Esto Vale la Pena Leerlo [Also in English]
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Hay hombres que caminan con pasos tan sigilosos que parecieran flotar entre la multitud. No porque busquen pasar desapercibidos, sino porque saben con un conocimiento que viene de adentro, de esos silencios antiguos que se hacen carne, que el ruido del mundo no merece toda nuestra atención.
Germán Leonardo es uno de esos hombres. Aunque él mismo no lo diga así, aunque prefiera definirse como una eminencia entre risas sarcásticas que destilan tanta sinceridad como ironía.
Nació en Caracas, ciudad de todos y de nadie, entre el bullicio de una capital que mezcla llanos y andes, pues su sangre también lleva la contradicción hermosa de una madre gocha y un padre llanero. ¿Resultado? Un tipo que puede hablarte de Dios con una escritura sagrada en la mano izquierda mientras teclea en su laptop con la derecha.
Estudió en colegios católicos, lo cual le dio una educación con sotana y regaños celestiales, pero también una disciplina que aún hoy lo acompaña. Se graduó en informática, aunque a veces se pregunta si eso lo hizo por vocación o por instinto de supervivencia. Sea como sea, se convirtió en consultor de sistemas, traductor de jeroglíficos tecnológicos para humanos confundidos, hasta que decidió soltar la corbata y cambiarla por la libertad del freelancer. Hoy, Germán Leonardo lo mismo te arregla una base de datos que te diseña una portada en CANVA, mientras ayuda a sus hermanos en un negocio que suena a película de Tarantino: una distribuidora de molinos de carne y sierras eléctricas. No es broma.
En el fondo, su verdadera pasión es contar historias. Él dice que no es escritor, que es un echador de cuentos, pero ya sabemos que los grandes siempre minimizan su talento. Ha escrito relatos de suspenso que te hacen mirar por encima del hombro, cuentos infantiles que han arrancado sonrisas y hasta historias románticas, porque, aunque no crea en almas gemelas, se confiesa un eterno enamorado. Es de esos que encuentran poesía en un café compartido, en una mirada sincera, o en una despedida bien dicha.
Pero Germán Leonardo no es solo eso. Hay una capa más profunda, una niebla que rodea su figura con un toque de misterio. Ama la soledad, pero no desde la tristeza, sino desde una especie de pacto sagrado con su esencia. Dice que hubo un tiempo en que pensó romper la burbuja, acercarse más al mundo, pero algo sucedió nadie sabe qué y ahora anhela irse. No a morir, sino a buscar… ¿el qué? No lo sabe. Nadie lo sabe. Pero está seguro de que allá, en ese lugar sin nombre ni forma, se sentirá verdaderamente feliz.
Y eso lo define: es feliz, sí, pero también sabe que puede serlo aún más.
Tiene amigos, pero pocos. Es amigo de todos, pero se cuida de a quién le abre el alma. Odia la falsedad, aunque se ha pillado a sí mismo siendo hipócrita, como si el espejo lo enfrentara con su propia comedia humana. Y lo dice sin pena, con ese humor agrio que solo tienen los que ya han vivido suficiente como para no creerse perfectos.
A veces, cuando nadie lo ve, se ríe solo. No de los chistes de la vida, sino de sus propias contradicciones: ese tipo que quiere desaparecer del mundo… y que a la vez quiere ser leído, escuchado, entendido. Que no cree en extraterrestres ni en vidas pasadas, pero que escribe como si viniera de otro planeta y estuviera viviendo su última encarnación.
Germán Leonardo es una eminencia, sí. Pero no porque lo diga él. Lo es porque es capaz de enseñarte algo mientras desarma una sierra, hacerte llorar con un cuento de 500 palabras, o sacarte una carcajada hablando de las cosas que nadie quiere decir en voz alta.
Es un tipo que se ama. Y en un mundo donde la mayoría anda buscando validación en likes y aplausos, eso es un superpoder.
Así que, si te lo cruzas en una red social, en un taller de cuentos, o vendiéndote una tarjeta virtual para el Día de la Madre presta atención. Porque detrás de ese jean azul, de esa barba con canas y de esos lentes con montura verde, se esconde un universo. Un tipo que no está huyendo del mundo, sino caminando hacia sí mismo.
Y eso, amigo lector, es una historia que vale la pena seguir leyendo.
Todos los Derechos Reservados. © Copyright 2021-2025 Germán Andrade G.
Contenido original, escrito para:
Quién soy # 21. Hoy, ¿Quién soy? por @damarysvibra.
Todas las imágenes fueron editadas usando CANVA Pro.
Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Deepl para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.
Caracas, 7 de abril del 2025
English
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Some men walk with such quiet steps that it seems like they float through the crowd. Not because they want to go unnoticed, but because they know—deep down, from those ancient silences that become flesh—that the world’s noise doesn’t deserve all our attention.
Germán Leonardo is one of those men. Even if he doesn’t say it like that, he’d rather call himself a legend with a sarcastic laugh that drips with as much sincerity as irony.
He was born in Caracas—a city that belongs to everyone and no one—right in the chaos of a capital that blends the Andes and the plains. After all, his blood carries the beautiful contradiction of a mountain-born mother and a plainsman father. The result? A guy who can talk to you about God with sacred scripture in his left hand while typing on a laptop with his right.
He went to Catholic schools, which gave him an education with robes and heavenly scoldings—but also a discipline that still sticks with him. He graduated in computer science, though he sometimes wonders if that was out of passion or survival instinct. Either way, he became a systems consultant—a translator of tech hieroglyphics for confused humans—until he dropped the tie and traded it for the freedom of freelancing.
Today, Germán Leonardo can fix your database or design your book cover in CANVA, all while helping his brothers run a business that sounds straight out of a Tarantino film: a distributor of meat grinders and electric saws. No joke.
But at his core, he’s a storyteller. He says he’s not a writer, just a guy who spins tales—but we all know that truly talented people often play it down. He’s penned suspense stories that make you glance over your shoulder, children's stories that spark smiles, and even romantic tales—because even if he doesn’t believe in soulmates, he admits to being a hopeless romantic. He finds poetry in a shared coffee, an honest gaze, or a well-said goodbye.
But Germán Leonardo is not just that. There’s a deeper layer to him—a fog that surrounds him with a hint of mystery. He loves solitude, not from sadness, but from what seems like a sacred pact with his essence. He says there was a time when he thought about breaking the bubble, getting closer to the world. But something happened—no one knows what—and now he longs to leave. Not to die, but to seek… what? He doesn’t know. No one does. But he’s sure that somewhere, in that nameless, shapeless place, he’ll feel truly happy.
And that defines him: he’s happy, yes, but he knows he can be even more.
He has friends, but not many. He’s friendly with everyone but careful about who he opens his soul to. He hates phoniness, though he’s caught himself being a hypocrite—like life’s mirror confronting him with his human comedy. And he says it without shame, with that bitter humor only possessed by those who’ve lived enough to stop pretending to be perfect.
Sometimes, when no one’s looking, he laughs to himself. Not at life’s jokes, but at his contradictions: the guy who wants to disappear from the world… and who also wants to be read, heard, understood. Who doesn’t believe in aliens or past lives—but writes like he came from another planet, and this is his final incarnation.
Germán Leonardo is a legend, yes—but not because he says so. He is because he can teach you something while disassembling a meat saw, make you cry with a 500-word story, or make you burst out laughing with thoughts no one dares to say out loud.
He’s a man who loves himself. And in a world where most people chase validation through likes and applause, that’s a superpower.
So, if you stumble across him on a social network, in a writing workshop, or selling you a digital Mother’s Day card—pay attention. Because behind those blue jeans, that gray-bearded smile, and those green-rimmed glasses… hides a whole universe.
A man who isn’t running away from the world but walking straight toward himself.
And that, dear reader, is a story worth following.
All rights reserved. © Copyright 2021-2025 Germán Andrade G.
The original content was written for:
Who I am # 21. Today, who am I? by @damarysvibra.
All images were edited using CANVA Pro.
Caracas, April 7, 2025
It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Deepl to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.
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Thank you very much!
You're welcome! :)
Hola mi querido amigo @germanandradeg, muy buen resumen de lo que representa tu existir, creo que esa capacidad que tienes de contar historias es muy valiosa, me encanta lo que expresas "Y eso lo define: es feliz, sí, pero también sabe que puede serlo aún más", mil bendiciones para ti, un abrazo con cariño.
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Moon is coming
Hola @germanandradeg, qué buena semblanza de ese Germán Leonardo nos has traído, una persona cuya esencia es honesta y que hace tiempo superó la barrera de pintar su yo soy con colores indefinidos.
Me encanta ese Germán, que por cierto será como me escribiste en un comentario porque "Te pareces tanto a mí..." ja,ja,ja, hay de todo un poco en cada uno y eso también lo sentí cuando buscándote, porque tenía días que no te leía, te encontré en un post donde el dolor y la culpa que expresaba, me hallé sin palabras para acompañarte, definitivamente, hay duelos que el tiempo no los cura y las palabras del amigo tampoco, es nuestro esfuerzo intencionado los que nos pueden mostrar el camino y tú sabes la ruta.
Siempre es un gusto leerte, un abrazo fuerte y cariñoso. 😊
@damarysvibra, gracias por tus palabras que han acariciado mi alma. Sentí cada línea como un abrazo lleno de complicidad.
Me emociona que te guste ese Germán Leonardo que camina entre letras y silencios, ese que a veces se esconde y otras se muestra, pero siempre intentando ser honesto.
Y sí, “te pareces tanto a mí”… porque, a mi entender, en el fondo todos estamos hechos de la misma materia sensible; solo que la vida nos va moldeando con sus duelos, sus risas y sus búsquedas.
Gracias por buscarme, por encontrarme, por acompañarme, aun cuando las palabras se te quedaran cortas. A veces, el solo hecho de estar del otro lado, leyendo en silencio, también sostiene.
También, gracias por esos ejercicios que tanto disfruté y que me hicieron ver mi alma, que siempre está, pero que la mayoría de las veces omito.
Te abrazo fuerte desde este lado del planeta, con ese cariño que crece sin previo aviso.
Salud estimado @germanandradeg.
Andando por X, te encontré y hasta ahora no sé si el poeta Cadenas canta a los caudillos o los parodia.
Ya lo voy a averiguar, mientras te dejo reparar la sierra que seguro se trabó tratando de cortarle los cachos a algún amigo.
Pero hablando de caudillos te contaré un cuento de cuando en España gobernaba Franco.
Dicen que un día paseaba en el coche con el chofer por el campo y le dio sed, por lo que se detuvieron en la casa de un campesino a pedir un vaso de agua, que el campesino le obsequio amablemente y con gran respeto le entrego diciendo: A sus órdenes Don Claudio, y a todo respondía sí o no Don Claudio.
A estas, Franco se puso mosca y le pregunta: Usted me conoce, sabe quién soy. A lo que el hombre responde: Naturalmente Su Excelencia, el general Franco. A lo que este le replica: Entonces porque me llama Don Claudio.
El campesino responde con toda tranquilidad: Es primera vez que hablamos y no hay confianza, para decirle Claudillo.
Hasta pronto y que disfrutes de una semana provechosa.
Ja ja ja ja muy bueno ese cuento mi gran amigo.
@tipu curate 8
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