Cuba, marzo de 2025.

Hermana querida:

Hoy te escribo, aunque sé que nunca leerás esta carta. ¿Qué decirte que no sepas ya?
Tengo tantos recuerdos tuyos, y todos lindos, que cada día, en algún momento, pienso en ti y aparece una sonrisa en mi rostro. Hoy no voy a llorar al pronunciar tu nombre, pero sabes de aquel problema en mi ojo derecho y de esa lágrima que insiste en brotar.

Quiero que sepas —bueno, eso siempre lo supiste— que nunca me molestó que fueras la preferida de nuestra madre, a pesar de que mamá nunca lo reconocía. Si la vieras ahora, tranquila en su sillón, sin apenas hablar, con esas lagunas mentales, y todo por culpa de esa inoportuna enfermedad. Hasta cierto punto creo que es mejor para ella; si fuera la de antes, su dolor sería tan grande que se consumiría en la tristeza por tu ausencia. Pero puedes estar tranquila, sabes que la cuido por las dos.
Hermana, ¿cómo olvidar nuestras charlas amenas y confidenciales, tu bella sonrisa y nuestros juegos locos de infancia? ¿Recuerdas cuando jugábamos al circo y a las acrobacias? Yo siempre ganaba. Recuerdo que cuando tenía que lavar los platos, se acababa todo y me tocaba fregar las ollas y calderos. Tú te reías burlona, alegando que era casualidad y no tu culpa. Yo fingía estar molesta y al final terminábamos "muertas" de risa.

¿Te acuerdas de nuestros desfiles de modas con las ropas, zapatos y pinturas de mamá? Lucias tan elegante con sus vestidos y tacones. Tu belleza nunca fue inadvertida para ningún hombre.
¿Cómo olvidar nuestros paseos con papá, nuestras idas a la playa? Nunca olvido tu cara de susto al ver los dinosaurios del Valle de la Prehistoria; eras tan delicada y sensible. Y cómo nos divertíamos en el Parque de Diversiones montando los equipos y comiendo golosinas. En verdad fuimos dos niñas felices, llenas del amor de nuestros padres. Y qué decir de tus dotes culinarias. Jamás volveré a comerme unos tamales tan sabrosos como los tuyos.

Te cuento que tu sobrina se fue del país, y estuve muy preocupada durante su travesía. ¿Sabes cuáles eran sus palabras de consuelo? "Tranquila, mamá, mi tía me cuida desde el cielo". Y así fue.

Por otra parte, quiero decirte que, gracias a un amigo, descubrí una nueva plataforma digital donde publicar lo que escribo. Es algo nuevo y emocionante que me tiene entusiasmada. Extraño tanto tus críticas, elogios y sugerencias a mis textos. Eras inteligente y talentosa, gracias a tu ayuda, mis hijos hacían sus tareas de historia.

Aún me parece tan absurda tu partida que, a veces, olvido que no estás y tomo el teléfono para llamarte, como lo hacía cada vez que necesitaba escuchar tu voz o contarte alguna novedad. Has de saber que ya tu hijo se graduó de médico y con excelentes resultados, puedes estar orgullosa.

Llevo en mi corazón aquel último día en que, justo antes de que entraras a hacerte una TAC, tomaste mi mano y, con el poco aliento que te quedaba, me dijiste: "Te quiero". Hice todo para retenerte y sin embargo, no pude. Siento que me faltaron abrazos y besos por darte, pero estoy segura que algún día nos reuniremos en la eternidad.

Por acá hay mucha gente que te quiere y te piensa con cariño, tu recuerdo es indeleble, lo sabes. Descansa en paz hermana, allí donde te encuentres, espero que los ángeles te susurren mis palabras.

Hasta siempre, Kelina.

Te amo.