A Night to Remember || Una noche para recordar [Eng/Esp]
After an intense week of work, Friday finally arrived. My body felt tired, but my heart was happy because we knew what was coming: a reunion with the kids. Nothing like sharing a good meal and lots of laughter with these friends who, over time, have become family.
We gathered in the usual lounge, with the yellow walls that already felt like part of the group. The round tables were ready, glasses of juice, bottles of soda, and plates full of rice and meat were waiting for us. It didn't take us long to sit down, get comfortable, and start chatting about everything: work, soccer, life.
While we were eating, one of the kids took out his cell phone and started taking pictures. In one of them, I appear with several of the kids. Some gave a thumbs-up, others simply smiled. We were relaxed, at ease, enjoying the moment without a care in the world. These sincere gestures weren't faked: they were real laughter, genuine joy.
In another photo, you can see the entire table filled, the entire group. That image makes me think how lucky I am. Each person had their own story, their struggles and joys, but everyone shared that moment as if time had stopped for a moment. Even the most serious people couldn't help but smile in the warm and friendly atmosphere.
It was a simple evening, without luxuries or big plans, but full of the most valuable thing: sincere company. I left with my stomach full and my soul even more so.
Después de una semana intensa de trabajo, finalmente llegó el viernes. El cuerpo cansado lo sentía, pero el corazón estaba contento porque sabíamos lo que venía: una reunión con los muchachos. Nada como compartir una buena comida y muchas risas con esos amigos que, con el tiempo, se han vuelto familia.
Nos juntamos en el salón de siempre, con las paredes amarillas que ya se sienten parte del grupo. Las mesas redondas estaban listas, los vasos con jugo, las botellas de gaseosa, y los platos llenos de arroz y carne, esperándonos. No tardamos nada en sentarnos, acomodarnos y comenzar a charlar de todo un poco: del trabajo, del fútbol, de la vida.
Mientras comíamos, uno de los chicos sacó su celular y empezó a sacar fotos. En una de ellas, salgo con varios de los muchachos. Algunos levantaban el pulgar, otros simplemente sonreían. Estábamos relajados, cómodos, disfrutando del momento sin ninguna preocupación. Esos gestos sinceros no se fingen: eran risas verdaderas, alegría genuina.
En otra foto, se ve toda la mesa llena, el grupo completo. Esa imagen me hace pensar en lo afortunado que soy. Cada uno con su historia, con sus luchas y alegrías, pero todos compartiendo ese instante como si el tiempo se detuviera por un rato. Hasta los que estaban más serios no podían evitar sonreír en medio del ambiente cálido y amistoso.
Fue una noche simple, sin lujos ni grandes planes, pero llena de lo más valioso: compañía sincera. Salí de allí con el estómago lleno y el alma aún más.
