MOVIE REVIEW: “The Clown” (2011)

Synopsis: Valdemar and Benjamin are father and son. Together with their troupe from the Esperança circus, they make a living as clowns (Pangaré and Puro Sangue). Crossing rural cities in Brazil, they seek to bring joy to people, but Benjamin is no longer sure about this professional future.

A very effective drama does not need to be outrageously dramatic to work properly and impact the audience. All a script needs to be is concise in its ideas and present its motivations according to the weight that your story carries. In this movi, from the circus point of view of a young clown in a professional and personal crisis, the audience is invited to reflect on many aspects that are easily recognizable to anyone who has ever stopped and reflected a little on the direction of their own life. An interesting material, even if a little empty.

The narrative thread of this story is relatively simple, and within the circus world it finds its foundation and a reason to exist as a movie. However, it doesn't take long for the plot to present itself to the audience as something a little more complex if seen in layers. The joy of a circus troupe works as a background to portray the bitterness of a clown who no longer believes in his profession, because he thinks he is no longer so funny and after that, he decides that he is no longer relevant to his team. An emotional crisis then begins.

The drama starts from this specific point, and intensifies as Benjamin begins to paint a new reality for his life. Valdemar is the owner of the circus and believes that his son will continue his work in the future. Reality seems to be set in stone (because Benjamim made his living by also being a clown), but when doubts begin to arise, everything changes. Between laughter and uncertainty, a human being's dissatisfaction with his job takes over the screen and manages to build a reflective drama, with good comic relief to balance things out.

Amidst many problems to be resolved within the day-to-day life of the circus, Benjamim is increasingly certain that he needs to leave that world and start exploring a “new world”. So, he does this and leaves his family behind (a very simple and significant dramatic moment for the plot as a whole). The life of a “national immigrant” no longer belongs to him, the “gypsy rhythm” disappears as he adapts to a reality centered on a more visible routine (fixed address, job, salary). After a short time nothing changes, and he decides to return to life.

In this context, “coming back to life” means understanding who he really is: a clown. This becomes clear when during lunch at the company where he works, one of his older colleagues starts telling jokes, and when he hears and sees everyone laughing, he feels intimately that that is what he knows how to do. From then on, he returns to his natural environment and it is at this exact moment that the script fails to show his main strength, because this dramatic insertion is shown in a very superficial way, wasting the potential in relation to this personal and professional reflection.

Starring, written and directed by Selton Mello, the movie has a very sincere soul and is full of good performances from a very competent cast. At some point, there is always a space (even if small) for all the names in the cast to have their “key moment” (either to make the audience laugh or get emotional). Mello knew how to extract the best, not just from him, but from everyone involved in the making of the movie. Although there is a lack of depth in most of the characters, they are charismatic enough to make up for this small flaw.

There are very striking cultural touches about Brazilian culture. From very beautiful photography (which highlights a geography of vibrant colors very well) to a well-orchestrated soundtrack. Mello directs everything in an efficient way, enhancing the drama of a simple but complex story in its various layers. Technically, the movie's lighting is also very good, as are the costumes and the use of colors and settings (mainly natural landscapes common within Brazilian territory). Scene editing is simple, but the cuts are precise.

In the end, The Clown is the type of movie that screamed for more, but in many moments ended up remaining silent within its own narrative. The laughter is there, the veiled tears too, but there is a clearing of the throat that got stuck and at certain moments, negatively impacted the good experience of watching this story being constructed. Even so, the efficiency of the project is undeniable, reinforcing the full potential of Brazilian cinema in making insertions with great visual and narrative impact. There is a peculiar sensitivity in Brazilian dramatic productions, and this movie proves it.

Sinopsis: Valdemar y Benjamín son padre e hijo. Junto a su compañía del circo Esperança, se ganan la vida como payasos (Pangaré y Puro Sangue). Atravesando ciudades rurales de Brasil, buscan llevar alegría a la gente, pero Benjamín ya no está seguro de ese futuro profesional.

Un drama muy eficaz no necesita ser escandalosamente dramático para funcionar correctamente e impactar a la audiencia. Todo lo que un guión necesita es conciso en sus ideas y presentar sus motivaciones de acuerdo al peso que tiene tu historia. En esta película, desde el punto de vista circense de un joven payaso en crisis profesional y personal, se invita al público a reflexionar sobre muchos aspectos fácilmente reconocibles para cualquiera que alguna vez se haya detenido a reflexionar un poco sobre el rumbo de su propia vida. Un material interesante, aunque un poco vacío.

El hilo narrativo de esta historia es relativamente sencillo, y dentro del mundo del circo encuentra su fundamento y una razón de existir como película. Sin embargo, la trama no tarda mucho en presentarse ante el público como algo un poco más complejo si se ve en capas. La alegría de una compañía de circo sirve de fondo para retratar la amargura de un payaso que ya no cree en su profesión, porque cree que ya no es tan divertido y después de eso, decide que ya no es relevante para su equipo. Entonces comienza una crisis emocional.

El drama comienza desde este punto específico y se intensifica cuando Benjamin comienza a pintar una nueva realidad para su vida. Valdemar es el dueño del circo y cree que su hijo continuará con su trabajo en el futuro. La realidad parece estar escrita en piedra (porque Benjamim se ganaba la vida siendo también payaso), pero cuando empiezan a surgir dudas todo cambia. Entre risas e incertidumbre, la insatisfacción de un ser humano con su trabajo se apodera de la pantalla y logra construir un drama reflexivo, con buenos relieves cómicos para equilibrar las cosas.

En medio de muchos problemas por resolver en el día a día del circo, Benjamim está cada vez más seguro de que necesita dejar ese mundo y empezar a explorar un “mundo nuevo”. Entonces lo hace y deja atrás a su familia (un momento dramático muy simple y significativo para el conjunto de la trama). La vida de “inmigrante nacional” ya no le pertenece, el “ritmo gitano” desaparece mientras se adapta a una realidad centrada en una rutina más visible (domicilio fijo, trabajo, salario). Al poco tiempo nada cambia y decide volver a la vida.

En este contexto, “volver a la vida” significa comprender quién es realmente: un payaso. Esto queda claro cuando durante el almuerzo en la empresa donde trabaja, uno de sus compañeros mayores empieza a contar chistes, y cuando escucha y ve a todos reír, siente íntimamente que eso es lo que sabe hacer. A partir de ahí regresa a su entorno natural y es en ese preciso momento que el guión no logra mostrar su principal fortaleza, pues esta inserción dramática se muestra de manera muy superficial, desperdiciando el potencial en relación a esta reflexión personal y profesional.

Protagonizada, escrita y dirigida por Selton Mello, la película tiene un alma muy sincera y está llena de buenas actuaciones de un reparto muy competente. En algún momento, siempre hay un espacio (aunque sea pequeño) para que todos los nombres del elenco tengan su “momento clave” (ya sea para hacer reír o emocionar al público). Mello supo sacar lo mejor, no sólo de él, sino de todos los involucrados en la realización de la película. Aunque hay una falta de profundidad en la mayoría de los personajes, son lo suficientemente carismáticos como para compensar este pequeño defecto.

Hay toques culturales muy llamativos sobre la cultura brasileña. Desde una fotografía bellísima (que resalta muy bien una geografía de colores vibrantes) hasta una banda sonora bien orquestada. Mello dirige todo de manera eficiente, realzando el dramatismo de una historia simple pero compleja en sus distintas capas. Técnicamente, la iluminación de la película también es muy buena, así como el vestuario y el uso de colores y escenarios (principalmente paisajes naturales comunes en el territorio brasileño). La edición de escenas es sencilla, pero los cortes son precisos.

Al final, El payaso es el tipo de película que pedía a gritos más, pero que en muchos momentos terminó callada dentro de su propia narrativa. Las risas están ahí, las lágrimas veladas también, pero hay un carraspeo que se atasca y en ciertos momentos impacta negativamente la buena experiencia de ver construir esta historia. Aún así, la eficiencia del proyecto es innegable, reforzando todo el potencial del cine brasileño para realizar inserciones de gran impacto visual y narrativo. Hay una sensibilidad peculiar en las producciones dramáticas brasileñas y esta película lo demuestra.

Sinopse: Valdemar e Benjamim são pai e filho. Juntos com à sua trupe do circo Esperança, eles ganham à vida na pele dos palhaços (Pangaré e Puro Sangue). Atravessando cidades do interior no Brasil, eles buscam levar alegria as pessoas, mas Benjamin já não está mais certo sobre esse futuro profissional.

Um drama muito eficiente não precisa ser escandalosamente dramático para funcionar apropriadamente e impactar o público. Tudo o que um roteiro precisa ser é conciso nas suas ideias e apresentar às suas motivações de acordo com o peso que à sua estória carrega. Neste filme, sob o ponto de vista circense de um jovem palhaço em crise profissional e pessoal, o público é convidado a refletir sobre muitos aspectos que são facilmente reconhecíveis por qualquer pessoa que já parou e refletiu um pouco sobre os rumos da própria vida. Um material interessante, ainda que um pouco vazio.

O fio narrativo dessa estória é relativamente simples, e dentro do mundo circense encontra à sua fundamentação e uma razão para existir enquanto filme. No entanto, não demora muito para à trama se apresentar para o público como algo um pouco mais complexo se for observado em camadas. A alegria de uma trupe de circo funciona como plano de fundo para retratar as amarguras de um palhaço que já não acredita mais na sua profissão, porque pensa não ser mais tão engraçado e após isso, decide que não tem mais relevância para à sua equipe. Começa então uma crise emocional.

O drama parte deste ponto específico, e se intensifica à medida em que Benjamim começa a pintar uma nova realidade para à sua vida. Valdemar é o dono do circo e acredita que o seu filho dará continuidade ao seu trabalho no futuro. A realidade parece estar cravada em pedra (porque Benjamim até então ganhou à vida sendo também um palhaço), mas quando as dúvidas começam a surgir, tudo muda. Entre risos e incertezas, a insatisfação de um ser humano com o seu ofício toma conta da tela e consegue construir um drama reflexivo, com bons alívios cômicos para balancear as coisas.

Em meio a muitos problemas a serem resolvidos dentro do dia-a-dia do circo, Benjamim tem cada vez mais certeza de que precisa sair daquele mundo e começar a desbravar um “mundo novo”. Então, ele faz isso e deixa à sua família para trás (um momento dramático muito singelo e significativo para à trama como um todo). A vida de “imigrante nacional” não lhe pertence mais, o “ritmo cigano” vai desaparecendo à medida em que ele se adequa à uma realidade centrada em uma rotina mais visível (endereço fixo, emprego, salário). Após pouco tempo nada muda, e ele decide voltar à vida.

Nesse contexto, “voltar à vida” significa entender quem ele realmente é: um palhaço. Isso fica claro quando no horário de almoço na empresa onde trabalha, um dos seus colegas mais velhos começa a contar piadas, e quando ele ouve e vê todo mundo rindo, ele sente intimamente que aquilo é o que ele sabe fazer. A partir daí, ele volta ao seu convívio natural e é neste exato momento que o roteiro falha em mostrar à sua força principal, porque essa inserção dramática é mostrada de maneira muito superficial, desperdiçando o potencial em relação a essa reflexão pessoal e profissional.

Protagonizado, escrito e dirigido por Selton Mello, o filme tem uma alma muito sincera, está repleto de boas atuações vindas de um elenco muito competente. Em algum momento, sempre há um espaço (mesmo que pequeno) para que todos os nomes do elenco tenham o seu “momento chave” (seja para fazer o público rir ou se emocionar). Mello soube extrair o melhor, não apenas dele, mas de todos os que estão presentes na construção do filme. Apesar de haver uma falta de profundidade na maioria dos personagens, eles são carismáticos o suficiente para suprir esse pequeno deslize.

Há toques culturais muito marcantes sobre a cultura brasileira. Desde uma fotografia muito bonita (que ressalta muito bem uma geografia de cores vibrantes) até uma trilha sonora bem orquestrada. Mello direciona tudo de uma maneira eficiente, potencializando o drama de uma estória simples, mas complexa em suas diversas camadas. Tecnicamente, a iluminação do filme também é muito boa, assim como o figurino e o uso das cores e cenários (principalmente aqueles são paisagens naturais comuns dentro do território brasileiro). A edição de cenas é simples, mas os cortes são precisos.

No final, O Palhaço é aquele tipo de filme que gritava por mais, mas em muitos momentos acabou se calando dentro da sua própria narrativa. O riso está ali, as lágrimas veladas também, mas há um pigarro na garganta que ficou preso e em certos momentos, impactou negativamente a boa experiência que é assistir a esta estória sendo construída. Mesmo assim, a eficiência do projeto é inegável, reforçando todo o potencial do cinema brasileiro em fazer inserções de grande impacto visual e narrativo. Há uma sensibilidade peculiar em produções dramáticas brasileiras, e esse filme prova isso.