Entrada al Concurso "Llegaron los marcianos" | 1969

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El cielo comenzó a temblar. No con rayos ni truenos, sino con un zumbido grave, casi imperceptible, que se filtraba por las radios, los televisores y hasta las planchas dentales. En los noticieros, hablaban de interferencias solares. Y en la oficina de la licenciada María de los Ángeles, ajustadora de seguros en ejercicio y entusiasta de lo paranormal, el fenómeno tenía nombre: invasión inminente.

María tenía 50 años, un perro blanco llamado Sputnik y una colección de recortes sobre platillos voladores cuidadosamente archivados en una maleta metálica estilo “Los Invasores”. Vivía en un espacio de 50 metros cuadrado en el centro de Caracas, pero su mundo interior estaba lleno de civilizaciones galácticas, pactos secretos entre gobiernos y entidades cósmicas disfrazadas de cantantes del género Onda Nueva, comandada por Aldemaro Romero.

Cada noche, encendía su radio de válvulas esperando captar la señal. Decía que no era un sonido, sino un patrón. La gente se reía. Su vecino más cercano, Leonardo, un técnico de la planta televisora Radio Caracas Televisión con lentes verdes de culo de botella, era su antagonista favorito. Leonardo creía solo en lo que podía ser medido, soldado o reparado.

La madrugada del 20 de julio, cumpleaños de Leonardo, María despertó. Un ruido. Al asomarse, vio algo en la azotea. No era un platillo o nave. Si no un gato y rojo.

Subió y allí estaba. De la parte interna salía una luz. No se movía. Y para remate, no tenía cola.

Leonardo, también había escuchado algo y al ver la luz por la ventana, subió con un palo y su escepticismo. El gato ya no estaba. Pero el suelo de la azotea tenía marcas circulares, ordenadas como un lenguaje.

Durante las siguientes semanas, los animales comenzaron a desaparecer. Radios estallaban en estática a las 3:33 a. m. Y en el cielo, pequeñas luces que duraban unos segundos. María comenzó a documentarlo todo. Leonardo, aunque incrédulo, empezó a quedarse más tiempo en su casa, como si algo le picara por dentro.

Un periódico publicó una foto, unos niños mirando al cielo y, en lo alto, una figura… alargada, sin rostro, con brazos delgados y una barriga cervecera. Detrás de ella, un gato rojo.

Las desapariciones aumentaron. Pero ya no eran animales. Eran recuerdos. La gente comenzaba a olvidar cosas: canciones, nombres, fechas.

Una noche, María y Leonardo coincidieron en la cima de El Calvario, un hermoso espacio lleno de historia y gatos. No hablaron. Solo miraron el cielo, que parecía tener pulso.

Entonces, ocurrió.

El gato rojo apareció. Su cuerpo se desdobló como un libro. Y del interior surgió una figura humanoide con una colosal barriga.

Comprendieron, que el ser no tenía el cerebro en su diminuta cabeza, sino en la protuberancia que destacaba. Esa deducción fue porque, cuando el tipo les habló, la barriga se le movió como cuando algo feo fuera a salir.

Los extraterrestres no venían a matar. Venían a ocupar vacíos. A instalarse en lo que los humanos habían abandonado: la bondad, el asombro, la fe.

La figura extendió una garra. Les ofrecía una elección. Olvidar, o recordar… y cargar con las consecuencias.

Leonardo, se quitó los lentes. María, por primera vez, dejó de buscar respuestas.

Y aceptaron.

Al amanecer, el gato desapareció. Nadie supo si subió al cielo o si simplemente se disolvió en el aire fresco de Caracas. La radio, esa misma que chirriaba, transmitió una última señal. Una canción de bolero distorsionada que decía sus nombres al revés, como si desandara su historia.

Nadie volvió a verlos juntos.

Leonardo se mudó de ciudad. Abrió un taller donde reparaba radios y televisores que abrían canales sin frecuencia. Algunos clientes salían de allí repitiendo frases que no recordaban haber escuchado. Otros aseguraban haber visto un gato rojo que los observaba.

María reapareció firmando cartas en revistas extranjeras, dirigidas a los que aún recuerdan. Nunca usó su nombre real. Solo un seudónimo críptico: MDA-33. En sus textos hablaba de memoria intermitente, de visitantes que no venían del cielo, sino de grietas del tiempo, y de pactos hechos sin palabras.

El mundo siguió su curso. El cielo dejó de zumbar. Las radios…, bueno, ya saben. Pero algo, pequeño, permaneció.

Una pregunta sin respuesta. Una imagen persistente. Un gato rojo.

Hoy en día, en el 2025, cuentan que, en la cima de El Calvario, si subes sin compañía, y te detienes justo detrás de la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes… podrías verlo. Sentado. Esperando. Lo que vas a olvidar.

Todos los Derechos Reservados. © Copyright 2021-2025 Germán Andrade G.

Todas las imágenes fueron editadas usando CANVA.

Caracas, 17 de julio del 2025

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¡Genial! @germanandradeg
No se si Leonardo consiguió lo que buscaba, pero se siente que la pasión vibra con solo recordar a María. El gato y el Calvario le guardarán el secreto.

Éxito Campeón.

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Un texto interesante que mezcla humor, ciencia ficción, pero también elementos de la realidad en un tono casi poético. Saludos, @germanandradeg

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Interesante relato de desapariciones, extraterrestres o aparecidos de grietas, con mezcla amor y de humor, jajajaja y mas cuando sacaste a Onda Nueva. Tienes una gran capacidad de crear relatos. Felicitaciones.

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Muy interesante tu relato. Mezcla balanceada de diferentes elementos que dan como resultado una exquisita historia que se lee con interés de principio a fin.

Muchos éxitos 👍

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