La armonía

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El cuento de los tres ríos: Una lección de armonía
Había una vez, en un frondoso valle rodeado de majestuosas montañas, tres ríos fluían uno junto al otro. Cada río era único: el primero era un torrente veloz y poderoso, el segundo un arroyo suave y serpenteante, y el tercero una vía fluvial profunda y tranquila. Si bien compartían la misma fuente, sus caminos y naturalezas eran muy diferentes.

El conflicto
Un día, los ríos comenzaron a discutir. El Torrente se jactaba de su fuerza y ​​velocidad, afirmando ser el río más importante. "¡Sin mi fuerza, el valle se secaría!", exclamó. El Arroyo, con su suave voz, respondió: "Pero yo cuido las plantas y doy agua potable a las criaturas. ¡Sin mi dulzura, la vida sería un infierno!". El Río Tranquilo, profundo y sabio, escuchó en silencio hasta que ya no pudo contener su silencio. "Ambos tienen sus fortalezas", dijo. "Pero sus constantes disputas solo generan caos en el valle".

Las Consecuencias
Ignorando la sabiduría del Río Tranquilo, el Torrente continuó su furia, erosionando las orillas y provocando deslaves. El Arroyo, frustrado, desvió su curso, dejando partes del valle resecas. El Río Tranquilo, intentando mantener la paz, se vio desbordado al absorber la agitación de sus compañeros.

Con el cambio de estaciones, el valle comenzó a sufrir. Las cosechas se arruinaron, los animales huyeron y el paisaje, antaño vibrante, se volvió árido. Los ríos, al darse cuenta de la devastación que habían causado, sintieron un profundo arrepentimiento.

El Camino a la Armonía
En su momento de desesperación, los tres ríos se reunieron bajo la sombra de un árbol antiguo, buscando el consejo del sabio búho que vivía allí. El búho habló suavemente: «Cada uno de ustedes tiene un papel que desempeñar en este valle. No son sus diferencias las que crean discordia, sino su incapacidad para apreciarse mutuamente».

El Torrente, humilde, dijo: «8Puedo usar mi fuerza para abrir caminos a los demás, no para destruir». El Arroyo añadió: «Puedo nutrir la tierra mientras permito que el Torrente fluya libremente». El Río Tranquilo sonrió y dijo: «Y puedo mantener el equilibrio, asegurando que la fuerza y ​​la dulzura coexistan».



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