Shawarma Competition || Competencia de Shawarma [Eng /Esp]

Good morning everyone, the other day I went to enjoy some Middle Eastern food and ordered the classic shawarmas. The moment the plate hit the table, I knew the night was going to have a happy ending.

In front of me, two shawarmas seemed to be looking at me as if they knew I wouldn’t be able to choose which one to start with. The one on the left, with its juicy meat peeking out from between purple cabbage leaves and creamy sauce, seemed to invite me to a bold, flavor-packed bite. The one on the right, more discreet but just as tempting, revealed golden chicken pieces, fresh tomato, and a perfume of spices that made me close my eyes for a second.

I picked up the first one, feeling its warmth through the paper, and took a decisive bite. The tortilla was lightly toasted, crispy on the outside yet soft on the inside, and the mix of meat, vegetables, and sauce made me forget any conversation happening around me. Then, like someone betraying an old friend but for a good cause, I dove into the second. The chicken was juicy, with that touch of garlic and lemon that made me smile without realizing it.

In the end, there was no winner. Bite after bite, I understood it wasn’t about choosing—it was about enjoying the moment… and promising myself that next time, I’d order exactly the same thing.

Buenas días a todos, los otros días fui a degustar comida árabe y me pedí los clásicos shawarmas Apenas el plato llegó a la mesa, sentí que la noche iba a tener un final feliz.
Frente a mí, dos shawarmas me miraban como si supieran que no iba a poder elegir por cuál empezar. El de la izquierda, con su carne jugosa asomando entre hojas de repollo morado y salsa cremosa, parecía invitarme a un bocado intenso y lleno de sabor. El de la derecha, más discreto pero igual de tentador, dejaba entrever trozos de pollo dorado, tomate fresco y un perfume de especias que me hacía cerrar los ojos por un segundo.

Tomé el primero entre las manos, sintiendo el calor a través del papel, y le di un mordisco decidido. La tortilla estaba apenas tostada, crujiente por fuera pero suave por dentro, y la mezcla de carne, verduras y salsa me hizo olvidar cualquier conversación que hubiese alrededor. Después, como quien traiciona a un viejo amigo pero por una buena causa, me lancé al segundo. El pollo estaba jugoso, con ese toque de ajo y limón que me hizo sonreír sin darme cuenta.

Al final, no hubo un ganador. Entre mordisco y mordisco, entendí que no se trataba de elegir, sino de disfrutar el momento… y de prometerme que la próxima vez pediría exactamente lo mismo.