Hola!

Yo nunca imaginé que apenas al levantarme en la mañana, mientras el sol se colaba por las ventanas de la casa, encontraría un visitante inesperado en la pared del cuarto. Al principio, pensé que “¡Una abeja!” había entrado por algún lado, pensé, que la forma de su cuerpo, sus colores vibrantes y el modo en que descansaba sobre la superficie de la pared, podría ser una abeja capaz de picar. Mi esposa e hija le tienen respeto a las abejas… Pero algo no me encajaba. Sus alas, finas como una lámina de cristal, parecían demasiado delicadas para pertenecer a una abeja, además de su contextura y tamaño.

Parecían más un abejorro en el aire que la estructura de vuelo de una abeja, así que, mi miedo inicial se disipó un poco y me acerqué con mucha cautela, examinando cada detalle de aquel insecto que parecía observarme con la misma curiosidad.

No era una abeja, de eso estaba seguro y tampoco era una avispa. Era una polilla!!! Y la reconocí porque pude observar en sus antenas una vellosidad característica de las polillas. Pero era cualquier polilla. Son una criatura única, diseñada por la naturaleza para engañar a los ojos de nosotros los humanos. Su cuerpo, sus colores, su forma de posarse en la pared… Todo estaba meticulosamente adaptado para que cualquiera la confundiera con algo más peligroso de lo que realmente era.

Investigando un poco en la red, descubrí que este fenómeno se llama mimetismo batesiano (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Mimetismo_batesiano): que significa cuando un ser inofensivo copia la apariencia de una especie peligrosa para sobrevivir. En otras palabras, esta polilla tenía el disfraz perfecto, un escudo contra los depredadores.

A medida que leía y aprendía más, mi fascinación crecía. Supe que probablemente pertenecía a la familia Sesiidae, un grupo de polillas que han desarrollado la asombrosa capacidad de parecerse a avispas o abejas, convirtiéndose en maestras del engaño evolutivo. (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Sesiidae)
Pero lo más impresionante de todo eran sus alas. Por lo que me preguntaba: ¿Cómo podía tener aquella transparencia casi mágica? La respuesta estaba en su estructura. A diferencia de otras polillas cubiertas de escamas densas, esta especie había evolucionado de manera distinta: había perdido la mayoría de las escamas en sus alas, dejando solamente las venas y una membrana delicada e incolora. (ver: https://www.mnhn.gob.cl/noticias/las-escamas-de-los-lepidopteros)

Ese rasgo le daba una ventaja formidable ante los depredadores, que la hacía parecer ligera y rápida, para lograr evitar el ataque de depredadores. Además, su engaño era aún más convincente, porque su estructura alada le otorgaba un aire etéreo, como si flotara entre dos mundos.

Observé al pequeño insecto por varios minutos. Lo que había comenzado como un pequeño susto se había transformado en un momento de aprendizaje y asombro. Había aprendido que la naturaleza es un escenario de maravillas constantes, y que cada criatura, por más pequeña que sea, tiene una historia digna de ser contada.

Entonces ocurrió. Sin previo aviso, la polilla agitó sus alas con suavidad y comenzó a elevarse, haciendo un ruido idéntico al de un abejorro. Su vuelo era ligero, elegante, casi irreal. En cuestión de segundos, cruzó la habitación y encontró la ventana entreabierta, donde se perdió en la luz del día.

Me quedé inmóvil, contemplando el espacio donde había estado. Ya no sentía miedo ni sorpresa. Solo admiración. Aquel insecto había estado allí solo unos minutos, bueno, desde que lo vi realmente, pero me había dejado una historia inolvidable.

La naturaleza tiene formas asombrosas de sorprendernos, y en ese momento lo supe con certeza.