REMEDIOS PARA EL ALMA (36)

Recuerda:

Muchas veces en el transcurso de mi vida escuché la frase: "Hay que hacer algo porque si te quedas quieto, te comen los piojos". Y quizás tenía razón. Ya de más grande escuché la historia de la mujer que creyó firmemente que había muerto.

Resulta que una pareja de adultos mayores vivían en pleno bosque, apartados totalmente de la civilización. Él todavía conservaba su viejo empleo en el aserradero y ella pasaba muchas horas sola, haciendo y deshaciendo, tal vez por aburrimiento, el aseo de la humilde cabaña. La soledad la invadió y empezó a pensar que estaba enferma, afiebrada. Terminó lo mínimo posible para dejar el lugar habitable y se dejó caer en la silla mecedora en espera de su esposo.

Él apareció horas después, silbando una vieja melodía, y se encontró con la situación de frente. Corrió hacia su esposa y le preguntó qué tenía. Estaba acostumbrado a que ella recordara la melodía y la cantara; él bajaba las alforjas y juntos bailaban. Simplemente eran felices, se amaban y rebosaban de vitalidad. Y ahora ella ahí, tirada sobre la mecedora, inmóvil.

Pareció salir de un profundo sueño y al ver a su esposo de pie ante ella y preocupado, le dijo: "Creo que morí, ¿será que estoy muerta?". Y él, con toda la dulzura del mundo, le dijo: "Toca tus mejillas; ellas están rosadas y tibias. Eso es señal de que estás viva, mi cielo". Todo volvió a la normalidad.

Semanas después, ella había lavado y puesto a secar, colgadas en el patio trasero que daba al inmenso bosque, las sábanas y acolchados de cama. Cuando se desató una feroz tormenta de nieve y la temperatura descendió de repente, haciendo las cosas más urgentes en esa situación, se olvidó de las que seguían colgadas. Y cuando se acordó, salió, como estaba, apresurada a entrar las prendas de vestir de la cama.

Pisó mal por la espesa nieve acumulada que cubría todo y se precipitó de cara al suelo. Tardó un tiempo en poder ponerse boca arriba y dejar su posición, que la mantenía con su cara enterrada en la nieve. Instintivamente tocó sus mejillas y comprobó que estaban heladas. Así entendió, en su cabecita, que su peor miedo se había cumplido: sola y de un hecho inesperado, había muerto fruto del golpe.

Una manada de lobos que merodeaba por el lugar se acercaron hambrientos en busca de comida y, lentamente, midiendo cada movimiento, sabiendo de lo engañoso e inteligente que es el ser humano, fueron hacia ella. Quien, totalmente inmóvil, pensaba: "Qué suerte tienen de que esté muerta; si no, una vez más los haría huir despavoridos". Y así los lobos se la comieron y arrasaron con todo lo comestible que había en la cabaña.

Debes encontrar algo que te mueva, un sueño, una necesidad insatisfecha que haga que te comprometas y luego te involucres en aprender y hacer, porque si no, nos comen los...

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