REMEDIOS PARA EL ALMA (44)

avatar

Recuerda:

Un tropezón no es caída y una caída no es símbolo de abandonar. Eli era una niña muy inquieta que en verdad todavía ni siquiera sabía qué quería, pero sí estaba segura de que lo quería ya.

Hasta que un buen día creció un poco y decidió que quería andar en patines, esos que son unas botas con rieles por debajo con ruedas, y "tatan, tatan", mágicamente tras una oferta especial llegaron a su vida usados pero como nuevos.

Ella había leído mucho sobre cómo usarlos y poder practicar equilibrio, postura correcta, respiración... Pero resulta que leer no es lo mismo que hacer. Leer le generó el compromiso detrás de verse casi volando con sus patines que lanzaban chispas por detrás, como en una película donde ella era la reina de la acrobacia.

Ahora había que caer a la dura realidad: era la hora de involucrarse en la práctica. Y todo marchaba de maravillas hasta que su mejor amigo Firulay, su perrito caniche, apareció de repente en escena jugando con un calcetín o media robada, la distrajo, perdió el equilibrio y "paff", al suelo con toda su alma.

Ni siquiera alcanzó a poner las manos y se hizo un feo corte en la pera. Le gustase o no, tuvo que ir al hospital a que le pusieran puntos y le examinaran la boca para saber si todo seguía normal. Papá preocupado por la próxima decisión que tomaría ante seguir o no seguir con los patines.

Todo nos deja una enseñanza, y abandonar ante la primera caída, aunque sonaba dolorosa, no parecía "una muy buena señal". Gracias a Dios se le cruzó una doctora que fue su ángel de la guarda en el preciso momento.

Cuando nuestra pequeña le contó lo sucedido, exclamó: "Sí, que fue duro el aterrizaje forzoso", y se sonrió. Luego se acercó para ponerle los puntos, pero antes le mostró su cicatriz muy cerca de su ojo que le contó se hizo más o menos a su edad aprendiendo a conducir su amada bicicleta, con la cual venía todos los santos días a trabajar.

La niña salió riendo del consultorio y lista para seguirlo intentando, a pesar de que sabía que habría golpes venideros. Abandonar no era ni remotamente una opción.
Hablar de los que nos pasa, valla que ayuda...
Y ahí estaba sentada en el suelo acariciando a su perrito que no paraba de mover la cola y lamerla, sus padres la miraban embobados sabiendo que había elegido el camino de la perseverancia y eso tarde o temprano la tendría patinando.



0
0
0.000
0 comments