Caballo Caballito. Relato corto [esp-eng]

Caballo, caballito.

Un hombre había venido emocionado al hipódromo, aseguraba que había visto el futuro y que cierto caballo obtendría la victoria rotunda, jamás había visto a alguien tan seguro en toda mi vida, después de estar vociferando largo rato note que mucha gente le prestó atención y las ventanillas de apuesta se repletaron, todos apostaban al mentado caballo llamado Menta, distintos montos de apuesta pero siempre la misma inclinación, apuesta redonda a Menta como ganador.

De tanto mirar y mirar me dio curiosidad y lo único que tenía en mi bolsillo eran mil pesos y nada más, aún faltaban casi diez días para fin de mes y seguía haciendo mi trabajo, ser el personal de limpieza del hipódromo era algo divertido ya que acá se ven muchas cosas, tome mi billete y fui a la ventanilla.
La cajera en la ventanilla era Sarita, al ver que haría por primera vez una apuesta esbozó una risita tramposa, como insinuando qué por fin caía en el vicio de las apuestas. .

-¿Apostará a Menta también?- preguntó Sarita tras su ventanilla.

-¡No hijita!- le respondí con una extraña confianza. Apostatare a Caballo Caballito.

La joven Sarita, abriendo sus ojos como cortinas al amanecer, me dijo asombrada qué está era la primera vez que apostaban a ese caballo ya que siempre llegaba de último. Según entendía por los rumores de pasillo que esta era la última carrera del equino y luego iría al matadero.

Comenzó la carrera, tenía mi ticket en el bolsillo del delantal. Mientras barría, los papeles sin ganancia en el piso miraba de reojo la pantalla. El caballo Menta iba a la delantera tal cual se esperaba, se escuchaban los gritos de los fanáticos soñando con sus ganancias, en mi mente la esperanza no se dormía y continuaba mi labor.
Los vitoreos apresurados de una victoria se hacían escuchar a modo de gritos, muchos asiduos apostadores habían depositado sus esperanzas a ese caballo. Menta a la delantera, escuche mientras tomaba la pala para recoger el montón de basura. De pronto Sarita me gritó eufórica -¡Eliana, Eliana!, Caballo Caballito gaaaaaaanó-, me gire como resorte, de esos que saltan de algún juguete roto, lance la escoba sin pensar en mi trabajo y corrí a la ventanilla que era el símbolo de mi nueva vida.

Uno a cien, esa era la apuesta, más bien fue un todo o nada, donde mi esperanza obtuvo un todo. Entregue el ticket en mi bolsillo, el que simbolizaba mis esperanzas. ¿Quién diría que a mis sesenta y cinco años el golpe de suerte llegaría?

En ayuda al que me dio la fortuna decidí comprar a Caballo Caballito, ahora vive conmigo y corre feliz por el prado, atrás quedaron las ideas de llevarlo al matadero y vive como el campeón qué dio la última fortuna en su carrera de despedida. En cambio, al pobre hombre que dio falsos pronósticos lo dejaron tan magullado que tuvo que ser internado por la tunda que le dieron los cientos de fanáticos que apostaron al supuesto ganador Menta.

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Horse little Horse

A man had come to the racetrack excited, claiming that he had seen the future and that a certain horse would win by a landslide. I had never seen anyone so sure of himself in my entire life. After shouting for a long time, I noticed that many people were paying attention to him and the betting windows were crowded. Everyone was betting on the horse called Menta, with different amounts but always the same preference: a straight bet on Menta as the winner.

After watching for so long, I became curious, and the only thing I had in my pocket was a thousand pesos and nothing else. There were still almost ten days left until the end of the month, and I was still doing my job. Being a cleaning staff member at the racetrack was fun because you see a lot of things here. I took my bill and went to the window.
The cashier at the window was Sarita. When she saw that I was placing a bet for the first time, she gave a sly little laugh, as if to imply that I was finally falling into the vice of gambling.

"Are you betting on Menta too?" Sarita asked from behind her window.

"No, sweetheart!" I replied with strange confidence. I'm betting on Caballo Caballito.

Young Sarita, opening her eyes wide like curtains at dawn, told me in amazement that this was the first time anyone had bet on that horse, as it always came in last. From what I understood from the rumors in the hallway, this was the horse's last race and then it would go to the slaughterhouse.

The race began, and I had my ticket in my apron pocket. While sweeping up the worthless papers on the floor, I glanced at the screen. The horse Menta was in the lead, as expected, and I could hear the fans shouting, dreaming of their winnings. In my mind, hope did not fade, and I continued my work.
The hurried cheers of victory could be heard in the form of shouts. Many regular bettors had placed their hopes on that horse. Menta was in the lead. I listened as I picked up the shovel to collect the pile of trash. Suddenly, Sarita shouted euphorically, "Eliana, Eliana! Caballo Caballito won!" I spun around like a spring, like one of those that jumped out of a broken toy, threw down the broom without thinking about my work, and ran to the window that was the symbol of my new life.

One to a hundred, that was the bet, or rather, it was all or nothing, where my hope got everything. I handed over the ticket in my pocket, the one that symbolized my hopes. Who would have thought that at sixty-five years old, luck would strike?

To help the man who gave me my fortune, I decided to buy Caballo Caballito. Now he lives with me and runs happily through the meadow. Gone are the ideas of taking him to the slaughterhouse, and he lives like the champion who brought the last fortune in his farewell race. On the other hand, the poor man who gave false predictions was left so bruised that he had to be hospitalized after being beaten by the hundreds of fans who bet on the supposed winner, Menta.

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Las imágenes usadas fueron creadas en canva con recursos gratuitos.

La traducción fue realizada en Deepl versión free.

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