Renovación eclesiástica desde una teología pastoral

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Buenos días, amigos. Siguiendo las últimas líneas teológicas de las publicaciones que recientemente he compartido, hoy quiero abordar un tema referente a la teología pastoral. Esta no es más que la rama de la teología que estudia de manera sistemática la forma más efectiva de llevar a cabo un plan de trabajo pastoral en las diferentes instancias de las comunidades eclesiales.

Lo hago, de manera especial, movido por la llegada del nuevo arzobispo de nuestra arquidiócesis de Barquisimeto. Estoy en la comisión de preparación de un plan arquidiocesano que busca revitalizar e impulsar la vida apostólica de la Iglesia en las diferentes localidades de nuestra arquidiócesis.

Es por ello que hemos realizado una primera reunión con los feligreses de mi comunidad parroquial para informarles, de primera mano, cuáles son los pilares que conforman esta planificación. Este nuevo impulso busca fortalecer todas las comunidades parroquiales.

Comencemos diciendo algunas palabras sobre la parroquia, ya que, según la Conferencia Episcopal Venezolana y la Iglesia universal, es una institución presente en muchos lugares. En ella confluyen diversas comunidades civiles y personas con una vida de fe. Nuestro compromiso es iluminar y acompañar a las mismas, para que sigan progresando en beneficio de toda la humanidad. Luego de esta breve indicación, pasemos a una presentación sintética sobre los 4 pilares del plan pastoral que en principio estamos proponiendo.

  • Anuncio. Aquí surge la interrogante que como Iglesia nos hacemos sobre el compromiso que nos dejó Jesucristo: anunciar el Evangelio a toda la creación, a toda la humanidad (Cfr. Mc 16,15). Debemos examinarnos a fondo en la forma en que recibimos y transmitimos este mensaje, pues sabemos que su poder reside en la verdad y en quien lo proclamó: el mismo Hijo de Dios.

El punto crucial está en cómo estamos llevando a cabo esta misión evangelizadora. Debemos preguntarnos: ¿Con qué frecuencia evangelizamos? ¿Qué métodos utilizamos? ¿Qué formación reciben nuestros agentes de pastoral? ¿Presentamos a Cristo de manera atractiva a quienes aún no lo conocen?

Para responder a estas preguntas es fundamental preparar a nuestros agentes de pastoral. La creación de una universidad es un sueño a largo plazo, pero es esencial sentar las bases ahora. Si bien el mensaje evangélico es atractivo por sí mismo, la forma en que lo presentamos es una tarea fundamental de la pastoral de la Iglesia.

  • Comunión. Este es el segundo pilar, fundamental en nuestro plan pastoral, y se refiere al testimonio que damos al mundo. Como dijo Jesucristo: 'Si todos ustedes son uno, el mundo creerá' (Cfr. Jn 17,21). El anuncio del Evangelio puede ser muy impactante, pero si quienes lo proclaman no viven en comunión, este mensaje pierde su fuerza.

Por ello, es crucial revisar las instancias de comunión que ya tenemos, como los consejos pastorales y los consejos de asuntos económicos. Estas estructuras deben ser espacios donde todos puedan expresar sus inquietudes y sugerencias. La sinodalidad, una palabra muy presente en la Iglesia hoy, refleja esta idea de caminar juntos, escuchándonos y complementándonos.

Dentro de este plan de renovación, destaca la importancia de las pequeñas comunidades cristianas. Una parroquia es una gran comunidad compuesta por muchas más pequeñas. Es necesario fortalecerlas para pasar de una parroquia centralizada a una descentralizada.

  • La caridad. Es el tercer pilar, igual de fundamental que los anteriores. Me inspira en particular el teólogo suizo Von Balthasar y su obra 'Solo el amor es digno de fe', puesto que este principio nos recuerda que, si bien podemos ser muy efectivos en el anuncio del Evangelio y en la construcción de comunidades, nuestra fe debe manifestarse en acciones concretas de amor hacia el prójimo (Cfr. Gal 5,6).

La caridad implica que nuestra fe trascienda las paredes de la iglesia y tenga un impacto positivo en la sociedad. Es por ello que la Iglesia debe promover diversas iniciativas sociales, como comedores, ayudas sociales y escuelas, que beneficien especialmente a los más necesitados.

No se trata solo de brindar asistencia material, sino de empoderar a las personas para que puedan mejorar su propia situación. Siguiendo el conocido proverbio, debemos enseñar a pescar, no solo dar pescado. La caridad transformadora no solo alivia el sufrimiento inmediato, sino que también busca desarrollar las capacidades de las personas para que puedan construir un futuro mejor para ellas y para sus comunidades.

  • Celebración. Nos encontramos ante el último pilar, muy importante también, porque la fe no es solo una declaración verbal, sino una experiencia que impregna todo nuestro ser (Cfr. 1Co 11,26). A través de las celebraciones litúrgicas, como el bautismo, la misa y el matrimonio, entre otros, profundizamos en nuestra fe y experimentamos la presencia de Dios.

Debemos preguntarnos cómo estamos llevando a cabo estas celebraciones y cómo podemos hacerlas más significativas para todos los fieles. Los ministros también tienen un papel fundamental en este proceso, y es importante que se involucren activamente para que el pueblo de Dios se sienta partícipe y valore estas celebraciones como un alimento verdaderamente espiritual (Cfr. Jn 6,51).

A veces se plantea una falsa dicotomía entre la liturgia y la pastoral, como si fueran dos aspectos separados de la vida de la Iglesia. Sin embargo, la realidad es que se complementan. La evangelización encuentra su culmen en las celebraciones litúrgicas, y estas, a su vez, impulsan la acción pastoral. El anuncio del Evangelio se celebra en los sacramentos, la comunión se manifiesta en la reunión de los fieles y la caridad encuentra su fuente, como su principal alimento, en la liturgia.

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