El momento preciso (historias de vidas) - Microrrelato.
El momento preciso.
Luego del recibimiento en la plaza del pueblo, Ramón acompañó a sus familiares. Ellos le tenían preparado un pequeño brindis de recibimiento en la casa de sus abuelos maternos. Era algo sencillo y familiar; su familia era de clase humilde y los tiempos eran difíciles. Se rumoreaba que en los próximos años vendría una profunda crisis.
Aun así, la ocasión lo meritaba, no se trataba solamente del regreso de Ramón. Se trataba del regreso con vida de Ramón, pues muchas familias no tenían esa dicha, sus hijos no habían logrado sobrevivir. Además, había otra razón, que solo la conocían los padres y abuelos de Ramón. En una de sus últimas cartas, Ramón les informaba a ellos que, a su llegada, le pediría matrimonio a su amada Ángela.
Ellos, previéndolo, organizaron aquel brindis; así el joven pediría en casamiento la mano de su amada, en un clima propicio y una ocasión amena. En el recibimiento familiar estaban todos sus familiares y los padres de su novia, pero a Ramón le extrañó que el único tío de Ángela, por parte de la madre, no estuviera presente.
De forma discreta, Ramón preguntó por él a su novia, la cual respondió algo molesta y con cara de enojo: «de ese sujeto no me hables, el que decía ser tu amigo resultó todo lo contrario. Es más que no quiero hablar de esa persona y que no se le ocurra venir aquí, que soy capaz de echarlo».
Ramón, intrigado, no hizo más pregunta del tema y prosiguió a preguntarle por una de sus tías paterna, que vivía en otra provincia. Pero luego de trascurrir un rato y de forma muy discreta, se acercó a su mamá y le preguntó qué pasaba entre Ángela y su tío Abel. Pues estaba seguro de que algún problema existía, ya que ellos eran muy unidos.
Su madre le tomó de la mano y le dijo: «ven a la cocina, allí te cuento». Al llegar le dijo: «Tu novia, hijo mío, está muy resentida con su tío Abel, ellos discutieron en varias ocasiones hasta que Ángela, molesta, le pidió que no le hablara más». Luego de una breve pausa, prosiguió: «Cada uno tenía sus razones en lo que decían en esas discusiones, pero el estado emocional de Ángela no le dejaba ver que su tío intentaba protegerla de un fuerte golpe emocional.»
Volvió a hacer una pausa, pero esta vez con lágrimas en sus ojos, luego con voz entre cortada dijo: «Por cierto, hoy fue que yo, pude entender a Abel». Suspiró y continuó: «por otro lado, cada vez que discutía tu novia y su tío, él actuaba sin una gota de sabiduría, diciendo palabras que, en lugar de ayudar, herían a su sobrina». Ramón interrumpió a su madre diciendo: «ve al grano vieja, ¿dime ya, de qué cosa discutían?» Fue entonces cuando Aurora, su madre, finalmente le contó.
«Abel temía que tú no volvieras con vida de esa maldita guerra, como pasó con muchos de los soldados que pelearon allí; los mismos que hoy, fueron recibidos por sus familias en medio de la plaza, en un ataúd, entre gritos y llantos. Y no importó cuantos honores y condecoraciones recibieran, nada de eso disminuyó el dolor que sentían sus familiares. Fue por eso que Abel actuó así, pues él conoce muy bien a tu novia, sabía que ella no soportaría una mala noticia sobre ti. Temía que su sobrina terminara mal de los nervios si te ocurría algo.»
«Por eso intentó separarlos a ustedes dos. Para ello, a diario contaba historias de jóvenes que, al regresar del servicio militar, terminaban su noviazgo. Unos porque habían conocido otro amor, ya fuera por carta, o porque conocieran personalmente una chica en su unidad militar; y otros porque habían descubierto que no estaban realmente enamorados. Al principio, ella no le hacía caso, pero luego, al ver la constante repetición, comenzó a responderle: Ramón no es de esa clase de hombres, nosotros nos amamos; mira, si es así, que cuando lo reclutaron, él me mandó a decir con su madre, que al regresar se casaría conmigo. Y te digo más, esas mismas palabras siempre están escritas en el dorso del sobre de las cartas que me manda.»
«Pero aun así, su tío seguía insistiendo. Hasta el día en que no soportó más y lo despidió de su casa. Le dijo que no quería que le hablara más nunca en su vida, que no solo era un pésimo tío, sino también un pésimo amigo, que no te diría nada mientras estuvieras en la guerra, pero al regresar te lo contaría todo. Estoy segura de que en los próximos días te lo contará. También estoy segura de que un día comprenderá que su tío solo buscaba su bien, pero al pobre, le faltó sabiduría en su afán de protegerla.»
Ramón escuchó toda la historia, sin decir una palabra. Pero al terminar su madre, comentó: «creo que aquí falta algo. Ángela siempre fue muy ecuánime, a esa historia le está faltando algo.» Luego salió de la cocina y regresó al patio, buscó con su vista a su hermosa novia y se dirigió hacia ella. Y estando de frente a la chica, le dijo: «amor, tienes un minuto para mí, por favor.» Ella, atenta le respondió: «un minuto no, para ti tengo la vida entera.» Pasaron algunos minutos hablando, hasta que la joven le contó, la frase de su tío que le colmó la paciencia.
Le dijo: «Estas palabras nunca las olvidaré, te las cuento, tal y como me las dijo aquel día.»/«Ángela, te pido por favor que esta vez me escuches, esto no es juego ni candangueta mía, esto es una advertencia. Sabías que a la mayoría de los jóvenes que llegan de la guerra, a los pocos meses de haber regresado, les llega la notificación de que son padres. Es decir, que al venir dejaron a una mujer embarazada. Tú, mi niña, estás dispuesta a soportar algo así; seguir con un hombre que tiene otra pareja en el extranjero y que pudiera irse un día tras ella y su hijo.»
Luego continuó: «mi amor, eso no era una advertencia, era una calumnia. ¿Tú nunca me harías algo así, verdad?» Sus últimas palabras fueron casi imperceptibles, parecía que se le había hecho un nudo en la garganta, también sus ojos se habían llenado de lágrimas. Ramón la abrazó, y con una voz tierna le dijo al oído: «Tú lo sabes, mi amor, yo sería incapaz de traicionarte, ni siquiera en mis pensamientos te he cambiado por otra mujer. Y hoy te afirmo que te amo más cada día, no hubo en estos dos años de separación ni un segundo que no pensará en ti.»
Viendo Ramón, que era el momento preciso, se agachó frente a ella y, sacando un pañuelo de su bolsillo, lo abrió. Dentro del pañuelo traía el anillo de compromiso, que había comprado unos días antes de ser reclutado. Había esperado dos años para entregarlo, y este era el momento idóneo. Ya con el anillo en su mano, le dijo en voz alta: «Ángela, ¿te quieres casar conmigo?» Casi si dejarlo terminar, ella exclamó: «!Sí, si me caso¡» y casi al unísono ambos dijeron: «es lo que deseo desde hace más de dos años».
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Gracias por acompañarme.
- Imagen creada en Leonardo Ai, a petición del autor.
- Texto original del autor.
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Gracias amigo. El apoyo de Ecency es fundamental en mi crecimiento en Hive.
Y los curadores de Ecency son la clave para ser vistos y apoyados. Por eso gracias en especial a usted.
Un placer, a su servicio.
!HUG
Un feliz final
La curación manual del testigo de @hispapro valorando tu contenido
Gracias Hispapro. Son de gran ayuda a la comunidad hispana. Un fuerte abrazo.
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Gracias Literatos y La Colmena, por su apoyo. Espero retomar gradualmente mi participación en la comunidad. Gracias 1000.
Pero qué linda historia, el amor triunfó ante la adversidad. Me agradó el final. Gracias por compartir!
Gracias, hablamos de las cosa que creemos. Y si, creo en el amor.
Gracias por leer y por su lindo comentario.
!HUG
De cierta manera está historia tiene parte de realidad. Algo parecido vivió un amigo mio a finales de los 70 principio de los 80. Cuando la guerra de Angola. Lo reclutaron en la madrugada, el día antes de pedir la mano de su novia. Claro mi historia tiene un poco de imaginación jeje.
!HUG