Throughout my life, 69 years that, thank God, I have now reached, I have witnessed many things, both in my own country and around the world—events both negative and positive that have marked humanity in some way. We have seen changes of popes and monarchs, economic ups and downs, the reunification of countries, and advances in medicine, technology, and society. However, something I never imagined witnessing was something I had only ever seen as the main theme of science fiction films and novels: the COVID-19 pandemic. Obviously, the world has had many other pandemics, but I had never witnessed any; they didn't happen in my lifetime. Throughout my life, I saw epidemics like cholera or H1N1, which were always localized to one or a few countries, but I never imagined that in 2020 there would be a catastrophe of such magnitude that would even reach my own country (Venezuela).

When we saw what was happening in other countries, we were overcome with sadness, we raised our prayers to heaven and felt compassion. Obviously, we knew there was a latent danger, especially when the virus began to reach the American continent and then specifically Latin America. But when the president of my country officially announced the arrival of the virus here, it was truly terrifying. Then came the lockdown, the empty streets, the pervasive fear, the uncertainty, the cases of people close to us who had been infected, until suddenly my eldest daughter fell ill, also noticing that she couldn't smell anything (an unmistakable sign of one of the symptoms). Later, it was my wife, my youngest daughter, and finally me. Although, thank God, we weren't seriously ill, we received daily calls from family members and even sporadic visits from people who offered us words of encouragement and even some food from our doorstep. My wife had a constant fever that wouldn't go away with anything, neither antipyretics nor antibiotics, but fortunately, thanks to the constant monitoring of her niece who is a doctor, it was detected that it was a urinary tract infection, so ciprofloxacin was the ideal remedy.

But nothing could have prepared us for what was to come. My sister-in-law (my wife's sister) fell seriously ill, as did the husband of another of my wife's sisters. Both were taken to different hospitals. It was a time of anguish and uncertainty, of desperate prayers, of feeling helpless each time we received the news that their oxygen saturation was dropping. Finally, one night, we received the incredible and tragic news that my sister-in-law had passed away. It was as if time had stopped for the whole family. She was someone very close, someone we all loved very much, so it was incredibly painful, especially because of the circumstances. We couldn't hold a wake or give her a proper burial; she was cremated (like all the victims of that infamous virus). As for my wife's brother-in-law, he did manage to leave the hospital, but he was never the same again. He could no longer walk, and finally, after being bedridden for almost four years, he died last year.

Although we will never forget our loved ones, time and the love of our entire family have helped us overcome adversity. And although there has been much speculation that it was a virus created with the intention of using it as a biological weapon, perhaps we will never know the truth. But all the tragedy this caused in the world is heartbreaking. Nevertheless, something has stayed with me through all of this. I learned to value family unity even more, the freedom that came after the forced confinement to prevent the spread of the virus, and I learned to value health even more. I understood that we have fragile bodies but unbreakable wills, and I sincerely hope to God that something like this never happens again. Thank you so much for allowing me to participate in these community chronicles; it has been a liberating activity for me.

A lo largo de mi vida, 69 años que gracias a Dios ya tengo cumplidos, han sido muchas las cosas que he presenciado, tanto en mi propio país como al rededor del mundo, eventos tanto negativos como positivos que han marcado a la humanidad de alguna manera. Hemos visto cambios de papas y monarcas, caídas y levantamientos en la economía, reunificaciones de paises y avances a nivel médico, tecnológico y social, sin embargo algo que jamás imaginé presenciar fue algo que hasta entonces yo solo había visto como tema principal de películas y novelas de ciencia ficción, me refiero a la Pandemia de Copvid 19. Obviamente el mundo ha tenido muchas otras pandemias pero yo jamás había presenciado alguna, no sucedieron en mi tiempo. A lo largo de toda mi vida yo llegué a ver epidemias como el cólera o el H1 N1 que siempre estuvieron focalizados en un país o en algunos paises, pero jamás imaginé que en el año 2020 hubiese una catástrofe de semejantes dimensiones que incluso llegara a mi propio país (Venezuela)

Cuando veíamos lo que estaba sucediendo en otros países nos estremecíamos de tristeza, elevábamos plegarias al cielo y nos compadecíamos, obviamente que sabíamos que había un peligro latente, en especial cuando el virus empezó a llegar al continente americano y luego específicamente a Latinoamérica, pero cuando el presidente de mi país anunció oficialmente la llegada del virus aquí fue de verdad aterrador, luego llegó el confinamiento, las calles vacías, el miedo latente, la incertidumbre, los casos de personas cercanas que se habían contagiado, hasta que de pronto mi hija mayor enfermó, detectando además que no podía percibir aromas (signo inequívoco de uno de los síntomas) posteriormente fue mi esposa, mi hija menor y por último yo. Aunque gracias a Dios no estábamos enfermos de gravedad, recibíamos a diario llamadas de familiares e incluso visitas esporádicas que desde la puerta de la casa nos daban palabras de aliento y hasta algunos alimentos. Mi esposa tenía una fiebre constante que no se quitaba con nada, ni antipiréticos, ni antibióticos, pero afortunadamente y gracias al monitoreo constante de su sobrina que es médico, detectó que se trataba de una infección urinaria, así que la ciprofloxacino fue el remedio ideal.

Pero nada podría prepararnos para lo que se vendría más adelante, mi cuñada (hermana de mi esposa) cayó gravemente enferma y también el esposo de otra de las hermanas de mi esposa, ambos fueron trasladados a hospitales diferentes, fueron momentos de angustia y de incertidumbre, de oraciones desesperadas, de importancia por no poder hacer nada cada vez que recibíamos la noticia de que la saturación de oxigeno estaba descendiendo, hasta que finalmente, durante una noche recibimos la increíble y trágica noticia de que mi cuñada había fallecido, fue como si el tiempo se hubiese detenido para toda la familia, era alguien muy cercano, alguien a quien todos amábamos mucho, así que fue muy doloroso, en especial por la circunstancias, porque no pudimos velar su cuerpo ni darle un entierro, fue cremada (como todas las víctimas de ese infame virus) en cuanto al cuñado de mi esposa, él sí logró salir del hospital, pero jamás volvió a ser el mismo de antes, ya no podía caminar y finalmente, después de estar casi 4 años en cama, murió el año pasado.

Aunque jamás olvidaremos a nuestros seres queridos, el tiempo y el cariño de toda la familia a ayudado a superar la adversidad, y aunque se ha especulado mucho acerca de que fue un virus creado con la intención de usarlo como arma biológica, quizá jamás sepamos la verdad, pero es triste toda la tragedia que esto causó en el mundo, de todos modos algo me quedó de todo esto, aprendí a valorar aún más la unión familiar, la libertad tras el confinamiento forzado para evitar la propagación del virus, aprendí a valorar aún más la salud, entendí que tenemos cuerpos frágiles pero voluntades inquebrantables, y sinceramente espero en Dios que algo como esto jamás vuelva a suceder. Muchas gracias por haberme permitido participar en estas crónicas de la comunidad, ha sido para mi una actividad liberadora.