De tus ojos, dos estrellas van guiando
el rumbo incierto de mi alma sin vela,
barco insensato que desencarcela
vientos, que no tienen dónde ni cuándo.

Cual suave esponja es mi corazón blando
que cede al verbo de tus triquiñuelas
y en vuelo raudo ante ti se eleva
dando por real, tu amor de contrabando.

Es tu mirada, cual oración pérfida,
mostrando los caminos de El Dorado,
y, por lo tanto, a una muerte cálida.

Así voy a un naufragio prenunciado,
bogando hacia la irremediable pérdida
de un corazón insensibilizado.