Cuando se Apagó el Cielo [Also in English]

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Yadira vivía en el pleno centro de la ciudad. Su mundo giraba entre retratos callejeros, edificios desgastados, iglesias llenas de sombras y rostros perdidos en la masa. Lo que nadie sabía era que, tras el lente de su cámara, registraba más de lo visible. Desde hace años trabajaba como agente encubierta para una unidad especial dedicada a estudiar fenómenos ópticos inexplicables. A veces la verdad se colaba por la rendija de una fotografía, y su trabajo era atraparla antes de que se hiciera viral.

Fue durante una jornada rutinaria, entre grafitis y vitrinas, que captó una imagen diferente. Una multitud desenfocada, pero justo en el fondo… algo. Una figura borrosa, con proporciones imposibles y unos ojos que no parecían reflejar luz, sino consumirla. Yadira sintió un escalofrío que recorrió la espina. Era como si, al captarla, hubiera activado una alarma que solo los que sabían mirar podrían oír.

No podía analizarla sola. Acudió al único que, según rumores de los callejones digitales, veía más allá de lo real. Leonardo, el editor de los lentes verdes. Un personaje excéntrico que vivía encerrado en un local sin letrero, oscuro y cargado de monólogos. Sus lentes, hechos por él mismo con cristales rescatados de faros antiguos, tenían fama de revelar lo oculto.

Le entregó el archivo fotográfico sin decir palabra. Él lo observó. No a simple vista, sino con un sistema extraño de filtros superpuestos. Ella no podía esperar. Él le dijo que la llamaría. Al día siguiente, su expresión ya no era la misma. Había envejecido. Algo en esa imagen le había tocado.

Lo descubierto no era humano. El patrón de luz que la figura emitía no coincidía con ninguna frecuencia terrestre conocida. Pero había más. La imagen parecía mutar lentamente, como si respondiera a la mirada prolongada. Era un anzuelo. Y alguien había picado.

Fue justo cuando lo comprendieron que sus miradas voltearon. No fue una entrada dramática, sino casual. Un hombre con voz de radio AM y perfume de cinco dólares dijo estar buscando señal de Wi-Fi. Leoncio, vecino del local, exfuncionario del Ministerio de Tecnología y experto en aparecer en el peor momento posible. Desde hacía meses rondaba la zona arreglando un router que nadie había solicitado.

Apenas cruzó la puerta, se congeló al ver la imagen en pantalla. Su reacción no fue de sorpresa. Él había visto eso antes. O algo muy parecido. Una filtración interna que fue silenciada. Una niña. Una sonrisa congelada en miles de pantallas. Y una estadística imposible: cada hogar donde su imagen aparecía, días después, sufría una pérdida.

Lo que los tres no sabían es que, afuera, una figura los observaba. Sentada, como siempre, en su sillita. Doña Clara, la dueña de un café de enfrente, y la madre de Amelita, la niña más angelical del sector. Galletas caseras, voz baja, rostro dulce como pan recién hecho. Nadie sospechaba que, bajo ese delantal, latía el núcleo de algo oscuro.

Clara no necesitaba cámaras. Ella sentía cuando la verdad era revelada. Y lo que acababa de pasar, en esa tienda sin nombre, ya no tenía vuelta atrás. Amelita, o lo que creían que era Amelita, no había sido enviada para aprender. Había sido sembrada.

Cuando los tres miraron nuevamente la fotografía, notaron algo nuevo: la niña estaba ahora en primer plano. Y detrás de ella, como una sombra estirada hasta lo antinatural, una figura idéntica a Clara. Sonriendo. Sosteniéndola.

Yadira grito a Leonardo que borrara la imagen, pero el archivo replicaba cada intento. Cada pixel parecía tener voluntad propia. Leonardo intentó desconectar la energía, pero los dispositivos siguieron encendidos. Leoncio, acostumbrado a filtrar secretos, sintió por primera vez que él mismo había sido filtrado.

Fue entonces cuando se apagó el cielo, algo nada normal. Un zumbido sordo vibraba en cada rincón. Y allí, frente a ellos, apareció la niña. Misma ropa, misma expresión, pero sin pupilas. Ausencia total de vida.

Y habló, sin abrir la boca.

Dijo que, gracias a la invocación digital, podía revelarse.

Clara apareció justo detrás. Tocó a Yadira en el hombro. Leonardo se hizo el muerto. Leoncio intentó salir, pero la puerta había desaparecido.

Nadie supo más de ellos.

Y la foto siguió en su navegación virtual.

Y cada vez que alguien la comparte… alguien desaparece.

Todos los Derechos Reservados. © Copyright 2021-2025 Germán Andrade G.

Todas las imágenes fueron editadas usando CANVA.

Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Yandex Translate para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.

Caracas, 16 de julio del 2025

English

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Yadira lived in the very center of the city. His world revolved between street portraits, worn-out buildings, churches full of shadows, and faces lost in the mass. What no one knew was that, behind the lens of her camera, he recorded more than what was visible. For years, she had been working as an undercover agent for a special unit dedicated to studying unexplained optical phenomena. Sometimes the truth would slip through the crack of a photograph, and his job was to catch it before it went viral.

It was during a routine day, among graffiti and showcases, that he captured a different image. An unfocused crowd, but right in the background... something. A blurred figure, with impossible proportions and eyes that did not seem to reflect light, but to consume it. Yadira felt a shiver run down her spine. It was as if, by catching it, he had set off an alarm that only those who knew how to look could hear.

I couldn't analyze it alone. He went to the only one who, according to rumors from the digital alleys, saw beyond the real thing. Leonardo is the publisher of the green lenses. An eccentric character who lived locked up in a place without a sign, dark and full of monologues. His lenses, made by himself with crystals salvaged from ancient lighthouses, were reputed to reveal the hidden.

She handed her the photo file without a word. He watched him, not with the naked eye, but with a strange system of overlapping filters. She couldn't wait. He told her that he would call her. The next day, his expression was no longer the same. He had grown old. Something about that image had touched him.

What was discovered was not human. The pattern of light the figure emitted did not match any known terrestrial frequency. But there was more. The image seemed to mutate slowly, as if responding to the prolonged gaze. It was a hook. And someone had bitten.

It was just then that their gazes turned. It was not a dramatic entrance, but a casual one. A man with an AM radio voice and five-dollar perfume said he was looking for a Wi-Fi signal. Leoncio, a neighbor of the local, a former official of the Ministry of Technology, and an expert in showing up at the worst possible time. For months, he had been hanging around the area fixing a router that no one had requested.

As soon as he crossed the door, he froze when he saw the image on the screen. His reaction was not surprising. He had seen that before. Or something very similar. An internal leak that was silenced. A girl. A smile frozen on thousands of screens. And an impossible statistic: every home where his image appeared, days later, suffered a loss.

What the three of them didn't know was that, outside, a figure was watching them. Sitting, as always, in her chair. Doña Clara, the owner of a cafe across the street, and the mother of Amelita, the most angelic girl in the sector. Homemade cookies, low voice, face as sweet as fresh bread. No one suspected that, under that apron, the core of something dark was beating.

Clara didn't need cameras. She felt when the truth was revealed. And what had just happened, in that nameless store, had no way back. Amelita, or what they thought was Amelita, had not been sent to learn. It had been seeded.

When the three looked at the photograph again, they noticed something new: the girl was now in the foreground. And behind her, like a shadow stretched to the unnatural, a figure identical to Clara. Smiling. Holding her.

Yadira screamed at Leonardo to delete the image, but the file replicated every attempt. Each pixel seemed to have its own will. Leonardo tried to disconnect the power, but the devices kept turning on. Leoncio, accustomed to leaking secrets, felt for the first time that he had been leaked.

That's when the sky went out, something not normal. A dull hum vibrated in every corner. And there, in front of them, the girl appeared. Same clothes, same expression, but no pupils. Total absence of life.

And he spoke, without opening his mouth.

She said that, thanks to the digital invocation, it could be revealed.

Clara appeared right behind. He touched Yadira on the shoulder. Leonardo played dead. Leoncio tried to leave, but the door had disappeared.

No one knew more about them.

And the photo continued in his virtual navigation.

And every time someone shares it... Someone disappears.

All rights reserved. © Copyright 2021-2025 Germán Andrade G.

All images were edited using CANVA.

Caracas, July 16, 2025

It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Yandex Translate to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.

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Excelente historia. Sigo pensando que a un universo paralelo o a otra dimensión, están los personajes, averiguando como carrizo regresar o salir de la imagen. Eso para por curioso, sobre todo a Leoncio, nombre que me recuerda a una comiquita.

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Nosotros, al nacer, venimos escapados de otra dimensión… o de otro mundo, universo, lo que sea. Al llegar aquí, nos topamos con este caos. Y resulta que, al morir, también escapamos… pero volvemos al mismo lugar de donde veníamos antes de nacer. Un ciclo interminable, como el del hámster en su rueda.

Buscamos respuestas que no llegan. Nunca las encontramos. Y así han pasado los siglos, en la misma vuelta, una y otra vez. Esto seguirá igual hasta que el ciclo se detenga. Tal vez, entonces, seremos felices. O, al menos, libres.

Clara y Amelita son, quizás, seres que vienen a rescatarnos. Pero como vivimos atrapados en ese ciclo vicioso, no alcanzamos a ver que ellas podrían ser las superheroínas que tanto esperamos. Los mesías.

Creo que me fumé un paquete de espaguetis.
Mejor me quedo tranquilo.

Gracias por pasar, por leer y por comentar.
Saludos y cariños.

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Ese paquete de espaguetis estaba potente! jajaja, sin embargo, resueno con lo que dices. No del todo, porque eso es aburrido, pero si resueno en una parte importante.

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Me gustaría saber en cuál parte resuenas.
Era RONCO.

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Para hacerlo mas fácil, no resueno en lo de los mesías. La verdad no creo en mesías.

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Los mesías, al igual que los caudillos, son los culpables de las desgracias de pueblos ignorantes. Antes de mencionar al mesías, mencioné a las superheroínas o los superhéroes, figuras que presuntamente salvan a la población. El ser humano siempre quiere creer en otro natural o sobrenatural, obviando que puede creer en sí mismo. En la historia no sabemos que son Clara y la muchachita.
¿Qué te parece, está fumada?

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Un cuento muy bien logrado, con una historia extraña y llamativa, que combina con eficiencia lo fantástico, la ciencia ficción y el terror, con buen dominio del suspenso. Saludos, @germanandradeg.

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José (@josemalavem), tu visita siempre es bienvenida porque señala que voy bien por este camino de las letras que tanto me apasiona, pero también me asusta por mi ignorancia.
Acabo de enterarme del concurso "Llegaron los marcianos". Ese tema me gusta mucho, ya estoy en la fabricación de mi participación
¡Gracias!

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