de manera descuidada con lapiz de un negro intenso resaltando el tono pálido de su piel.

Parecía que el tiempo no hubiera transcurrido dentro de aquella habitación, colgaba una atuendosa lámpara de cristal con preciosos colgantes de vidrio en un techo que parecia no tener fin, las ventanas amplias cubiertas con cortinas de fiestas raidas y descoloradas pero que contaban por sí solas sus historias. A un lado de la puerta se exhibía un hermoso armario de cedro que hacía juego con una coqueta de más de un metro de ancho con una luna de espejo que a penas dibujaba la silueta de María, así se llama el personaje de esta historia.

María se había confinado a estar encerrada en las cuatro paredes de aquella habitación tan vieja como ella misma, a finales de los años ochenta y pico su hijo Paul se alistó al ejército jurando lealtad al gobierno de época bajo promesas que se hicieron, su madre que era una de las tantas mujeres que pusieron su granito de arena para que se implantara en el poder ese gobierno estaba orgullosa de la decisión de su hijo.

Tiempo más tarde, Paul fue llamado por el ejército para liberar otros pueblos de América bajo el juramento que él mismo había hecho. Así fue como partió a una guerra que ni él sabia porqué ni quién la provocó. María continúo con su vida política dentro del país, de la cual fue alejándose cuando terminó por darse cuenta que los propósitos de el gobierno se habían convertido en lucrativos de un pequeño grupo y se estaban olvidando del pueblo. De Paul no tenía noticias, alrededor de los jóvenes que se enlistaron en esa guerra ajena sólo había silencio.

Dos años más tarde tocan a la puerta tres jóvenes vestidos de un uniforme de gala con las pertenencias de Paul brindándole las condolencias por la muerte de su único hijo y una medalla, una medalla en representación de todo lo que significaba un hijo para su madre, una medalla que representaba el cuerpo de un joven que confió en una promesa sin sentido. No hubo cuerpo, ni generales al mando, ni un funeral digno, ni un pésame, sólo hermetismo.

Lo que quedaba de aquella mujer que un día confió en su gobierno acababa de morir, se prometió a sí misma, no traicionarse por todo lo que había luchado, ponía un stop. Asi fue como se detuvo la vida de María como si el tiempo se hubiera paralizado y se estaba negando a ganarle la partida, así es como muere un idolatra.

Separador y logos hechos en Canva. Traducción al inglés con el Traductor Yandex. Texto original libre de IA.

Greetings to all the hivers of this community, I hope my visit here is pleasant and you enjoy reading.

Placing ourselves in a place, a date and the perfect setting turns us into idolaters of a dark, fictional time and accomplices of people thirsty for something to believe in. We are only going to locate ourselves in the room of a period house where the architecture denotes a social class of yesteryear, forgotten and dragged by what they will say.

It was twelve o'clock and she was sitting at the foot of a luxurious bed meticulously turned by a wood artist, a lady of more than 80 years old with white and bony hands, her face was someone stretched and serious, the eye sockets showed the fatigue caused by time, the eyebrows were painted in a careless way with a pencil of an intense black highlighting the pale tone of her skin.

It seemed that time had not passed inside that room, an elegant crystal lamp hung with beautiful glass pendants on a ceiling that seemed to have no end, the wide windows covered with party curtains threadbare and faded but that told their stories by themselves. On one side of the door there was a beautiful cedar wardrobe that matched a coquette of more than a meter wide with a mirror moon that barely drew the silhouette of Maria, that's the name of the character in this story.

María had confined herself to being locked up in the four walls of that room as old as herself, at the end of the eighties her son Paul joined the army swearing allegiance to the government of that time under promises that were made, his mother who was one of the many women who did their bit to get that government implanted in power was proud of her son's decision.

Some time later, Paul was called by the army to liberate other peoples of America under the oath that he had made himself. That was how he left for a war that neither he knew why nor who provoked it. María continued with her political life inside the country, from which she was moving away when she ended up realizing that the purposes of the government had become lucrative for a small group and they were forgetting about the people. I had no news about Paul, there was only silence around the young people who enlisted in that foreign war.

Two years later, three young men dressed in a gala uniform knock on the door with Paul's belongings offering condolences for the death of his only son and a medal, a medal representing everything that a son meant to his mother, a medal that represented the body of a young man who trusted in a meaningless promise. There was no body, no generals in command, no dignified funeral, no condolences, only secrecy.

What was left of that woman who one day trusted her government had just died, she promised herself, not to betray herself for everything she had fought for, she put a stop. That's how Mary's life stopped as if time had stopped and she was refusing to win the game, that's how an idolater dies.

Separator and logos made in Canva. Translation into English with the Yandex Translator. Original AI-free text.