The symphony of good people / La sinfonía de las buenas personas (eng-esp)
Hello, friends of Green Zone
There's a truth I've learned over the years, both on stage and in the privacy of my life: even if it doesn't seem like it, we are not islands. Sometimes, we isolate ourselves from the world, from people, in search of peace or protection.
However, I don't think isolation (or prolonged isolation, at least) is ever a good option.
The music I carry inside doesn't sound the same if there's no one listening, if there are no hands applauding, souls vibrating with the same strings I play. That's why I've realized that surrounding myself with good people (those who add their own light and not shadows) isn't a luxury, but a necessity.
And not just good people, but also happy people. Because happiness, like music, is contagious.
In art, as in life, the environment is everything. A musician can't create beauty amidst chaos, the discordant noise of bad energies. That's why I've carefully chosen those I allow into my personal space.
My husband, @abelarte, isn't the first violin in this orchestra, because his thing is lyrics. But he would be if he knew how to play an instrument.
He not only listens to me, but accompanies me. With his easy laugh and magical gaze, he turns the ordinary into the extraordinary. From morning coffee, a shared silence after a tiring day, the constant I love you, the support before a concert… these are the small miracles he plants in my life.
My two sons are the melody that never stops. They remind me that life isn't just about perfect scales and applause, but about unbridled laughter, unexpected hugs, and that purity that only a child can give. They orbit around my heart, and I around them. They are my greatest masterpiece.
And then there are my friends. Those from school, my students, and all those in Hive and beyond. But, since we're talking about music, I'll emphasize the girls in my guitar quartet Sultasto.
These accomplices who started out as colleagues and ended up being my sisters. With them, I share not only scores, but secrets, dreams, and frustrations. They understand the fear before a premiere, the euphoria after a standing ovation, the frustration when a passage doesn't quite come out. Together, we're more than four guitarists: we're a family.
In music, when an instrument is out of tune, it's immediately noticeable and annoying. It undoes all the work of others.
The same thing happens in life. Toxic people, those who only know how to complain, criticize, and so on—those energy vampires—are like notes out of tune and out of rhythm. On the other hand, those who radiate joy, gratitude, and kindness are like a sweet melody, like the strumming of a guitar.
I've found that when I'm surrounded by happy people, I'm happier too. Their optimism inspires me, their love strengthens me, and their company gives me the confidence to keep creating. Abel, with his constant humor; my children, with their tireless curiosity; my friends in the quartet, with their unwavering complicity... they are all my emotional support network.
In the end, life is like a great symphony: it can be chaotic or sublime, depending on who plays it with you. I've been lucky enough to find those who not only play in the same tune, but also help me shine. Because happiness is not just a personal state, but a collective act.
So I choose to continue to surround myself with those who make me better, those who remind me that, even on days without music, life is already a beautiful song. And in that concert, my family and friends are the essential instruments that make every note worthwhile.
Versión en español
Hola, amigos de Green Zone.
Hay una verdad que he aprendido a lo largo de los años, tanto en el escenario como en la intimidad de mi vida: aunque no lo parezca, no somos islas. En ocasiones, nosotros mismos nos aislamos del mundo, de las personas, en busca de tranquilidad o protección.
Sin embargo, no me parece que el aislamiento (o el aislamiento prolongado, al menos), sea nunca una buena opción.
La música que llevo dentro no suena igual si no hay alguien escuchando, si no hay manos que aplaudan, almas que vibran con las mismas cuerdas que yo toco. Por eso, he comprendido que rodearme de buenas personas (de esas que suman su luz propia y no las sombras) no es un lujo, sino una necesidad.
Y no solo buenas, sino también, personas felices. Porque la felicidad, como la música, es contagiosa.
En el arte, como en la existencia, el entorno lo es todo. Un músico no puede crear belleza en medio del caos, del ruido discordante de las malas energías. Por eso, he elegido con cuidado a quienes permito entrar en mi espacio personal.
Mi esposo, @abelarte, no es el primer violín en esta orquesta, porque lo suyo son las letras. Pero lo fuera si supiera tocar algún instrumento.
Él no solo me escucha, sino que me acompaña. Con su risa fácil y su mirada llena de magia, convierte lo ordinario en extraordinario. Desde el café por la mañana, un silencio compartido después de un día agotador, el te quiero constante, el apoyo antes de un concierto… esos son los pequeños milagros que él siembra en mi vida.
Mis dos hijos son la melodía que nunca cesa. Ellos me recuerdan que la vida no es solo sobre escalas perfectas y aplausos, sino sobre risas desenfrenadas, abrazos inesperados y esa pureza que solo un niño puede regalar. Orbitan alrededor de mi corazón, y yo alrededor de ellos. Son mi mayor obra maestra.
Y luego están mis amigas. Las de la escuela, mis alumnas y todas aquellas de Hive y fuera de él. Pero, como estamos hablando de música, haré un énfasis en mis muchachas de mi cuarteto de guitarras Sultasto.
Esas cómplices que empezaron siendo colegas y terminaron siendo mis hermanas. Con ellas, no solo comparto partituras, sino secretos, sueños y frustraciones. Ellas entienden el miedo antes de un estreno, la euforia después de una ovación, la frustración cuando un pasaje no sale. Juntas, somos más que cuatro guitarristas: somos una familia.
En la música, cuando hay un instrumento desafinado, enseguida se siente y es molesto. Echa por tierra todo el trabajo de los demás.
Lo mismo pasa en la vida. Las personas tóxicas, aquellas que solo saben quejarse, criticar… aquellos vampiros de energía, son como notas fuera de tempo y desafinadas. En cambio, quienes irradian alegría, gratitud y bondad, son como una dulce melodía, como el sultasto de una guitarra.
He comprobado que cuando estoy rodeada de gente feliz, yo también lo soy más. Su optimismo me inspira, su amor me fortalece y su compañía me da seguridad para seguir creando. Abel, con su humor constante; mis hijos, con su curiosidad incansable; mis amigas del cuarteto, con su complicidad inquebrantable… todos ellos son mi red de apoyo emocional.
Al final, la vida es como una gran sinfonía: puede ser caótica o sublime, en dependencia de quienes la interpreten contigo. Yo he tenido la suerte de encontrar a aquellos que no solo tocan en el mismo tono, sino que me ayudan a brillar. Porque la felicidad no es solo un estado personal, sino un acto colectivo.
Así que elijo seguir rodeada de quienes me hacen mejor, de quienes me recuerdan que, incluso en los días sin música, la vida ya es una canción hermosa. Y en ese concierto, mi familia y mis amigas son los instrumentos imprescindibles que hacen que cada nota valga la pena.
Es la vida una partitura hermosa que debemos saber interpretar de la mejor manera.
Gracias por llegarte a nuestra comunidad. Eres siempre bienvenida.
Me encantó mi estimada amiga la publicación y el gran significado que tiene para nuestras vidas, es una necesidad dentro de la jerarquía de las mismas, las relaciones interpersonales, la red de apoyo emocional son imprescindibles para todos, fue lo que nos hizo humanos y lo que nos mantiene humano. Excelente la comparación con una sinfonía, es muy deseable y me alegra mucho que así pase en su vida, formar parte de una sinfonía de buenas personas. Muchísimas bendiciones.
Muchas gracias por sus palabras. Ustedes también son, de alguna manera, parte de mi orquesta. Llevamos casi 9 meses aquí, trabajando juntos, así que bien podría decirse.
Gracias por siempre estar.
Abrazos.
!LADY
@topcomment
@commentrewarder
Yo suelo ser bastante solitaria, aunque las personas creen todo lo contrario. Y es que, paradojicamente puedo compartir y ser amable con todo el mundo, pero en Mí mundo...no dejo entrar a todos. No es cuestión de elitismo, es privacidad, protección.
Sin embargo, nunca estás sola. Tienes a tu niño, a tu mamá, a tu esposo y a tu perrita (me han hablado de ella) Así que no estás sola, ni lo estarás.
Y haces bien en ser selectiva. Tenemos que protegernos y proteger a los nuestros
Sending you Ecency curation votes.😉
