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☀️ Mirar a Un Nuevo Comienzo

La vista lleno de mucho regocijo y felicidad a Dorante. En la cima de aquella colina, se mostraba ante sus ojos lo que significaba la salvacion para todos los que componian el inmenso grupo de viajeros que lo acompañaban. Mucho mas abajo detras de el, miles de migrantes que se habian convertido en su familia durante este largo viaje, desgastaban las pocas fuerzas que les quedaban a sus maltrechos cuerpos, despues de oir lo gritos de Dorante desde lo alto de la colina.

—¡LarniKa! ¡Es LarniKa!— Grito con todas sus fuerzas, indicando que llegaban a la mitica ciudadela perdida al sur de lo que fue la tierra de Gargarona.

—¡Mama, llegamos! —mucho mas abajo, le decia Darian a su madre, tendida en una manta. —¡Despierta, ya llegamos!

La madre de Darían hizo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y trató de incorporarse. A su alrededor, la multitud luchaba con sus propias dudas e inseguridades, de si al fin era verdad que habían llegado a la ciudad de Larnika. Era la décima vez que llegaban a una colina y frente a ellos, solo se presentaban nuevamente, más montañas, más valles áridos, más caminos resecos por andar y sobre ellos, más muertes y desespero.

Las figuras de los viajeros, famélicos y harapientos, se arrastraban hacia la colina, para, en un último intento de valor y fe, tratar de mirar con sus propios ojos el destino tan anhelado. Al menos si no lograban llegar, tendrían la satisfacción de haber muertos con la última mirada de la esperanza y la salvación en sus ojos.

Darían subió corriendo a la colina, después de que su madre le insistiera fuera a mirar por sí misma el anhelado destino. Al llegar a la cima, donde ya varias personas se agolpaban, cayó de rodillas y las lágrimas no se dejaron esperar. En la distancia, se notaban los pequeños edificios de una ciudad casi en ruinas, pero que significaba, tanto para ella y para todos en ese momento, la esperanza de un nuevo mundo.

Habían perdido tanto y a muchos tratando de lograr este sueño, escapando de la hambruna provocada por los canallas habitantes de Sabanet, quienes, en su intento de acabar con cualquier disidencia, se apoderaron de cualquier cosa que tuviera valor o se pudiera comer, condenando al destierro y a la muerte por inanición a todos los pobladores que vivían aledaños a la emblemática ciudad del vicio y la perdición.

—Lo lograremos, Darían, tendremos una nueva vida, —le dijo Dorante a la delgada chica, de quien se había enamorado durante el viaje y a quien prometió luchar hasta el final para llevarlos a salvo a Larnika. Se sentó junto a ella, la abrazó y ambos, con los otros llenos de lágrimas, miraron hacia el futuro que les esperaba en la ciudad que les ofrecía la salvación y un nuevo comienzo.