Ciudad de Fe IV: Crónica de una plaza que nos susurra historias [Esp/Eng]

Vuelvo a caminar sobre los adoquines de este, mi Camagüey, la ciudad de los tinajones, de las calles enredadas y también, una ciudad de fe. Esta vez los caminos me han guiado hasta uno de los lugares donde se respira historia, espiritualidad y cultura: la Plaza San Juan de Dios, donde se erige, como una señora mayor y vigilante, la Iglesia de San Juan de Dios.

Esta plaza, donde además guardo un pedacito de mí, es una de las más antiguas y mejor conservadas de Cuba, manteniendo su estilo colonial, sus paredes ocres y los techos de tejas rojas, transportándonos a los siglos XVII y XVIII, cuando Camagüey, que entonces era la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, era una de las villas más importantes de la isla.

En esta plaza, alguna vez me entregaron mi diploma de graduada de la enseñanza preuniversitaria; aquí también recibí las clases más bellas de historia de la Medicina, y además, en el centro de la plaza, está la iglesia: un tesoro de la arquitectura religiosa en Cuba.

Precenciamos una fachada sencilla pero elegante, un campanario austero y una cruz metálica que recuerda la persistencia de la fe en los corazones. Estamos en presencia no solo de un monumento, sino de un espacio vivo donde los fieles buscan consuelo y donde los turistas se detienen, porque es un lugar que aporta al alma una gran serenidad.

En el instante justo en que me acerco para tomar estas instantáneas que les comparto, se efectuaba la misa dominical y el coro trazaba una enigmática estela sobre el irregular empedrado de la plaza.

Joya del barroco colonial cubano, con la típica sencillez de los franciscanos, conserva su tono amarillo ocre. No tiene grandes torres, pues sigue ese estilo sobrio de las iglesias hospitalarias, pero nos recibe con una puerta con molduras simples que invita al transeúnte y al fiel a su interior.

Junto a la iglesia, el museo que antes fue el Hospital de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, un lugar de auxilio en una época donde la medicina era tan rudimentaria como heroica. Paso por el edificio, me siento en la acera y me imagino médico en aquel lugar, en aquel siglo.

Un señor sentado en uno de los escalones, que esperaba la llegada del mediodía en aquella paz que transmite el lugar, nos abordó a mi hija y a mí al vernos escudriñando cada rincón de la plaza, y nos contó lo que ahora les comparto:

Se dice que hace muchos años, quizás dos siglos, un monje hospitalario de aquel convento se obsesionó con salvar a los enfermos durante una terrible epidemia de cólera y trabajaba día y noche, pero muchos morían sin poder confesarse. Una madrugada lo encontraron muerto en la capilla, frente al altar, con los brazos en cruz, y desde entonces dicen que vaga por la plaza. Unos juran que han visto una sombra con hábito pasar, y otros dicen que si te acercas a la iglesia de noche, se siente un frío repentino cerca de la bañera de metal, que según cuentan era donde el monje lavaba las vendas de los enfermos. Hay quien dice que si la luna ilumina la cruz, el espíritu del monje reza por las almas olvidadas de la epidemia.

Tengo la seguridad de que hay mucho más detrás de cada muro, de cada piedra, en esta plaza, y que la espiritualidad de estas calles se nos puede quedar atrapada en el pecho cada vez que visitemos este lugar.

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_{✨ ¡𝑮𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒆𝒆𝒓! ✨
𝑺𝒊 𝒂ú𝒏 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒐𝒄𝒆𝒔: 𝒔𝒐𝒚 𝒏𝒆𝒖𝒓ó𝒍𝒐𝒈𝒂 𝒚 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒕𝒐𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒃𝒂𝒏𝒂, 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆, 𝒎𝒖𝒋𝒆𝒓 𝒚 𝒔𝒐ñ𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓ó 𝒆𝒏 𝑯𝒊𝒗𝒆 𝒖𝒏 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒐𝒔𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒂𝒓.
𝑬𝒍 𝒕𝒆𝒙𝒕𝒐 𝒚 𝒍𝒂𝒔 𝒊𝒎á𝒈𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒂𝒖𝒕𝒐𝒓í𝒂, 100% 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 (𝒔𝒊𝒏 𝑰𝑨).
𝑩𝒂𝒏𝒏𝒆𝒓 𝒅𝒊𝒔𝒆ñ𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝑳𝒖𝒎𝒊𝒊.
¿𝑻𝒆 𝒈𝒖𝒔𝒕ó 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒑𝒖𝒃𝒍𝒊𝒄𝒂𝒄𝒊ó𝒏? 𝑽𝒐𝒕𝒂, 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒐 𝒓𝒆𝒃𝒍𝒐𝒈𝒖𝒆𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒂𝒓 𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒔 𝒂𝒍𝒂𝒔. 💛}

ENGLISH VERSION

City of Faith IV: Chronicles of a Square That Whispers Stories to Us

I walk again on the cobblestones of this, my Camagüey, the city of tinajones, of tangled streets, and also, a city of faith. This time, the paths have led me to one of the places where history, spirituality, and culture can be felt: San Juan de Dios Square, where the Church of San Juan de Dios stands, like a watchful elder lady.

This square, where I also keep a little piece of myself, is one of the oldest and best-preserved in Cuba, maintaining its colonial style, its ochre walls, and red-tiled roofs, transporting us to the 17th and 18th centuries, when Camagüey, then known as the Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, was one of the most important towns on the island.

In this square, I once received my high school diploma; here, I also had the most beautiful lessons on the history of Medicine, and in the center of the square stands the church: a treasure of religious architecture in Cuba.

A simple yet elegant façade, an austere bell tower, and a metal cross that reminds us of the persistence of faith in people's hearts. We are in the presence not only of a monument but of a living space where the faithful seek solace and where tourists stop, because it is a place that brings great serenity to the soul.

At the very moment I approached to take these snapshots I share with you, the Sunday mass was being held, and the choir traced an enigmatic trail over the irregular cobblestones of the square.

A jewel of Cuban colonial baroque, with the typical simplicity of the Franciscans, it preserves its ochre yellow tone. It does not have large towers, as it follows the sober style of hospitaller churches, but it welcomes us with a door adorned with simple moldings, inviting passersby and the faithful inside.

Next to the church is the museum, which was once the Hospital of the Hospitaller Order of San Juan de Dios, a place of aid in a time when medicine was as rudimentary as it was heroic. I walk past the building, sit on the sidewalk, and imagine myself as a doctor in that place, in that century.

A man sitting on one of the steps, waiting for noon in the peace that the place exudes, approached my daughter and me as we scrutinized every corner of the square, and he told us what I now share with you:

They say that many years ago, perhaps two centuries, a hospitaller monk from that convent became obsessed with saving the sick during a terrible cholera epidemic and worked day and night, but many died without being able to confess. One early morning, he was found dead in the chapel, in front of the altar, with his arms in the shape of a cross, and since then, they say he wanders the square. Some swear they have seen a shadow in a habit passing by, and others say that if you approach the church at night, you feel a sudden cold near the metal tub, where, according to stories, the monk washed the bandages of the sick. Some say that if the moon illuminates the cross, the spirit of the monk prays for the forgotten souls of the epidemic.

I am certain that there is much more behind every wall, every stone in this square, and that the spirituality of these streets can linger in our hearts every time we visit this place.

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_{✨ 𝑻𝒉𝒂𝒏𝒌𝒔 𝒇𝒐𝒓 𝒓𝒆𝒂𝒅𝒊𝒏𝒈! ✨
𝑰𝒇 𝒚𝒐𝒖 𝒅𝒐𝒏’𝒕 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒎𝒆 𝒚𝒆𝒕—𝑰’𝒎 𝒂 𝑪𝒖𝒃𝒂𝒏 𝒏𝒆𝒖𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒊𝒔𝒕 𝒂𝒏𝒅 𝒘𝒓𝒊𝒕𝒆𝒓, 𝒂 𝒎𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓, 𝒂 𝒘𝒐𝒎𝒂𝒏, 𝒂𝒏𝒅 𝒂 𝒅𝒓𝒆𝒂𝒎𝒆𝒓 𝒘𝒉𝒐’𝒔 𝒇𝒐𝒖𝒏𝒅 𝒊𝒏 𝑯𝒊𝒗𝒆 𝒂 𝒃𝒆𝒂𝒖𝒕𝒊𝒇𝒖𝒍 𝒔𝒑𝒂𝒄𝒆 𝒕𝒐 𝒔𝒐𝒂𝒓.
𝑨𝒍𝒍 𝒕𝒆𝒙𝒕 𝒂𝒏𝒅 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒆𝒔 𝒂𝒓𝒆 𝒎𝒚 𝒐𝒓𝒊𝒈𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒄𝒓𝒆𝒂𝒕𝒊𝒐𝒏𝒔, 100% 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏-𝒎𝒂𝒅𝒆 (𝒏𝒐 𝑨𝑰).
𝑩𝒂𝒏𝒏𝒆𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒈𝒏𝒆𝒅 𝒃𝒚 𝑳𝒖𝒎𝒊𝒊.
𝑳𝒐𝒗𝒆𝒅 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒑𝒐𝒔𝒕? 𝑼𝒑𝒗𝒐𝒕𝒆, 𝒄𝒐𝒎𝒎𝒆𝒏𝒕, 𝒐𝒓 𝒓𝒆𝒃𝒍𝒐𝒈 𝒕𝒐 𝒔𝒑𝒓𝒆𝒂𝒅 𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒊𝒏𝒈𝒔 𝒐𝒇 𝒄𝒓𝒆𝒂𝒕𝒊𝒗𝒊𝒕𝒚! 💛}