¡Un saludo a todos los usuarios de Hive y a los atletas de la SWC! Espero que estén disfrutando de un excelente día. En esta ocasión, quiero compartir con ustedes una tarde de entrenamiento que se sintió como una obra de arte, con un lienzo de atardecer pintado de naranja y morado. ¡Espero que les guste!

Apreciados lectores, la tarde se presentó con una tranquilidad casi mágica. El sol, en su descenso, comenzó a bañar el cielo con tonos vibrantes de naranja, rosa y morado. Fue un espectáculo visual perfecto para una sesión enfocada en los skills estáticos, donde la calma del ambiente complementaba la intensidad de los movimientos. Decidí que mi rutina se centraría en tres elementos que exigen fuerza, control y un equilibrio mental absoluto.

Mi entrenamiento comenzó con el Handstand. Invertí mi cuerpo, empujando con fuerza desde mis hombros para encontrar el equilibrio. El cielo anaranjado se veía desde una perspectiva completamente nueva, y cada pequeño ajuste para mantener la estabilidad se sentía como una danza en perfecta sintonía con el entorno. El Handstand es más que un simple ejercicio, es un ejercicio de meditación que exige una concentración total en el presente, algo que la tranquilidad de la tarde facilitó enormemente.

Después de trabajar en la vertical, pasé a un desafío horizontal: el dragon straddle planche. Para este movimiento, me enfoqué en la fuerza bruta de empuje, manteniendo mi cuerpo paralelo al suelo mientras mis hombros rugían en un esfuerzo controlado. La sensación de luchar contra la gravedad y mantener la forma impecable es un arte en sí mismo. Aunque el movimiento es un trabajo de fuerza, la calma del atardecer hizo que cada hold se sintiera más enfocado y menos agotador mentalmente.

Para culminar la sesión, me enfrenté al one arm elbow lever. Este es un movimiento de un solo brazo que combina el equilibrio del Handstand con la fuerza de la plancha. Me apoyé sobre un solo codo, ajustando el peso de mi cuerpo para encontrar el punto de equilibrio. Era la prueba final, un desafío de fuerza y balance asimétrico que puso a prueba todo mi esfuerzo. La lucha por mantenerme estable fue intensa, pero la satisfacción al lograrlo fue inmensa.

Al terminar, el atardecer ya había llegado a su máximo esplendor. Me senté a descansar, apreciando la belleza del cielo y la sensación de logro. La sesión fue un recordatorio de que la calistenia es una disciplina multifacética: a veces se trata de fuerza bruta, otras de equilibrio y, en ocasiones, de ambas. Pero siempre se trata de encontrar esa conexión entre el cuerpo, la mente y el entorno.

Sin más que agregar me despido, estén atentos a los próximos post ¡Hasta la Próxima!