My brother's last day in Ecuador. Being that he was only going to be here for a few days, we tried to make them count. We talked plans, shared some good drinks, and had some "fancy meals" too—because why the hell not. Today, however, nothing went right.

The morning began pretty normal. I had slept ok, I guess, but whiskey does have the ability to stir up some insomnia on me these days. An effect, I suppose, of not being a spring chicken anymore. That said, we had agreed to check out this place in Olón called Tortuga as a farewell breakfast, so to speak. Since both my wife’s and my own cars are out of commission, we took mom's. An old Renault I gifted her some years back, which is becoming a money pit to be honest.

The thing is, I know better—I really do. More so because this car, in the past year or so, has been a frequent visitor to the shop. Solutions to our transportation challenges were scarce, and I decided to ignore my better judgment.

Breakfast out of the way, we took on the long journey with unwarranted confidence. It may very well be that our conversation about an idea for Hive kept us too entertained, but we didn’t notice the first, yet quite huge mistake we had made: we forgot the bags.

Yes, you read that right. Two hours into our trip, and the bags were still back at the farm. But, as if that wasn’t crappy enough, the car—the money pit—announced its hunger. A sputtering sound began to echo inside the cabin, and the all-too-familiar signs of a failing engine followed.

Having past experiences with this very issue, I quickly pulled the car over and turned off the engine. Took a deep breath, and opened the hood to discover the Pokémon that had sprung from within. An empty reservoir jug slapped my eyeballs the second I looked. I turned to my brother and said: We are fucked.

I noticed a car about 100 feet away, parked, broken down too it seemed, so I walked over. Armed with a forced smile, I asked if they had some water I could use. They did. I walked back, filled the jug, and decided to open the oil cap to truly see if we were royally screwed, or if there was still hope left in the jar. Chocolate water.

“The gasket failed,” I told my brother. “This car is not going anywhere. We can’t move it, or we risk destroying the engine for good.” By then, my brother had already called mom and our aunt. They were getting ready to leave home and come rescue him and his girlfriend. After all, they had a plane to catch.

Mom showed up, the travelers left—but not before leaving me a phone charging cable. Yes, I had left home without one, and my battery was in the red. Another genius move on my part. I sat back in the car, only to discover the charger wasn’t working. I had to resolve this with 12% battery.

The best solution I came up with was to outsource the calling a bit. I asked my friend @charlieripalda to help me out, to get me a number for someone who could rescue me. The car couldn’t be turned on—it had to be a flatbed. Charlie, of course, came through, and the tow truck showed up about two hours later to haul my sorry self away.

By the time we reached Charlie’s shop it was already 6pm. He stayed open to accommodate the money pit, also known as mom’s car. We spoke a bit, laughed a bit—because that’s all one can do at this point—and then I parted with the last $130 bucks I had to my name. On that point, I’m going to have to sell some Hive, and I hate it.

I’m home now, laughing about it again, because that is all I can do, and arguably should do. Today was just one of those days. After all, there’s always a risk if you are breathing.

MenO

---

Spanish Translation

El último día de mi hermano en Ecuador. Como solo iba a estar aquí unos días, intentamos aprovecharlos al máximo. Hablamos de planes, compartimos unas buenas copas y hasta nos dimos “comidas elegantes”, porque ¿por qué diablos no? Sin embargo, hoy nada salió bien.

La mañana comenzó bastante normal. Dormí más o menos, supongo, pero el whisky tiene la capacidad de provocarme insomnio estos días. Un efecto, imagino, de ya no ser un jovencito. Dicho esto, habíamos acordado visitar un lugar en Olón llamado Tortuga, como una especie de desayuno de despedida. Como tanto el carro de mi esposa como el mío están fuera de servicio, tomamos el de mi mamá. Un viejo Renault que le regalé hace unos años, y que se está convirtiendo en un pozo sin fondo, para ser honesto.

El asunto es que lo sé mejor—de verdad que sí. Más aún porque este carro, en el último año, ha sido visitante frecuente del taller. Pero las soluciones para nuestros problemas de transporte eran escasas, y decidí ignorar mi buen juicio.

Después del desayuno, emprendimos el largo viaje con una confianza injustificada. Quizás fue que nuestra conversación sobre una idea para Hive nos mantuvo demasiado entretenidos, pero no nos dimos cuenta del primer y gran error que cometimos: olvidamos las maletas.

Sí, leíste bien. Dos horas de viaje, y las maletas seguían en la finca. Pero como si eso no fuera lo suficientemente malo, el carro—el pozo sin fondo—anunció su hambre. Un ruido de traqueteo comenzó a llenar la cabina, y las señales familiares de un motor fallando también.

Ya con experiencias previas en este mismo asunto, detuve el carro rápidamente y apagué el motor. Respiré profundo y abrí el capó para descubrir el Pokémon que había surgido de allí: un depósito vacío me golpeó en la cara. Miré a mi hermano y le dije: Estamos jodidos.

Vi un carro a unos 30 metros, también averiado al parecer, así que caminé hacia él. Con una sonrisa forzada, pregunté si tenían un poco de agua que pudiera usar, y sí tenían. Regresé, llené el depósito y decidí abrir la tapa del aceite para ver si estábamos realmente jodidos o si quedaba alguna esperanza. Agua con chocolate.

“La empaquetadura se fue,” le dije a mi hermano. “Este carro no va a ninguna parte. No podemos moverlo, o arriesgamos destruir el motor por completo.” Para ese entonces, mi hermano ya había llamado a mamá y a mi tía. Se estaban preparando para salir y rescatar a mi hermano y a su novia. Al fin y al cabo, tenían un vuelo que coger.

Mamá llegó, los viajeros se fueron, pero no antes de dejarme un cable para cargar el teléfono. Sí, salí de casa sin uno, y la batería estaba en rojo. Otro movimiento genial de mi parte. Me senté en el carro y descubrí que el cargador no funcionaba. Tenía que resolver esto con 12% de batería.

La mejor solución que encontré fue subcontratar un poco las llamadas. Le pedí a mi amigo @charlieripalda que me ayudara, que me consiguiera un número de alguien que pudiera rescatarme. El carro no podía encenderse, necesitaba una plataforma. Charlie, por supuesto, cumplió, y la grúa llegó unas dos horas más tarde a rescatar a este servidor.

Ya eran las 6 de la tarde cuando llegamos al taller de Charlie. Él se quedó abierto para recibir al pozo sin fondo, también conocido como el carro de mi mamá. Hablamos un poco, nos reímos un poco—porque eso es todo lo que uno puede hacer a estas alturas—y luego me despedí de los últimos 130 dólares que me quedaban. En ese punto, voy a tener que vender algo de Hive, y lo detesto.

Ahora estoy en casa, riéndome de nuevo, porque eso es todo lo que puedo hacer, y quizás lo que debo hacer. Hoy fue simplemente uno de esos días. Después de todo, siempre hay un riesgo mientras uno respire.

MenO