ESCRIBIR ES UN MILAGRO

Años atrás, cuando comencé a reconocer que yo era dueña de mi vida y que podía hacer lo que quería, entré como en una especie de excursión donde iba conociendo y experimentando cosas que más tarde definiría mi personalidad. Entré en curso de música (guitarra y canto), me inscribi en la universidad para estudiar derecho, busque trabajar para manejar mi propio dinero, me fascinaba hacer noches de películas con mis amigos, viajé sola por primera vez, conocí gente de otras ciudades… y peleaba constantemente con mi madre porque yo era dueña de mi vida y ella no podía decirme que hacer. Esos eran mis pensamientos y mi forma de actuar cuando tenía dieciocho años. Cualquiera pensaría que tenía una buena vida, yo me lo creía; pensaba que era feliz porque el poder estaba sobre mis manos y tendría la vida que soñaba porque nada podía salir mal.

Hasta que ocurre el primer evento canónico de mi historia; la muerte de mi papá. Un día de repente, ya no estaba y todo comenzó a desmoronarse, por supuesto, herida por su ausencia, aun así quise continuar con la vida “buena” que tenía. Pero se volvió sumamente difícil y a nada podía encontrarle sentido, no podía ver las cosas de la misma manera que las veía antes de su muerte. - ¿Por qué razón? - me preguntaba constantemente. Pues era él quien me sostenía, era él quien me apoyaba en mis decisiones, era él quien siempre veía cosas buenas en mi y me hacía sentir su amor incondicional ¿Cómo podría continuar sin nada de esto de la noche a la mañana?

Lo había perdido todo, no había razón para hacer las cosas que me gustaban como salir de casa, no había razón para querer trabajar, ni razón para estar con amigos o mi pareja sentimental, ya no quería pintar, cantar, no quedaba nada que me motivara a escribir, que era de mis actividades favoritas, o tan siquiera hacer las cosas más sencillas como tener la casa limpia, querer bañarme, cepillar mis diente o peinarme; y así fui gradualmente hasta llegar al punto de pedirle en mi mente a Dios si es que existía, que me dejara morir también y que por favor lo hiciera él porque no quería causarle un dolor más grande del que yo sentía a mi familia al enterarse que me había suicidado.

A pesar de todo una pequeña frase que me dijo el pastor Pedro Mendoza (amigo muy querido de la familia) cuando papá murió, quedó resonando en mi mente: “Tu papá fue una pequeña muestra de lo que puede ser Dios para tí” Pero mis oídos estaban sordos y mis ojos ciegos para poder entender en ese momento lo esto significaba. Durante 3 años estuve vagando en la oscuridad de la tristeza, creyendo que era debido a mi duelo, hasta que un día decidí atender el llamado y aún llena de dudas decidí abrir la puerta, solo para darme cuenta que mi oscura tristeza no era por la ausencia de mi padre sino por la ausencia de cristo en mi corazón.

Desde entonces me dediqué a conocerlo y pude recobrar todo lo que había perdido y aún más recibir lo que no sabía que me hacía falta. Así como gradualmente perdí las ganas de vivir, gradualmente las fui recuperando pero ahora con el deseo de vivirla solo para quien me ha demostrado en un madero cuánto valor tiene mi vida. Ya me gusta de nuevo bañarme, me he vuelto a cepillar los dientes y aún mejor porque lo hago dos veces al día, he vuelto a salir con amigos y reído a carcajadas pero Dios ha puesto a uno en especial que ha sabido enseñarme a andar en sus caminos, he vuelto a cantar aunque lo sigo haciendo en mi habitación pero ahora lo hago con más fuerza porque es para Dios, y sobre todo he vuelto a escribir pero solo he encontrado verdadero gozo cuando escribo de lo que Dios ha hecho en mí.

Para mi, algo tan sencillo como escribir es un milagro contundente que demuestran el poder y las maravillas de Cristo porque hoy puedo contarles que tanto las buenas como las malas decisiones que he tomado me han llevado a una sola cosa: Los pies de Cristo.

Bendito sea el proceso que ha enseñado a depender de Él. Ya no tengo ganas de escribir sobre el mundo, ahora mi deseo es poder escribirle al mundo de quien me salvo. ¡Que maravilloso ha sido Dios para mi vida! Son demasiadas las cosas que deseo contar y demasiados los pensamientos que tengo sobre él, que no sé ni por dónde empezar.

Dios se ha sumergido en mí y ha ocupado hasta el más diminuto rincón de mi vida que parecería inaudito que yo les dijera que su bondad es tan inmensa como para dejarme que hoy escriba sobre este papel. La gente del común dirá “escribir puede hacerlo cualquiera” pero hoy tengo que decir que no cualquiera puede escribir sobre lo que es Dios para sí mismo, porque sencillamente no lo conocen. Yo le he conocido, y apenas una gotita de su inigualable amor ha sido suficiente para inundar y transformar todo mi ser. ¿Quién tiene el privilegio de decir “Yo escribo sobre lo que significa Dios para mi”? Estamos contados. Muchos son los llamados y pocos los escogidos. (Mateo 22:14) ¿Quien tiene el privilegio de decir “Dios me ha escogido”? Sólo los que verdaderamente han abierto su corazón a él. Yo no podría sentirme más dichosa al decir que Dios me ha escogido, quedan pequeñas las palabras al intentar explicarles esta nueva emoción que siento desde que procuré conocerle.

Los milagros han sido muchos pero ya tendremos tiempo para ir contándoles uno a uno. Y recuerden abrir la puerta porque lo que Dios trae siempre es más grande de lo que teníamos.

¡Dios les bendiga!

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Muchas gracias por leer.
¡Hasta pronto!

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