Perfect Sunrise || Amanecer Perfecto [Eng/Esp]
That morning, the river dawned silently, as if it knew something special was about to happen. The sun barely peeked through the clouds, painting the sky with shades of gold and blue. The fresh air brushed your face, awakening your senses and filling your lungs with the peace that only water can bring.
We boarded the boat early, our hands still cold and our bodies wrapped in wetsuits. The motor roared softly, and we began to move away from the shore. We didn't talk much, but there was no need to: the landscape spoke for itself.
At the bow, he sat silently, absorbed in his thoughts or perhaps simply enjoying the moment. The sun reflected his silhouette on the calm water, and each stroke left a faint trail, like a fleeting signature on the river's mirror.
Further ahead, he stood, oar in hand, his gaze fixed on the horizon. The city loomed in the distance, but in that moment, neither buildings nor obligations mattered. Just the river, the sun, and the gentle swaying of the boat.
And there we were: two people, a boat, and a perfect sunrise over a seemingly endless river. Sometimes, happiness lies in the simple things. And this was one of those times.
Esa mañana el río amaneció en silencio, como si supiera que algo especial iba a pasar. El sol apenas asomaba entre las nubes, pintando el cielo con tonos dorados y azules. El aire fresco rozaba el rostro, despertando los sentidos y llenando los pulmones de esa paz que solo el agua sabe regalar.
Nos subimos a la lancha temprano, todavía con las manos frías y el cuerpo envuelto en buzos. El motor rugió suavemente y comenzamos a alejarnos de la orilla. No hablábamos mucho, pero no hacía falta: el paisaje hablaba por nosotros.
En la proa, él se sentó en silencio, absorto en sus pensamientos o tal vez simplemente disfrutando del momento. El sol reflejaba su silueta sobre el agua tranquila, y cada remo movido dejaba una estela leve, como una firma fugaz en el espejo del río.
Más adelante, se puso de pie, con el remo en mano y la mirada fija en el horizonte. La ciudad se dibujaba a lo lejos, pero en ese instante no importaban los edificios ni las obligaciones. Solo el río, el sol y el vaivén tranquilo de la embarcación.
Y ahí estábamos: dos personas, una lancha, y un amanecer perfecto sobre un río que parecía no tener fin. A veces, la felicidad se esconde en lo simple. Y esta fue una de esas veces.
