The Symphony of Feeling - Emotions Inventory initiative / La Sinfonía de Sentir - iniciativa Inventario de emociones (eng-esp)

Hello, friends of Holos & Lotus.

I'm happy to participate in the initiative of @iriswrite, who is debuting as a columnist for a day.

If I were to open the map of my soul and point out the territories that comprise it, I wouldn't find clear borders, but rather an emotional geography that expands and contracts with the passing days.

Today I pause to take stock, to name aloud the threads with which my soul is woven.
It's an intimate exercise, like reading a diary aloud, but necessary to understand the woman, artist, and mother that I am.

First, like any good mother, comes the love for my children. They are the force that drives me to get up every morning, even on days when tiredness weighs more than I do. Since I held them in my hands, there's nothing I do that stops them from passing through my thoughts.

In my soul, there is another feeling that occupies a large space: gratitude. I am very grateful to other people. I recognize that I do not walk alone. I see the hands they reach out to me, the favors small and large. I am even grateful for the smile of a stranger that brightens a dull moment.

I am grateful for the teacher who is patient with my son, for the friend who listens without judgment, for the community that supports me. This gratitude is not a debt, but a celebration. It's the awareness that we're all intertwined, and that every act of kindness, no matter how small, is a vital thread in the web that sustains us.

And in the midst of this ebb and flow of emotions, there's always music. Music is part of my life. It's the direct language to the soul that needs no translation. A language full of emotions, and I always speak it in search of something that will strike a chord with the audience.
I play music to clean, to cook, to celebrate... It's the faithful companion that shapes what I feel, that connects me with memories and opens doors to dreamed-of futures. It's the background beat of my emotional inventory.

I'm also extremely empathetic. I'm easily saddened or rejoiced by what happens to other people. I feel other people's emotions as if they were my own. Sad news can darken my day, and the success of a loved one is experienced with genuine and overflowing joy.
Sometimes it's an overwhelming gift, a burden that tires the heart. But I wouldn't trade it. This empathy is what constantly reminds me of our shared humanity. It's the antidote to indifference and the bridge that allows me to connect with others on a deep and true level.
But sometimes it hurts.

That's why, with full awareness, I always choose positive actions and distance myself from and reject anything negative. I know that pain and negativity exist; I experience them in my own empathy, but I refuse to allow them to nest within me.
I push away gossip, fruitless complaints, and toxic energies. I fiercely protect my mental and emotional space, because it is the garden where my children, my gratitude, and my music should flourish. It is my act of rebellion against the darkness: actively choosing the light, every day.

And this entire structure rests on an unshakable foundation: I always choose truth and justice, above all else.

I cannot be any other way.

Falsehood suffocates me and injustice enrages me. This commitment has brought me problems, no doubt, but it also allows me to sleep peacefully. It's the common thread that gives meaning to everything else: I love truly, I give thanks sincerely, I connect authentically, and I choose the good from the deepest conviction.

This is my inventory. A landscape of fierce love, resonant gratitude, shared melodies, vibrant empathy, and a moral compass that always points, irrevocably, toward the light. I am this woman. Complex, contradictory at times, but striving to remain faithful to the symphony of feelings within her.

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Versión en español

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Hola, amigos de Holos & Lotus.

Estoy feliz de participar en la iniciativa de @iriswrite quien se estrena como columnista por un día.

Si tuviera que abrir el mapa de mi alma y señalar los territorios que la conforman, no encontraría fronteras claras, sino una geografía emocional que se expande y contrae con los días.

Hoy me detengo a hacer un inventario, a nombrar en voz alta los hilos con los que está tejida mi alma.
Es un ejercicio íntimo, como leer un diario en voz alta, pero necesario para entender la mujer, artista y madre que soy.

Lo primero, como toda buena madre, está el amor a mis hijos. Ellos son esa fuerza que me impulsa a levantarme cada mañana, incluso los días en que el cansancio pesa más que yo. Desde que los tuve en mis manos, no hay nada que haga en que no pasen por mis pensamientos.

En mi alma hay otro sentimiento que ocupa gran espacio: la gratitud. Soy muy agradecida con las demás personas. Reconozco que no camino sola. Veo las manos que me tienden, los favores pequeños y grandes. Agradezco hasta la sonrisa del desconocido que ilumina un momento gris.

Agradezco a la maestra que tiene paciencia con mi hijo, al amigo que escucha sin juzgar, a la comunidad que me sostiene. Esta gratitud no es una deuda, sino una celebración. Es la conciencia de que estamos todos entrelazados, y que cada acto de bondad, por mínimo que sea, es una hebra vital en la red que nos sostiene.

Y en medio de este ir y venir de emociones, siempre está la música. La música forma parte de mi vida. Es el lenguaje directo al alma que no necesita traducción. Un lenguaje lleno de emociones y que hablo siempre en busca de alguna que logre tocarles las fibras al público.
Pongo música para limpiar, para cocinar, para celebrar... Es la compañera fiel que da forma a lo que siento, que me conecta con recuerdos y me abre puertas a futuros soñados. Es el latido de fondo de mi inventario emocional.

También soy extremadamente empática. Me entristezco o alegro con demasiada facilidad ante lo que le sucede a las demás personas. Siento las emociones ajenas como propias. Una noticia triste puede ensombrecer mi día, y el éxito de un ser querido lo vivo con una alegría genuina y desbordante.
A veces es un don abrumador, una carga que cansa el corazón. Pero no lo cambiaría. Esta empatía es la que me recuerda constantemente nuestra humanidad compartida. Es el antídoto contra la indiferencia y el puente que me permite conectar con los demás en un nivel profundo y verdadero.
Solo que a veces duele.

Por eso, con plena conciencia, elijo siempre las acciones positivas y me alejo y rechazo todo lo que sea negativo. Sé que el dolor y la negatividad existen, los vivo en mi propia empatía, pero me niego a permitir que aniden en mí.
Alejo los chismes, las quejas infructuosas y las energías tóxicas. Protejo mi espacio mental y emocional con ferocidad, porque es el jardín donde deben florecer mis hijos, mi gratitud y mi música. Es mi acto de rebeldía contra la oscuridad: elegir la luz, activamente, todos los días.

Y toda esta estructura descansa sobre una base inquebrantable: elijo siempre la verdad y la justicia, ante todo.
No puedo ser de otra manera.
La falsedad me ahoga y la injusticia me enfurece. Este compromiso me ha traído problemas, sin duda, pero también me permite dormir en paz. Es el hilo conductor que da sentido a todo lo demás: amo con verdad, agradezco con sinceridad, me conecto con autenticidad y elijo el bien desde la convicción más profunda.

Este es mi inventario. Un paisaje de amor feroz, gratitud resonante, melodías compartidas, empatía vibrante y una brújula moral que apunta siempre, irrevocablemente, hacia la luz. Soy esta mujer. Compleja, contradictoria a veces, pero intentando ser fiel a la sinfonía de sentir que lleva dentro.