Los cierres escolares en preescolar eran los mejores, porque no se trataban de proyectos escritos o donde se necesitan de una investigación exhaustiva; lo que se requería eran de disfraces, trajes y nuestra mejor disposición (y el de nuestros padres) para participar en las actividades recreativas que las maestras, con mucho cariño, organizaban. Entre esos eventos, estaba el acto musical del Arca de Noé en el cual, cada una de nosotras, cumpliríamos un rol en el mismo, ya sean de los animales o de Noé y su familia.

En mi caso, me tocó el elefante junto a otra compañera, recordando el gran esfuerzo que mi madre y mi madrina hicieron para realizar el traje, consistiendo en una bata larga de color gris claro, las patas hechas con foami y la cabeza de distintos materiales, siendo la que llevo más tiempo, por lo laboriosa que fue y que, más adelante dio problemas.

En el acto, nos encontrábamos bailando los animales del arca y la cabeza del elefante se me soltó, la unión de la parte de abajo se rompió; en eso mi mamá creyó que lloraría, pero fue todo lo contrario, lo que hice fue sostener la cabeza de elefante y seguir bailando. La maestra se puso muy feliz de mi reacción; luego de ello, mi mamá me tomó una foto con ella, recordando lo cariñosa y compresible que era.

Recordando esto, me hace querer volver a reaccionar de la misma manera actualmente, donde las cosas no salgan como quiera, seguir la vida y actuar bien ante ello, aunque poco a poco he ido trabajando ese comportamiento y no estresarme.