My family as a living space - Iris's Things initiative / Mi familia como espacio vital - iniciativa Las cosas de Iris (eng-esp)

Hello, friends.

My living space is my home. I want to make this clear from the start. I'm not talking about the house, the walls, or the furniture.

I'm talking about the people. My home is the people: my husband and my two children. Wherever they are, that's my place in the world. That's the territory I defend, the ecosystem I depend on and fight for every day.
They are the magnet that draws me in. The memory of the trip to Paris is still very fresh.

I was in a beautiful city, but my mind wasn't longing to return to my home, my kitchen, or my bed.
I longed for the smell of my toddler's neck, my daughter's laughter, and the quiet conversation with my husband on the couch. The final destination of any journey, literal or emotional, is always them.

They are the reference point that gives meaning to everything else.

And this home extends beyond the immediate family. My closest friends are also a fundamental part of this space. True friends, those tested through thick and thin.
They are the bridge that connects my inner world to the outer.
With them, I don't have to play the role of mother or wife; I can simply be myself. Their company and their perspectives balance me. They remind me of who I was before and help me integrate that person with who I am now.
They are the ideal complement.
Without them, my world would be smaller and my patience would run out sooner, I assure you.

So, when I tell you that my living space is my home, I am defining the boundaries of my energy and my commitment. I fiercely protect this space because it is the source of my strength and peace.
It's not a physical place that can be lost with a mortgage or a move. It's a network of people I choose to belong to and who choose me.
My home, my vital point, is portable, resilient, and alive. It is, quite simply, my people. And it is to them that I always want to return.

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Versión en español

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Hola, amigos.

Mi espacio vital es mi hogar. Quiero dejar esto claro desde el principio. No me refiero a la casa, a las paredes o a los muebles.

Me refiero a la gente. Mi hogar son las personas: mi esposo y mis dos niños. Donde sea que ellos estén, ese es mi lugar en el mundo. Ese es el territorio que defiendo, el ecosistema del que dependo y por el que lucho cada día.
Ellos son el imán que me atrae. Aún está muy fresco el recuerdo del viaje a París.

Estaba en una ciudad hermosa, pero mi mente no anhelaba el regreso a mi vivienda, a mi cocina o a mi cama.
Anhelaba el olor del cuello de mi hijo pequeño, la risa de mi hija y la conversación tranquila con mi esposo en el sofá. El destino final de cualquier viaje, literal o emocional, siempre son ellos.
Son el punto de referencia que da sentido a todo lo demás.

Y este hogar se extiende más allá de la familia inmediata. Mis amigos más cercanos son también parte fundamental de este espacio. Amigos de verdad , los probados en las buenas y en las malas.
Ellos son el puente que conecta mi mundo interior con el exterior.
Con ellos no tengo que desempeñar el rol de madre o de esposa; puedo ser simplemente yo. Su compañía y sus perspectivas me equilibran. Me recuerdan quién era antes y me ayudan a integrar esa persona con quien soy ahora.
Son el complemento ideal.
Sin ellos, mi mundo sería más pequeño y mi paciencia se agotaría antes, se los aseguro.

Por eso, cuando les digo que mi espacio vital es mi hogar, estoy definiendo los límites de mi energía y mi compromiso. Protejo este espacio con ferocidad, porque es la fuente de mi fuerza y mi paz.
No es un lugar físico que pueda perderse con una hipoteca o una mudanza. Es una red de personas a las que elijo pertenecer y que me eligen a mí.
Mi hogar, mi punto vital, es portátil, resiliente y está vivo. Es, simplemente, mi gente. Y es a ellos a donde siempre quiero regresar.