Aún no lo creo, pero fue así

Cover creada con Canva por @riblaeditores

Desde aquel 20 de febrero de 2010, han pasado quince años, también del encuentro, la conversación, del hecho. Y cada vez que por una u otra razón hago referencia a ello, los interlocutores con quienes he compartido aquello no pueden evitar mirarme como si intentaran descubrir la verdad o falsedad de lo que digo. Intentaré ser fiel a los detalles.

Lo que recuerdo, es que durante una reunión a la que fui invitado me informaron que formaría parte del reducido grupo de escritores vueltabajeros que recibirían a la premiada Príncipe de Asturias de las Letras 2008 durante su visita en aquel territorio. A pesar de los detalles (que tampoco fueron muchos) no di crédito por aquello de la desconfianza que se experimenta ante lo invisible y por seguir el refrán de ver para creer.

Fui consciente entonces de que a pesar de que en La Gaveta, Revista de Arte y Literatura donde trabajaba y donde publicamos sin permiso algo de su obra, no conocía absolutamente nada sobre la novela homónima de Margaret Atwood, menos las adaptaciones al cine de su cuento La criada (1985), ni el filme (1990) dirigido por Volker Schlöndorff y protagonizada por Natasha Richardson, Robert Duvall y Faye Dunaway. La novela de Atwood, se convertiría en 2017 en la serie distópica de televisión estadounidense escrita por Bruce Miller, con participación de Elisabeth Moss, Joseph Fiennes, Yvonne Strahovski, entre muchos otros actores de la escena estadounidense.

Desde recibir la información de su viaje hasta concretarse el mismo, recuerdo con claridad un par de cosas en medio de tanta información. Primero, la investigación sobre su obra, críticas, comentarios, archivos periodísticos de prensa plana, digital, las relecturas de obras básicas del sistema político cubano que me tuvieron en un estado de ensimismamiento subrayando cada tema como un colegial de preparatoria. Segundo, la expectativa ante lo desconocido, el no saber cómo resultaría el encuentro ya que era mi primera vez con una visita que significaba —no solo por su importancia— sino porque de alguna manera ya había desandado el paraninfo que todo escritor sueña. Tercero: todo el discurso que en mi mente iba desarrollándose, sin saber en qué momento darle rienda suelta. He de añadir que de las fotos de este encuentro, solo pude reconstruir una que es la que dejo justo debajo.

Margaret Atwood, firmando el libro de visitantes en el Mural de la Prehistoria en Viñales, Pinar del Río Cuba | Foto propiedad de @riblaeditores

Aquella mañana hicimos el recorrido habitual hasta la Plaza Polo Montañés en Viñales, Pinar del Río, Cuba, y la vi detenerse junto a su esposo Graeme Gibson y la traductora Yasmín González Vale, quien hizo las presentaciones de rigor. Por parte de la Dirección Provincial de Cultura en Pinar del Río, el subdirector Gabriel Acosta Iglesias, la especialista de Relaciones Internacionales, Neivis Pando, el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en su sede de Pinar del Río y Director del Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura (CPDLL) Hermanos Loynaz, Juan Ramón de la Portilla Negrín, el trabajador de la Cadena ARTEX Luis Enrique Ortega, por último, el director de La Gaveta, Revista de Arte y Literatura de la Asociación Hermanos Saíz, Luis Amaury Rodríguez Ramírez.

Nos trasladamos desde la Plaza Polo Montañés hasta el Mural de la Prehistoria o viceversa, puede incluso que después de tanto tiempo confunda el orden en los lugares. Juré y perjuré que mantendría la boca cerrada, solo iba a responder de forma ocasional alguna pregunta o en caso de que se fomentara el debate intervendría si lo consideraba necesario, pero mi equivocación no pudo ser mayor. Nos trasladamos desde el Mural de la Prehistoria hasta la Plaza Polo Montañés, y quiso la casualidad que la señora Atwood se adelantara dejándonos, sin intención, a Juan Ramón y a mí, como compañía de su esposo Graeme Gibson, a quien por supuesto, pregunté si estaba de acuerdo en que le regalásemos a su señora la revista y un libro que llevé para ella, tuve su consejo y nos movimos hacia el interior de la Plaza. También solicité ayuda de la traductora para que nos ayudara a evitar cualquier vergüenza a causa de alguna confusión con ciertas palabras del idioma.

Ya en el Mural de la Prehistoria, alrededor de la Piña Colada, pude relajarme e indagar sobre el trabajo de su esposo, también escritor –con una novela (Emoción Perpetua) publicada en Cuba por Arte y Literatura, quince años antes de aquel momento– los estudios de postgrado de la escritora en Cambridge y Harvard, entre otros detalles. Esperé un poco más para hablarle de la revista, de nuestro agrado en haber podido publicar una muestra de su obra y un libro mío que humildemente guardaba para ella. Tal como dijera míster Gibson, estuvo encantada con la idea, preguntó si el libro en cuestión estaba en inglés, dije que no, que era una edición bilingüe página/página:

¿Podré aprender algo de Español con su libro? —Dijo y me miró con aquellos ojos azules que destilaban sinceridad y una apertura total ante cualquier tema.

No lo creo, pero igual puede leerlo... —fue lo único que pude responder.

Ella sonrió y yo respiré aliviado porque sin proponérmelo la broma había funcionado. Mrs. Atwood y Mr. Gibson comentaron la cooperación de varios escritores canadienses para una especie de antología que hicieron, entre otros proyectos.

De salida hacia otro de los puntos, solicité su permiso para publicar estas impresiones, tuve la aprobación de ambos y mi sorpresa fue aún más grande, al verla interesada en visitar mi blog donde publiqué por primera vez y peor, preso de la emoción esta crónica que ahora reescribo. Tuve a bien advertirle que no era conocido, que el blog en sí mismo apenas era visitado, y otra vez, no sé si por cortesía o por lógica, respondió:

—No te preocupes, ya lo verán, es que Internet es una red social muy grande.

La escuché decir mientras abordaba el auto.

Ya durante el almuerzo en la Casa del Veguero entregué las revistas prometidas y el libro, el que como todo lector voraz, recorrió con la vista en varias ocasiones. Abordamos algunos otros temas con más o menos interés, todos acerca de la cultura y los escritores, no hicimos preguntas más que para intentar comprometerla a que nos entregara el material que quisiera para publicar por el sello editorial Loynaz, y nos dejó como regalo un ejemplar de su libro Dancing Girls, pero esto es otra historia. Finalizado el almuerzo, volví sobre el tema y dije.

Casa del Veguero (imagen mejorada con aiease.ai/Tomada de https://www.buenviajeacuba.com/noticia/la-casa-del-veguero-hogar-de-tradicion-tabacalera-

Si usted escribe cualquier cosa, y nos considera merecedores, por favor, considérese en libertad de enviarnos cualquier cosa. —Otra vez volvió a mirarme.

Ah, querido, ya tengo cierta edad, no creo que ahora tenga planes de hacer nada nuevo.

Más triste que sentido por la respuesta, terminé de acompañarlos los metros que faltaban hasta el vehículo en que regresarían a la capital por el regreso inminente en próximas horas, donde nos despedimos, dejándonos, al menos a mí, una sensación que hasta hoy no puedo y no creo podré describir en largo tiempo. De la vida, debo agradecer muchas cosas, ante Dios, mis respetos por su manera tan singular de escribir en torcidos renglones y poner ante mis ojos un regalo que agradeceré siempre, porque irá conmigo a pesar de cualquier inclemencia por los siglos de los siglos, aún no lo creo, pero fue así.



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6 comments
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Tú conociste a Margaret Atwood 🫨
*Se desmaya en escritora de CF

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¡Qué suerte conocer a Margaret Atwood!¡Qué hermosa crónica! Se puede respirar la magia del momento al leerla.

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