Del amarillo y del alma

Hoy me llego a este rincón de Holos&Lotus para celebrar una vez más la conexión heredada con el cosmos y la naturaleza, con la vida y la magia que nos precede…

Tomo una flor amarilla en mi mano y presiento que detrás de ella puede comenzar la vida. ¿Por qué amarilla? ¿Por qué sol? ¿Por qué el indecible fuego?

Tomo una flor amarilla y vienen sucesivamente los recuerdos de aquel novio a escondidas que dejó en una de mis libretas una pequeña margarita deshojada, o de aquel botánico que juró preferir ese color mientras yo, la simple muchacha de las palabras entrecortadas, escondía su fascinación por él en una ensarta de poemas.

Tomo una flor amarilla, y me la coloco en el cabello y puede venirme el mundo encima que me escoltan la vida y la esperanza atribuidas a ellas por Van Gogh cuando decidió decorar toda la habitación de su amigo Paul Gauguin o cuando pintaba tan rápido que a veces los girasoles parecían marchitarse antes… “mis girasoles son nada… los tuyos son flores, pero los míos son ¡yo!”.

Pintarse el alma quizás, o dibujarse el mundo de luz podría ser el encriptado sentido de la seducción que ejercen esas flores que han elegido el color del sol y por qué no, a mí también. Sin proponérmelo ellas me encuentran cada día en mi jardín, de camino al trabajo y en los recodos pobremente floreados de las consultas. Por eso no faltan días sin flores debajo del recetario, o sobre la oreja, o enroscadas en mi busto.

García Márquez las soñó en sus Cien Años de Soledad como augurio de muerte o mala suerte cuando José Arcadio Buendía veía una lluvia de flores amarillas presagiado su locura y fin o cuando en Vivir para Contarla aseguraba que solo se aparecían flores amarillas en sus sueños al aproximarse el dolor en el alma.

Tomo una flor, claro que amarilla, y me prometo verle el ojo al dolor y atrapar la luz con ella, volverme un poco como Van Gogh mientras pintaba girasoles para iluminar su locura, irme a brincar sobre los pozos ciegos, llorar de vez en cuando por quien no volvió a la hora justa y cantar, cantar a voces para que nadie adivine cuantas vueltas dan los sueños. ¿O será mejor convertirme en el Gabo y liberar los fantasmas que aun nadie ha visto ocultos en mi vientre, deshojar veinte rosas ocres y anunciar que moriré un jueves al mediodía para luego reanudar la marcha y olvidar?

Mientras ellas me encuentran, y yo les tiendo trampas que me permiten ser cursi, y bruja, voy coleccionándome en sus pétalos todas las tristezas, alguna que otra alegría y esta gratitud escondida a esta comunidad donde hoy soy más yo, más de los que amo, y me protegen, más de seres celestiales como @marpasifico y @yuraimatc.

Tomo una flor amarilla y me robo sus semillas. Haré crecer una nueva vida, y solo por esta vez, el Universo creerá que he cumplido con mi obligación. Seré feliz.

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Today I get to this corner of Holos & Lotus to celebrate once again the connection inherited with the cosmos and nature, with the life and magic that precedes us ...

I take a yellow flower in my hand and I feel behind it can start life. Why yellow? Why sun? Why unspeakable fire?

I take a yellow flower and come successively the memories of that boyfriend in hidden who left in one of my notebooks a small dehojada margarita, or that botanist who swore prefer that color while I, the simple girl of the choppy words, hid her fascination for him in a skewer of poems.

I take a yellow flower, and I put it in my hair and the world can come on me that escort my life and hope attributed to them by Van Gogh when he decided to decorate the entire room of his friend Paul Gauguin or when I painted so fast that sometimes the sunflowers seemed to wilt before ... My sunflowers are nothing ... yours are flowers, but mine are me!

Painting the soul perhaps, or drawing the world of light could be the encrypted sense of seduction exerted by those flowers that have chosen the color of the sun and why not, me too. Without proposing it to me they find me every day in my garden, on the way to work and in the poorly flourished with the consultations. That is why there is no lack of days without flowers under the recipe book, or on the ear, or curled up in my bust.

García Márquez dreamed them in his hundred years of solitude as a omen of death or bad luck when José Arcadio Buendía saw a rain of yellow flowers his madness and end or when to live to tell it he assured that only yellow flowers appeared in his dreams when the pain in the soul approached.

I take a flower, of course yellow, and I promise to see the eye to pain and catch the light with her, turn a little like Gogh while painting sunflowers to illuminate her madness, go to jump on the blind wells, cry from time to time for those who did not return to just time and sing, sing out to no one guess how many laps give dreams. Or will it be better to become the Gabo and release the ghosts that no one has seen hidden in my belly, dwelle twenty ocher roses and announce that I will die on Thursday at noon to then resume the march and forget?

While they find me, and I have cheats that allow me to be cheesy, and witch, I am collecting in their petals all the sadness, the occasional joy and this gratitude hidden to this community where I am more today, more than I love, and protect me, more than heavenly beings such as @marpasifico and @yuraimatc.

I take a yellow flower and steal its seeds. I will grow a new life, and only for this time, the universe will believe that I have fulfilled my obligation. I will be happy.

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