Échame el Cuento/ ¿Cuál fue tu juego preferido y que haces hoy día? (Esp/Eng)

Fuente
Español
Si de recordar se trata, cuando era niña vivía en una zona de montaña, donde lo que había era plantitas, colinas, árboles y frescor. En nuestra calle, también teníamos unos vecinos que eran inmigrantes alemanes, españoles, croatas, yugoslavos y portugueses. Esos eran mis vecinos, nosotros éramos los únicos venezolanos en esa calle. Las veces que nos reunimos para jugar, nos convertimos en señoras de casa, preparábamos el té de toronjil o hierbaluisa, lo ponemos en las latas de leche, que venían en presentación de la lata de uno, o 2 kg. que se llamaba leche Reina del Campo. Recuerdo que hacíamos un fogoncito y hervimos agüita con hojas de toronjil y azúcar para preparar un rico té. Nos inventamos una cocina con sus estantes de tablitas, otra era la de la bodega que nos vendían los ingredientes para cocinar, y le pagamos con piedritas. Fueron momentos muy lindos.
Cuando comencé a asistir a la escuela, mis juegos fueron cambiando. Yo me sentía feliz al llegar a la escuela y ver como mi maestra de segundo grado, nos enseñaba. Esta admiración que sentía por mis maestras y lo que hacían, me hizo querer imitarles a ver que tal sería yo, haciéndome pasar por una maestra con mis amigos.
Fue tal la emoción que comencé a reunir en mi casa a mis amigos. Era toda una maestra. Cargaba una regla de madera siempre en la mano para dos cosas, una era, señalar hacia el pizarrón imaginario, y dos, para cuando alguno se portaba mal y no hacía nada, lo mandaba al rincón, o daba un reglazo a la mesa para asustarlos, aplicando el método más antipedagógico que antes se usaba, darle con la regla en la mano, cosa que nunca aplaudí, pero era una niña y los niños siempre hacen lo que ven.
Yo ponía a mis vecinitos a hacer tareas y me funcionaba muy bien, era como mi juego preferido de diario, por lo que decidí después de ser mayor convertirme en docente, desde entonces mi Norte era ese, terminar el sexto grado para convertirme en maestra porque antes para esa época la carrera para ser docente, era de 4 años.
Se llamaba escuela normal. La diferencia con el bachillerato era que este, duraba cinco años, Y las asignaturas eran para la docencia, como por ejemplo; Orientación profesional, Técnicas de Estudio, Puericultura, y las de conocimientos generales que ya conocemos como Matemática, Lengua y Literatura, Biología etc.
Por lo cual terminé de graduarme al cumplir los 4 años de estudio, luego de haber salido de sexto grado y realmente la elección fue genial, pues siempre me he sentido satisfecha con lo que estudié.
Mi carrera resultó ser un éxito, siempre me gustó, con ella obtuve muchas cosas, a través de ella pude levantar mi hogar junto con mi esposo. Pude ayudar a mis padres, disfruté al tener un seguro real de vida donde tenía afiliados a mis padres, mis hijos y hasta a mi abuelita. Siendo docente, pude adquirir mi apartamento a crédito y posteriormente hipotecarlo a través del Ipasme, y cancelarlo hasta el final. Es decir, yo tuve todos los beneficios que pudiera obtener un docente en un país normal, hasta que todo cambió Pero eso no viene a la historia, ahora lo importante es que lo que jugaba y soñaba cuando era niña, se convirtió en realidad…
Ingles
If I'm going to remember, when I was a child, I lived in a mountainous area, where there were only plants, hills, trees, and fresh air. On our street, we also had neighbors who were German, Spanish, Croatian, Yugoslavian, and Portuguese immigrants. They were my neighbors; we were the only Venezuelans on that street. Whenever we got together to play, we became housewives, prepa ring lemon balm tea, pouring it into milk cans, which came in single cans or 2 kg cans, called "Queen of the Country" milk. I remember making a small stove and boiling water with lemon balm leaves and sugar to make a delicious tea. We invented a kitchen with its plank shelves; another was the warehouse where they sold us cooking ingredients, and we paid them with pebbles. Those were very nice moments.
When I started school, my games started changing. I felt happy when I arrived at school and saw how my second-grade teacher taught us. This admiration I felt for my teachers and what they did made me want to imitate them to see what I would be like, pretending to be a teacher with my friends.
I was so excited that I started gathering my friends around my house. I was a true teacher. I always carried a wooden ruler in my hand for two purposes: one, to point at the imaginary blackboard, and two, when someone misbehaved and didn't do anything, I would send them to the corner or slam the ruler on the table to scare them, applying the most unpedagogical method used before: hitting them with the ruler. I never applauded it, but I was a child, and children always do what they see
I used to make my neighbors do homework, and it worked out really well for me. It was like my favorite daily game. So, after I grew up, I decided to become a teacher. From then on, my goal was to finish sixth grade to become a teacher, because back then, the teaching degree was four years long.
It was called a normal school. The difference with high school was that it lasted five years, and the subjects were specific to teaching, such as career guidance, study skills, childcare, and the general knowledge subjects we already know, such as math, language arts, biology, etc.
So, I graduated after four years of schooling, after graduating from sixth grade. It was a truly brilliant choice, as I've always felt satisfied with what I studied.
My degree turned out to be a success. I always liked it. I gained many things through it, and through it, I was able to raise a home with my husband. I was able to help my parents; I enjoyed having real life insurance that included my parents, my children, and even my grandmother. As a teacher, I was able to buy my apartment on credit and later mortgage it through Ipasme, paying it off until the end. In other words, I enjoyed all the benefits a teacher could receive in a normal country, until everything changed. But that's not the point; the important thing now is that what I played and dreamed about as a child became a reality...
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Ha sido un verdadero placer, poder complacer a mi amiga @brujita, por su invitación a participar en esta linda iniciativa, promovida en la comunidad de Mundo Hispano. Igualmente, a mi querido amigo @felixmarranz, que también gentilmente me ha invitado para contar nuestros juegos de cuando éramos niños.
![ingles]It has been a real pleasure to be able to please my friend @brujita, for her invitation to participate in this lovely initiative, promoted in the Hispanic World community. Likewise, to my dear friend @felixmarranz, who has also kindly invited me to tell our
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Sin duda una gran maestra @numa26
La labor más encomiable en la sociedad. También recuerdo las reglas, cuando los maestros las usaban y no para medir. Más de una vez me tocaron unos reglazos en las palmas de las manos, aunque había algo peor, que me toco pocas veces, y por fortuna en casa siempre insistieron en que usara las uñas bien cortas.
Reglazos, capones, jalones de oreja y cachetadas, entre otros, fueron castigos corporales, que por fortuna cayeron en desuso y las generaciones precedentes no conocieron en las escuelas.
Dejemos estos para otro día que el tema sea la tortura y disfrutemos del té de toronjil y actividades más alegres.
Un abrazo.
Me acabo de acordar cuando nombraste las torturas en las escuelas de antes, que a mi bella madre, una vez, una maestra la castigó poniéndola de rodillas en el piso. Y mi abuelito se enteró, casi que saca de la escuela a esa loca. Imagínate que estaba en segundo grado y eso fue por los años 36... qué sé yo, mamá tenía como 8 años. Más traumático que eso creo que no hay. Gracias por tu gentil visita amigo @felixmarranz. Saluditos invernales.
No me atrevo a hacer comparaciones, pero con 10 u 11 años recibí un bofetón que me sentó de culo en el suelo y cuando llegue a casa llevaba los dedos marcados en la cara.
Fue una sola vez y creo que la última en que me tocaron en el colegio.
Lo curioso fue enterarme de que mi padre fue al colegio a reclamar y hasta amenazo al director. Pero solo me enteré cuando ya era padre y como con 40 años.
Jamás en casa cuestionaron la autoridad del maestro, incluso la de cualquier vecino.
Vaya un cálido abrazo en este invierno récord.
Así era antes... Lamentablemente. Es un interesante tema para elaborar un buen post amigo. Échele pichón que yo lo sigo. jajja La época escolar de mis abuelitos y de mi madre era de armas tomar...
Mi papá contaba de esos castigos, era terrible, pero infundían un respeto que ahora no se tiene para co los maestros y profesores.
Hay uno que me parecía el más terrible de todos y era arrodillar al niño/a sobre chapitas volteadas, de manera que el borde lastimara la piel, eso ya es crueldad pura.
Ahora se fueron al otro polo, y es triste que le den esa cuota de poder a unos críos que están en formación.
Pero como el post es sobre los juegos, me encantó la parte del pago con piedritas. Yo también pagaba así y las hojitas caídas eran los billetes. Pero en mi caso no hacía té, sino arepitas de barro que le vendía a mis primos, servidas en pedacitos de bloques o de cerámicas que dejaban luego de una construcción.
¡Qué recuerdos tan intensos!, porque así es como deberíamos llamarlos. Nuestros padres y abuelos debieron portarse muy bien para no sufrir tantos malos tratos.
Tendríamos que contar muchísimas cosas y casos de la vida real, pero que parecen ficción.