Magic Moments ¦¦ Momentos Mágicos [ENG/ESP]
The sun was beginning to go down, coloring the sky with warm tones: intense oranges, soft pinks and golden touches that were reflected in the crystalline surface of the pool. Clara slowly submerged herself, letting the warm water caress her skin after a hot day.
From the shore, Martín watched her, smiling as she floated with her eyes closed, at peace with the world. He took his camera, trying to capture the perfect moment: Clara, the sunset, and that moment when everything seemed to stop.
—It's beautiful, right? —said Clara, without opening her eyes.
"Yes, but I don't know what's more beautiful, the sunset or you," Martín responded, lowering the camera.
She opened her eyes, laughing softly. The golden lights of the sun caressed their face, and in that moment, everything seemed magical, as if the entire world had gathered around them, the pool, and that sunset.
"Come, the water is perfect," Clara invited him.
Martín put the camera aside and dived in next to her. The water was warm, and together they floated, watching the sun slowly disappear over the horizon, leaving a starry sky as witness to an afternoon they would never forget.
That night, the pool was not only a place of rest, but the scene of a perfect moment, where the beauty of the sunset mixed with the promise of an eternal memory.
El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos cálidos: naranjas intensos, rosados suaves y pinceladas doradas que se reflejaban en la superficie cristalina de la pileta. Clara se sumergió lentamente, dejando que el agua tibia acariciara su piel después de un día caluroso.
Desde la orilla, Martín la observaba, sonriendo mientras ella flotaba con los ojos cerrados, en paz con el mundo. Él tomó su cámara, intentando capturar el momento perfecto: Clara, el atardecer, y ese instante en el que todo parecía detenerse.
—Es hermoso, ¿verdad? —dijo Clara, sin abrir los ojos.
—Sí, pero no sé qué es más hermoso, si el atardecer o tú —respondió Martín, bajando la cámara.
Ella abrió los ojos, riendo suavemente. Las luces doradas del sol acariciaban su rostro, y en ese instante, todo parecía mágico, como si el mundo entero se hubiera reunido en torno a ellos, a la pileta, y a ese atardecer.
—Ven, el agua está perfecta —lo invitó Clara.
Martín dejó la cámara a un lado y se sumergió junto a ella. El agua era cálida, y juntos flotaron, mirando cómo el sol desaparecía lentamente en el horizonte, dejando un cielo estrellado como testigo de una tarde que jamás olvidarían.
Esa noche, la pileta no solo fue un lugar de descanso, sino el escenario de un momento perfecto, donde la belleza del atardecer se mezcló con la promesa de un recuerdo eterno.
