A park where the statues dream [Eng/Esp]

Some weeks end in a special way, like this one. After living many years in the same city, it’s incredible how you can still discover new experiences even in places you’ve walked through time and time again. Today, I decided to end this late Friday evening in the bustling solitude of one of Cuba’s urban parks: the Casino Campestre.

Located in Camagüey, it is a true historical and cultural treasure, not just a space for leisure and recreation, but also an open-air museum, where numerous monuments and statues stand in honor of national heroes, historical figures, and significant events in Cuban history.

Upon arriving and walking along the park’s paths, I encountered one of the most striking figures, the heart of this place: the Monument to the Unknown Liberator (or the Unknown Soldier). The bronze statue rises with serene solemnity. Its figure, weathered by time yet eternal in its nobility, seems to whisper tales of courage and sacrifice as the evening light caresses its silhouette, casting a long shadow over the grass like a protective arm.

Every detail, from the anonymous face to the firm stance, invites reflection, a reminder of nameless heroes whose legacy lingers in the whisper of the wind and the peace of this place.

Further on, a man raises his arm toward the sky. It is the illustrious Manuel Ramón Silva, to whom the city council erected this statue in 1921. Since then, his lifeless posture has stood beneath the casuarinas and melinas that fill the park.

Perhaps the very center of the park is the statue of Salvador Cisneros Betancourt, presiding over the Casino Campestre. Seated on a throne with solemn dignity, above him stands a nude woman, her delicate yet strong lines rising victoriously over a prostrate human figure, a symbol of freedom triumphing over oppression. The contrast between the solemnity of the patriot and the allegorical intensity of the pinnacle creates a powerful visual dialogue. Bathed in sunlight, the ensemble evokes history and triumph amid the park’s greenery.

After continuing my walk, umbrella resting on my shoulder, I found the sober bust of Gonzalo de Quesada, the favorite disciple of our national apostle, José Martí, to whom Cuba owes much of the compilation of Martí’s works. Serene and watchful under the relentless August sun, his bronze gaze meets ours.

Nearby stands an obelisk in honor of Camagüey’s beloved teacher, Luis Miguel de Varona. Shaped like a needle, it seems to pierce the clouds gathering one by one over the city’s sky.

One of the most moving moments of my visit was standing before the monument commemorating the tragic flight of Captains Mariano Barberán and Joaquín Collar aboard the Cuatro Vientos, a landmark in Spanish aviation that ended in tragedy. On June 10, 1933, they took off from Seville, Spain, bound for Havana, successfully crossing the Atlantic in a record nonstop flight. However, after landing in Cuba and continuing their journey to Mexico, they disappeared.

I ended my walk with two busts that stand along the evening promenade, bronze tributes to two heroes who chose to rest for eternity in this place.

In this park where children play, lovers share their first kiss, and poetry tastes of leaves and wind, the statues sleep the eternal slumber of bronze, stirring the souls of all who pass by them day after day. Today, I returned home with an unusual tremor, perhaps from so many presences and gazes.

_{✨ 𝑻𝒉𝒂𝒏𝒌𝒔 𝒇𝒐𝒓 𝒓𝒆𝒂𝒅𝒊𝒏𝒈! ✨
𝑰𝒇 𝒚𝒐𝒖 𝒅𝒐𝒏’𝒕 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒎𝒆 𝒚𝒆𝒕, 𝑰’𝒎 𝒂 𝑪𝒖𝒃𝒂𝒏 𝒏𝒆𝒖𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒊𝒔𝒕 𝒂𝒏𝒅 𝒘𝒓𝒊𝒕𝒆𝒓, 𝒂 𝒎𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓, 𝒂 𝒘𝒐𝒎𝒂𝒏, 𝒂𝒏𝒅 𝒂 𝒅𝒓𝒆𝒂𝒎𝒆𝒓 𝒘𝒉𝒐’𝒔 𝒇𝒐𝒖𝒏𝒅 𝒊𝒏 𝑯𝒊𝒗𝒆 𝒂 𝒃𝒆𝒂𝒖𝒕𝒊𝒇𝒖𝒍 𝒔𝒑𝒂𝒄𝒆 𝒕𝒐 𝒔𝒐𝒂𝒓.
𝑨𝒍𝒍 𝒕𝒆𝒙𝒕 𝒂𝒏𝒅 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒆𝒔 𝒂𝒓𝒆 𝒎𝒚 𝒐𝒓𝒊𝒈𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒄𝒓𝒆𝒂𝒕𝒊𝒐𝒏𝒔, 100% 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏-𝒎𝒂𝒅𝒆 (𝒏𝒐 𝑨𝑰).
𝑩𝒂𝒏𝒏𝒆𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒈𝒏𝒆𝒅 𝒃𝒚 𝑳𝒖𝒎𝒊𝒊.
𝑳𝒐𝒗𝒆𝒅 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒑𝒐𝒔𝒕? 𝑼𝒑𝒗𝒐𝒕𝒆, 𝒄𝒐𝒎𝒎𝒆𝒏𝒕, 𝒐𝒓 𝒓𝒆𝒃𝒍𝒐𝒈 𝒕𝒐 𝒔𝒑𝒓𝒆𝒂𝒅 𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒊𝒏𝒈𝒔 𝒐𝒇 𝒄𝒓𝒆𝒂𝒕𝒊𝒗𝒊𝒕𝒚! 💛}

VERSIÓN EN ESPAÑOL

Un parque donde las estatuas duermen

Hay semanas que terminan de manera especial, como esta. Después de vivir muchos años en la misma ciudad, resulta increíble cómo logras descubrir nuevas experiencias incluso en los lugares por los que has caminado una y otra vez. Hoy he decidido terminar este viernes tarde bajo la soledad tan concurrida que ofrece uno de los parques urbanos de mi país, Cuba: el Casino Campestre.

Ubicado en Camagüey, es un verdadero tesoro histórico y cultural. No solo es un espacio de esparcimiento y recreación, sino también un auténtico museo al aire libre, donde se erigen numerosos monumentos y estatuas dedicados a héroes nacionales, figuras históricas y eventos relevantes de Cuba.

Al llegar al lugar y comenzar a recorrer los senderos del parque, me encuentro con una de las figuras más sobrecogedoras, uno de los corazones del lugar: el monumento al Libertador Desconocido (o, como también se le conoce, al Soldado Desconocido). La estatua de bronce se alza con serena solemnidad. Su figura, desgastada por el tiempo pero eterna en su nobleza, parece susurrar historias de valor y sacrificio mientras la luz del atardecer acaricia su silueta, proyectando una sombra alargada sobre el césped, como un brazo protector.

Cada detalle, desde el rostro anónimo hasta la postura firme, invita a la reflexión. Es un recordatorio de héroes sin nombre, cuyo legado perdura en el susurro del viento y la paz del lugar.

Más adelante, un hombre alza su brazo hacia el cielo. Se trata del ilustre Manuel Ramón Silva, a quien el ayuntamiento erigió esta estatua en 1921. Desde entonces, su postura inerte se mantiene bajo las casuarinas y melinas que abundan en el parque.

Quizás el centro mismo del parque sea la estatua de Salvador Cisneros Betancourt, presidiendo el Casino Campestre. Sentado en un trono con aire solemne, sobre él se alza una mujer desnuda, de líneas delicadas pero fuertes, victoriosa sobre una figura humana postrada, como símbolo de la libertad sobre la opresión. El contraste entre la solemnidad del prócer y la intensidad alegórica de la cúspide crea un diálogo visual poderoso. El conjunto, bañado por la luz del sol, evoca historia y triunfo en medio del verdor del parque.

Después de seguir caminando, con sombrilla al hombro, encuentro el sobrio busto de Gonzalo de Quesada, quien fuera el discípulo predilecto de nuestro Apóstol Nacional, José Martí, y a quien Cuba le debe parte de la recopilación de su obra. Sereno y vigilante, bajo el inclemente sol de agosto, nos lanza su mirada de bronce.

Muy cerca se alza un obelisco en honor a quien fuera el maestro predilecto de Camagüey: Luis Miguel de Varona. En forma de aguja, parece querer enhebrar las nubes que se agolpan una a una sobre el cielo de la ciudad.

Uno de los momentos más emocionantes del recorrido es estar frente al monumento al vuelo accidentado de los capitanes Mariano Barberán y Joaquín Collar a bordo del avión Cuatro Vientos, un hito de la aviación española que terminó en tragedia. El 10 de junio de 1933, despegaron desde Sevilla, España, con destino a La Habana, logrando cruzar el Atlántico sin escalas en un vuelo récord. Sin embargo, tras aterrizar en Cuba y continuar su viaje a México, desaparecieron.

Cierro mi recorrido con dos bustos que se erigen en el paseo vespertino: bustos de bronce de dos héroes que eligieron dormir la eternidad en este lugar.

En este parque donde los niños juegan, los enamorados dan su primer beso y donde la poesía tiene el sabor de las hojas y el viento, las estatuas duermen el sueño eterno del bronce y logran conmover el alma de todos los que a su lado pasan día a día. Hoy he llegado a casa con un temblor inusual. Quizás sea el de tantas presencias y miradas.

_{✨ ¡𝑮𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒆𝒆𝒓! ✨
𝑺𝒊 𝒂ú𝒏 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒐𝒄𝒆𝒔: 𝒔𝒐𝒚 𝒏𝒆𝒖𝒓ó𝒍𝒐𝒈𝒂 𝒚 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒕𝒐𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒃𝒂𝒏𝒂, 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆, 𝒎𝒖𝒋𝒆𝒓 𝒚 𝒔𝒐ñ𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓ó 𝒆𝒏 𝑯𝒊𝒗𝒆 𝒖𝒏 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒐𝒔𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒂𝒓.
𝑬𝒍 𝒕𝒆𝒙𝒕𝒐 𝒚 𝒍𝒂𝒔 𝒊𝒎á𝒈𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒂𝒖𝒕𝒐𝒓í𝒂, 100% 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 (𝒔𝒊𝒏 𝑰𝑨).
𝑩𝒂𝒏𝒏𝒆𝒓 𝒅𝒊𝒔𝒆ñ𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝑳𝒖𝒎𝒊𝒊.
¿𝑻𝒆 𝒈𝒖𝒔𝒕ó 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒑𝒖𝒃𝒍𝒊𝒄𝒂𝒄𝒊ó𝒏? 𝑽𝒐𝒕𝒂, 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒐 𝒓𝒆𝒃𝒍𝒐𝒈𝒖𝒆𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒂𝒓 𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒔 𝒂𝒍𝒂𝒔. 💛}