UNA HISTORIA DE AMISTAD Y RESILIENCIA./A STORY OF FRIENDSHIP AND RESILIENCE. (Eso/Eng).
Saludos mis amigos hivers, ¿cómo les va? Espero que todos estén bien. Hoy regreso a esta comunidad para compartirles un texto que no tiene nada de ficción. Espero lo disfruten.
Todos tenemos un don en esta vida, un talento que descubrir, desarrollar y explotar. Hay quienes, por ejemplo, tienen el don de atraer personas. Ese es el caso de mi amiga Raiza. Ella no acostumbra a hacer visitas ni siquiera a sus amigas más allegadas. En cambio, por su casa desfilan diariamente, un promedio de diez a quince personas y a cada una sabe darle el tratamiento que le toca. Unas llegan hasta la sala y otras, las más íntimas, como yo, seguimos de largo hasta la cocina, sitio donde puede encontrarse cuando no está jugando en la computadora aquel juego de desaparecer bolitas de colores que nunca he logrado entender, o sentada viendo sus novelas turcas.
Mi amiga disfruta hablar con la gente, tiene también el don de la palabra. Yo admiro su sabiduría, por lo que se ha ganado el "título honorífico" de mi consejera personal. A veces es cruda al decirme las verdades, pero así la prefiero porque me hace reflexionar,abrir los ojos y ver la realidad. No siempre estamos de acuerdo, pero respetamos el criterio de la otra.
Salir con ella a algo tan simple como comprar el pan nuestro de cada día, puede convertirse en un rato de larga caminata. Todo el mundo la conoce, la saluda y a todos tiene algo que decirles. Cuando no recuerda el nombre de alguien, suele llamarle: pepilla o pepillo. Su sentido del humor es muy agudo, su sonrisa limpia y sincera y su carcajada contagiosa. Pero como todo el mundo, Raiza también tiene una historia que contar.
En 19 80, cuando abrieron el puerto del Mariel para que todo el que quisiera emigrar hacia Estados Unidos lo hiciera, Raiza vivía en un cuartico en el municipio La Lisa de La Habana. Tenía quince años y estaba becada en una secundaria en el campo en Güira de Melena. Por esa fecha, su vida cambió inesperadamente. Una tarde, la madre le comunicó su intención de abandonar el país, pero Raiza le dijo que ella no se quería ir a ninguna parte con la esperanza de que la mamá cambiara de idea. Pasaron unos días y cuando regresó de la beca, se encontró con que su madre y sus dos hermanos no estaban y le habían dejado la llave de la casa con una vecina.
¿Pero dónde están? preguntó Raiza.
Se fueron para Estados Unidos dijo la vecina.
Raiza no supo que decir y rompió a llorar sin consuelo ¿Cómo una madre era capaz de abandonar a una hija así? No entendía, fueron días difíciles, no sabía cocinar, ni siquiera encender el fogón. Gracias a la ayuda de sus vecinos logró sobrevivir. Para su suerte, tenía un novio en Güira de Melena y su familia la acogió con mucho cariño. Allí se quedaba con frecuencia cuando le daban pase en la escuela. Con determinación, continuó sus estudios y se graduó de Técnico Medio en Sanidad Vegetal, aunque nunca ejerció la carrera. El cuarto donde vivía y otros aledaños, no tenían las mejores condiciones y fueron declarados inhabitables.
Para que el gobierno le diera una casa tenía que estar vinculada a algún centro de trabajo y así poder hacerle el descuento de la vivienda. Fue entonces que le consiguieron un trabajo en el departamento de personal del Paradero de Ómnibus Urbanos de La Lisa y así logró que le dieran una casa en Punta Brava.
Durante años un dolor muy profundo se ancló en su corazón por el abandono.
Tales precedentes bastaban para convertirla en una persona desconfiada, resentida y rencorosa, pero en su corazón no caben esos sentimientos. Nada de eso le robó la alegría, las ganas de vivir y de servir al prójimo. El gran sueño de su vida era ser madre. En el Comando de los Bomberos, conoció al que sería padre de su único hijo. Con treinta y ocho años tuvo a su anhelado bebé a quien le dio y le da, todo el amor del mundo. Su familia de a_ fuera, a pesar de haberla abandonado a su suerte, nunca dejaron de mandarle dinero todos los meses, eso nunca le faltó. Una fría remesa que sirvió para que su hijo no careciera de nada material durante la infancia.
Raiza y yo no nos vemos todos los días, pero eso no significa que no nos tengamos presente. Y aunque ella solo va a mi casa unas tres veces al año, que son las veces que me enfermo como promedio, yo si la visito siempre que tengo una oportunidad. Nunca estoy más de cinco días sin verla. Raiza tiene casi diez años más que yo, quizás por eso siempre he tenido la impresión de que me ve como su hermana menor. Su amistad es un tesoro, una joya que cuido y alimento.
Ella fue una de las primeras personas a quien le mostré mis escritos a los que yo llamaba poemas. Ella fue mi primera crítica y fue además quien me dió el impulso para visitar una Casa de Cultura y mostrar mis garabatos a una Asesora Literaria. Ir a su casa siempre es motivo de alegría y de tertulia. Basta con que yo llegue, para que ella ponga pausa a su novela turca de turno o deje a un lado el juego de las bolitas y de inmediato instalemos una amena charla sobre nuestras vidas.
En ocaciones, cuando estoy apurada, me paro en la ventana de su portal e intercambiamos un saludo y una sonrisa. Otras, me siento junto a ella en un sillón y nos actualizamos con más calma. Cuando me voy, su despedida siempre es la misma:
_ Pórtate bien, muchachita.
A lo que yo respondo:
_ ¿Hasta cuándo?
Muchas gracias por visitar mi blog
A STORY OF FRIENDSHIP AND RESILIENCE.
Hello, my hiver friends! How are you all doing? I hope everyone is well. Today, I return to this comunity to share a story that is entirely true. I hope you enjoy it.
We all have a gift in this life—a talent to discover, develop, and embrace. Some, for example, have the gift of attracting people. That’s the case with my friend Raiza. She rarely visits others, even her closest friends. Instead, ten to fifteen people parade through her house daily, and she knows exactly how to treat each one. Some stay in the living room, while others, like me—her most intimate friends—head straight to the kitchen. That’s where you’ll find her when she’s not playing that computer game where colored balls disappear (which I’ve never understood) or watching Turkish soap operas. Raiza loves talking to people; she also has the gift of gab. I admire her wisdom, which has earned her the "honorary title" of my personal advisor. Sometimes she’s brutally honest, but I prefer it that way—it makes me reflect, open my eyes, and face reality. We don’t always agree, but we respect each other’s views.
Even something as simple as going out to buy bread can turn into a long walk. Everyone knows her, greets her, and she always has something to say. If she forgets a name, she’ll call someone pepilla or pepillo (kiddo). Her humor is sharp, her smile genuine, and her laugh contagious. But like everyone, Raiza has a story to tell.
In 1980, when the Mariel port opened for those wishing to emigrate to the U.S., Raiza was living in a tiny room in La Lisa, Havana. She was 15, attending a rural boarding school in Güira de Melena. Her life changed unexpectedly when her mother announced plans to leave the country. Raiza begged her to stay, hoping to change her mind. Days later, returning from school, she found her mother and two brothers gone—they’d left the house key with a neighbor.
“Where are they?”* Raiza asked.
“They left for the U.S.,” the neighbor replied.
Raiza collapsed into tears. How could a mother abandon her daughter? She didn’t know how to cook or even light a stove. With neighbors’ help, she survived. Luckily, her boyfriend’s family in Güira de Melena welcomed her warmly. She stayed with them during school breaks and, determined, graduated as a Plant Health Technician—though she never worked in the field. Her dilapidated home was later deemed uninhabitable. To qualify for government housing, she needed a job for payroll deductions. She landed a role in personnel at La Lisa’s Urban Bus Terminal, securing a house in Punta Brava. Years of deep heartache from abandonment could have made her bitter.
Instead, Raiza chose joy, service, and living fully. Her lifelong dream was motherhood. At 38, she had her longed-for son with a firefighter she met, showering him with love. Her overseas family, despite their betrayal, sent monthly funds—cold remittances ensuring his material comfort. Raiza and I don’t meet daily, but we’re always present in each other’s lives. She visits my home maybe three times a year—usually when I’m sick—while I drop by whenever I can, never going five days without seeing her. Ten years my senior, she treats me like a little sister. Her friendship is a treasure I cherish. She was the first to read my early "poems," my critic, and the push I needed to share my scribbles with a Literary Advisor at a Cultural House.
Visiting her is always joyful. She pauses her Turkish dramas or bubble game, and we dive into lively chats about life. Sometimes, if I’m rushed, we exchange smiles through her window. Other times, we sit and catch up slowly. Her goodbye is always the same:
“Behave yourself, kiddo.”
To which I reply:
“Until when?”
Thank you for visiting my blog
Hermosa la amistad de ustedes ,creo que todos tenemos una "Raiza" en nuestras vidas.
Ciertamente. Gracias por tu visita.😘🙏
Que bueno es tener un amigo en quien apoyarse. Estoy segura de que ella es tan feliz de tenerte como tú de contar con ella. Te felicito
Así es, benditos sean nuestros amigos. Abrazo 🫂🤗
Una muy hermosa historia de amistad
La curación manual del testigo de @hispapro valorando tu contenido.
Muchas gracias 🙏
Wow... Qué historia tan fuerte... Me ha emocionado...
¡Abrázala y sonríele siempre!
Gracias a.igo mio. Abrazo 🫂🤗