Leyendo la iniciativa de nuestra admirada @damarysvibra, me entero de que he venido navegando en un río de ignorancia con respecto a las caricias. Y, a lo mejor, en otras cosas más, pero el asunto hoy son las caricias.

Pues resulta que hay tres tipos de caricias, y yo juraba que las caricias eran eso: solo caricias, cosas sabrosas, llenas de amor, de motivación, de esperanza y de alegría infinita.

Según yo, mi vida ha estado llena de caricias positivas y no es que las haya buscado, sino que aparecen, quieren adherirse, y yo las acepto con mucho gusto. Pero profundizando en que existen varios tipos de caricias, llego a la conclusión de que también he recibido caricias mixtas y negativas, aunque podría decir que las mixtas son las negativas disfrazadas.

Mis encuentros con las caricias negativas son esporádicos o casi inexistentes hoy en día. Tal vez se acentuaban cuando me desempeñaba activamente en el mundo laboral, en oficinas donde la competencia estaba a flor de piel y siempre aparecía el envidioso, el flojo o el que no se comprometía con determinado proyecto. Como fui educado para hacer las cosas lo mejor posible, esos personajes oscuros surgían con sus caricias raras.

Soy cariñoso; estoy consciente de que exporto caricias buenas la mayoría de las veces. Se salen de mí sin control, es un piloto automático que no necesita interruptor: se activa cual chatbot de inteligencia artificial… o tal vez espiritual. Es mi esencia. Pero claro, entiendo que no soy un chico con su dibujito plasmado en una estampita para que me adoren; tengo mi lado oscuro, y ese, a veces, se sale del corral para hacer travesuras o para soltar esas caricias negativas que no sabía que tenían ese nombre.

Pero ese lado oscuro es más un mecanismo de defensa que una elevación del ser malvado queriendo perjudicar a otros. Esas caricias se manifiestan con ironías o con poner los puntos claros al equivocado. Un ejemplo es cuando los zurdos se aparecen con sus cuentos comunales y llega este catire a decirles: “Párate allí; coge pa’ otro lado”.

Por muchas veces que fui agredido con caricias negativas y/o mixtas, nunca me transformé en un ser vengativo, aun cuando la sangre hirviera. Diría, como un buen amigo y ex colega de la fuerza: que se haga justicia; no es venganza ni odio.

Cuando pasé por mis etapas de divorcios o separaciones, siempre fui un ser lejano a la hostilidad. Para evitar confrontaciones, no entraba en disputa por cosas materiales y dejaba que tomaran lo que quisieran. A veces, las chicas tenían el objetivo de humillarme, de barrer el piso conmigo, pero todo quedaba en su vinagreta. Sus caricias maléficas me resbalaban, quedando yo en paz mientras ellas se desintegraban en sus agrias esencias. Después, con el tiempo, se les afinaba el coco y se daban cuenta de que tanta agresividad no las llevaba a nada bueno y solo perjudicaba a los hijos.

Cada vez que tengo oportunidad, exporto amor, sin ningún interés perverso. Estoy convencido de que el universo premia al que da amor, y lo premia muy bien.

En estos días tropecé con una taza de ácido de batería que se hartaba diciendo eso, que era ácida. Yo no le paré, porque vi su alma detrás de su coraza, en ella había dulzura… precaria, pero dulzura al fin, y el universo me mostró que no estaba equivocado. Solo había que invocarla.

No importa dónde esté ni con quién esté, siempre dejo que la gente bote su basura, pero no dejo que me caiga. Yo solo sigo mi camino de amor, en pos de mis objetivos, que van acompañados de la felicidad y el éxito.

Ven, que te acaricio.