A coffee to smile | Week 125 [EN/ES]

Hello coffee lovers!

I come to this magical space, wandering with a cup of coffee that watches me, and I'm the one who watches it, trying to get it to tell me something, to give me some sign... Who knows, maybe among the strangers surrounding me and their conversations, I might find myself.

Today is a special day for a family I care deeply about. It's Lía's birthday, @lizandra's youngest daughter, and I have the honor of being invited to be part of a surprise celebration for her. Lía thinks she won't have a party to celebrate, that it will just be a day where she'll go somewhere with her mother and then return home to live another day. However, @lizandra has been making preparations for days so that, while the two of them are out of the house, some friends will be there organizing everything necessary to welcome her as a surprise as soon as they arrive.

All of this will be in three hours and here I am, drinking coffee in a cafe… trying to find some smile I once had and lost too many weeks ago.

Right now, I'm not the company anyone could ever need. I'm incapable of smiling. I'm a cloud in pants, as Mayakovsky said, lost in the wind; a swing where the empty breath hangs in my throat, searching, outside the doors, for the ground that was ripped from me. Lía doesn't need someone like that; she needs someone to smile if she's to be present, and I truly feel like a ghost that doesn't exist. I don't like wearing masks; I'm not that kind of person. I like to smile and give everything I have so that others feel good and are happy; that's who I am, imperfectly so. So, if I'm not going to put on a mask, I need to find some smile with which I can attend the birthday party the way they need it. That's why I'm here, to talk with Charles, that Chaplin who taught us that laughter can heal souls (I also say this as a psychologist, but now I'm an imperfect human without smiles), and while I wait for him to speak to me, I drink another cup of coffee.

Time passes and new customers begin to arrive, they sit close, talk, laugh, continue talking, and I inevitably hear them, not Chaplin, but them.

I'm not one to form judgments about others without really knowing them. I don't let myself be swayed by social stigmas or prejudices that lead many astray. I observe clients and let myself be carried away by their indiscreet conversations, perhaps as a way to keep my mind off what's hurting me, but rather to distract myself, so I might find something interesting to listen to...

On one side, some girls are looking inquisitively at others, detailing their gestures as they sip their coffee, as if there were an inalienable method to it. The incident doesn't even make me sad; I let it flow and try to smile, even though I feel it's a mask emerging, and I've already said that I don't like masks.

On the other hand, some kids laugh behind me as they talk about how they'll carry out their plans to prosper by helping each other. This exchange is something that truly brings positive energy. I let myself be carried away by their words, and I find myself breathing deeply and trying to let myself flow. I smile, believing I'm toasting with Charles Chaplin as we, now, converse silently with a jazz band playing in the background.

Two cups of coffee later, it's time for Lía's birthday party. I look back at the swing. I don't know if I'll be able to smile, but at least I try to gather momentum and take the plunge. Sometimes, for the sake of others, you have to tattoo a mask on your face so they think you're smiling because it's not their fault.

To you, I just wish you a smile as I send my hugs of light to the wind, each and every one of you.

See you next time, a cup of coffee that illuminates you!

¡Hola amantes del café!

Vengo a este espacio mágico divagando con una taza de café que me observa y soy yo quien la observa entonces tratando de que me diga algo, me de alguna señal… Quién sabe, si entre los desconocidos que me rodean y sus conversaciones, pueda encontrarme a mí mismo.

Hoy es un día especial para una familia que estimo mucho. Es el cumpleaños de Lía, la hija menor de @lizandra y tengo el honor de haber sido invitado a formar parte de una celebración sorpresa para ella. Lía piensa que no tendrá una fiesta para celebrar, que solo será un día en el que saldrá con su madre a algún sitio y luego regresar a casa a vivir un día más. Sin embargo, @lizandra lleva jornadas haciendo preparativos para que, mientras ellas dos están fuera de casa, algunos amigos estemos ahí organizando lo necesario para recibirla sorpresivamente en cuanto lleguen.

Todo esto será dentro de tres horas y acá estoy, bebiendo café en una cafetería… tratando de encontrar alguna sonrisa que alguna vez tuve y he perdido hace ya demasiadas semanas.

Ahora mismo no soy la compañía que pueda necesitar alguien. No soy capaz de sonreír. Soy una nube en pantalones, como decía Maiakovsky, perdido en el viento; un columpio donde cuelga el aliento vacío de mi garganta buscando, puertas afuera, el suelo que me arrancaron. Lía no necesita de alguien así, ella necesita de alguien que sonría si ha de estar presente y yo realmente me siento como un fantasma que no existe. No me gusta usar máscaras, no soy de ese tipo de personas. Me gusta sonreír y entregar de mí todo para que los demás se sientan bien y sean felices, así soy, imperfectamente así. Entonces, si no he de ponerme una máscara, preciso encontrar alguna sonrisa con la cual poder asistir al cumpleaños como ellas necesitan. Para eso, llego acá, para dialogar con Charles, ese Chaplin que nos enseñó que la risa es capaz de curar las almas (eso también lo digo como psicólogo, pero ahora soy un humano imperfecto y sin sonrisas), y mientras espero que me hable, bebo otra taza de café.

Transcurre el tiempo y comienzan a llegar nuevos clientes, se sientan cerca, hablan, ríen, continúan hablando y les escucho inevitablemente, no a Chaplin, sino a ellos.

No soy de los que se forman juicios sobre los demás sin conocerlos realmente. No me dejo llevar por los estigmas sociales o algún prejuicio por el que muchos se pierden. Observo a los clientes y me dejo llevar por sus indiscretas conversaciones, tal vez como un método para yo no pensar en lo que me duele, sino distraerme y así quizás encuentre algo interesante que escuchar…

Por un lado, unas chicas mirando inquisitivamente a otras, detallando sobre sus gestos al sorber el café, como si hubiese un método inalienable para ello. Ni siquiera me pone triste el suceso, lo dejo fluir e intento sonreír a pesar de que siento es una máscara que surge y ya dije que las máscaras no me gustan.

Por otro lado, unos chicos ríen detrás de mí mientras hablan de cómo llevarán a cabo sus planes de prosperar ayudándose unos a otros. Este diálogo sí es algo que aporta energías positivas. Me dejo llevar por sus palabras, y descubro que respiro profundamente y hago mi esfuerzo por dejarme fluir y sonrío creyéndome que brindo con Charles Chaplin mientras somos ahora, quienes dialogamos en silencio con una banda de jazz tocando de fondo.

Dos tazas de café más tarde, llega la hora en que debo ir al cumpleaños de Lía. Vuelvo a mirar al columpio, no sé si seré capaz de sonreír, pero al menos intento coger impulso y lanzarme. A veces, por los demás, es preciso tatuarse una máscara en el rostro para que crean que uno sonríe porque ellos no tienen la culpa de nada.

A ustedes, solo les deseo que sonrían mientras lanzo al viento mis abrazos de luz, a cada uno.

¡Hasta una próxima taza de café que los ilumine!