The Boy and the Geese by the Lake || El niño y los Gansos[ENG/ESP]

In the heart of the city, between large buildings and noisy streets, there was a park with an artificial lake. It was a place where people went to walk, exercise, or simply rest under the shade of the trees. A group of white geese lived in the lake, swimming peacefully, although few paid attention to them.

Texas, a ten-year-old boy, passed by the park every day on his way to school. He always stopped to watch the geese. He thought they were beautiful and elegant, but he noticed something that worried him: many people ignored them, and some even scared them away or threw trash at them.

One day, he saw a goose that was smaller and weaker than the others. It was obvious it was hungry, so Texas decided to share part of his lunch with it. He took out a piece of bread and carefully crumbled it. At first, the goose hesitated, but then it came over and ate from his hand. From then on, Texas made this a habit. Every day, he brought a little bread, rice, or seeds for his new friends.

Over time, the geese began to wait for him. When they saw him coming, they swam quickly to the shore and flapped their wings joyfully. The people in the park began to notice this special friendship, and some children joined Tomas, also bringing food for the geese.

But not everyone was happy about this. A park ranger scolded him one day:
"You shouldn't feed the geese, child. They're just birds; they don't need you."

Tomas was saddened, but he didn't stop worrying about them. Then, one night, there was a violent storm. The wind tore branches from the trees, the lake water churned violently, and the next day the park was littered with trash and debris.

When Tomas arrived, he saw the frightened geese. Some were trapped in plastic and debris that the storm had carried. Without hesitation, he ran to help them. He carefully untied the trapped ones and cleaned the lake shore as best he could. Several people saw him and, moved by his efforts, began to help.

The guard who had scolded him was also there. He watched silently as Tomas and other children cleaned the park and helped the geese. Finally, he sighed and said, "Maybe I was wrong, kid. These geese do need you."

From that day on, the park became a cleaner and safer place for geese and people. Tomás continued visiting his friends, and thanks to him, many more people learned to respect and care for the lake's animals.

And so, in the middle of the big city, a boy and a group of geese showed that a small act of kindness can make a big difference.

En el corazón de la ciudad, entre grandes edificios y calles ruidosas, había un parque con un lago artificial. Era un lugar donde la gente iba a pasear, hacer ejercicio o simplemente descansar bajo la sombra de los árboles. En el lago vivía un grupo de gansos blancos que nadaban tranquilos, aunque pocos les prestaban atención.

Tomás, un niño de diez años, pasaba por el parque todos los días camino a la escuela. Siempre se detenía a observar a los gansos. Le parecían hermosos y elegantes, pero notó algo que le preocupó: muchas personas los ignoraban y algunos incluso los espantaban o les arrojaban basura.

Un día, vio a un ganso más pequeño y débil que los demás. Se notaba que tenía hambre, así que Tomás decidió compartir con él parte de su almuerzo. Sacó un pedazo de pan y lo desmenuzó con cuidado. Al principio, el ganso dudó, pero luego se acercó y comió de su mano. Desde entonces, Tomás hizo de esto una costumbre. Cada día llevaba un poco de pan, arroz o semillas para sus nuevos amigos.

Con el tiempo, los gansos comenzaron a esperarlo. Cuando lo veían llegar, nadaban rápido hacia la orilla y agitaban sus alas con alegría. La gente del parque empezó a notar esta amistad especial y algunos niños se unieron a Tomás, llevando también comida para los gansos.

Pero no todos estaban felices con esto. Un guardia del parque lo regañó un día:
—No debes alimentar a los gansos, niño. Son solo aves, no necesitan de ti.

Tomás se entristeció, pero no dejó de preocuparse por ellos. Entonces, una noche, hubo una fuerte tormenta. El viento arrancó ramas de los árboles, el agua del lago se agitó con fuerza y al día siguiente el parque estaba lleno de basura y escombros.

Cuando Tomás llegó, vio a los gansos asustados. Algunos estaban atrapados entre plásticos y desechos que la tormenta había arrastrado. Sin dudarlo, corrió a ayudarlos. Desató con cuidado a los que estaban atrapados y limpió la orilla del lago lo mejor que pudo. Varias personas lo vieron y, conmovidas por su esfuerzo, comenzaron a ayudar.

El guardia que lo había regañado también estaba allí. Observó en silencio cómo Tomás y otros niños limpiaban el parque y ayudaban a los gansos. Finalmente, suspiró y dijo:
—Tal vez me equivoqué, chico. Estos gansos sí te necesitan.

Desde ese día, el parque se convirtió en un lugar más limpio y seguro para los gansos y para las personas. Tomás siguió visitando a sus amigos y, gracias a él, muchas más personas aprendieron a respetar y cuidar a los animales del lago.

Y así, en medio de la gran ciudad, un niño y un grupo de gansos demostraron que un pequeño acto de bondad puede hacer una gran diferencia.