The Play of My Life / La Obra de mi Vida (eng-esp)

Hello, friends of Holos & Lotus

@damarysvibra invites us to reflect on those Recesses of our Inner World in her new initiative. As usual, I immediately started thinking about what she presents in her post and what José Luis Martorell tells us in his book. And, in this way, and after analyzing it in depth, I came to this initial conclusion.

My inner world is not a single, silent space, but rather a stage where three different versions of myself coexist, negotiate, and sometimes collide. I think this is the so-called inner chaos that some of us experience from time to time.
Understanding that I act according to a "life script," as the theories I've consulted explain, has been revealing in deciphering this internal conflict. This script, which I've been creating and following since childhood, under the influence of my environment, sometimes makes me feel like I'm playing a pre-written character.
However, realizing that this script can be modified is what now allows me to observe the true actors in my life: my Child Self, my Adult Self, and my Mother Self.
Only in this way do I come to understand what my life's play is about.

My Child Self is the most authentic and stubborn. She's playful, cheerful, and enjoys meeting up with friends for coffee, or just to chat. She can't stand household responsibilities; for her, they're a bore that interrupts her true purpose: playing the guitar, singing, watching TV, and playing.
Her language is that of pure emotion. When something doesn't go her way, this "I" gets upset and manifests itself with explosive impulsiveness. It's the part of me that reacts from an old wound, the part that feels forced to do something against its will.
In those moments, it's not my conscious adult self speaking, but the child I once was, demanding attention and space.

Opposite her, my Adult Self is the manager, the executor. Her main function is to control the impulsiveness of the Child Self. She's the one who brings balance and maturity to my behavior and my overall personality.

When the inner child rebels against household chores, the adult self takes a firm stand and firmly reminds her that the duties must be completed. Of course, she doesn't do this out of pure repression, but with a clear strategy (remember, balance, I'm still me): after fulfilling the obligation, she rewards the child self with a moment of leisure, a sweet treat, any craving she has, recognizing a job well done.
The adult self is the one who restrains the impulses, takes a deep breath, and chooses a measured response instead of an explosive reaction. It is the voice of responsibility that has learned to manage the child's spontaneity.

But the one who truly steers the ship, the director of the project, is my Mother Self. This has been the case since I had my first child.
This is not a separate entity, but rather an integration of the previous two. It is the one who can and has control over the other two selves. The Mother Self does not nullify the Child Self or the Adult Self; it contains them. It is the one who plans the future and, at the same time, protects the child's dreams and joy.

It constantly works on self-improvement and improvement, not to be perfect, but to ensure that both the child and the adult grow in harmony. She knows that the commands and attributions of the past, like be the best or don't bother, may have written the first lines of my script, but she also knows that I'm the only one who can rewrite it at will and consciously.

This coexistence isn't always peaceful, but it's mine. Recognizing these three who speak within me is the first step to stop automatically repeating a script that no longer serves me.
My daily work is to listen to the child without judgment, apply adult rationality without rigidity, and allow the mother, with her holistic vision, to finally take the reins of our life together.

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Versión en español

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Hola, amigos de Holos & Lotus

@damarysvibra nos invita a reflexionar sobre esos Recovecos del mundo interior nuestro en su nueva iniciativa. Como es de costumbre, al momento me puse a pensar en esto que nos expone en su post y en lo que nos cuenta José Luis Martorell en su libro. Y, de esa forma y analizando a profundidad, llegué a esta conclusión inicial.

Mi mundo interior no es un espacio único y silencioso, sino un escenario donde conviven, negocian y a veces chocan tres versiones distintas de mí. Creo que eso es el llamado caos interior que algunos tenemos de vez en cuando.
Entender que actúo siguiendo un "guion de vida", como explican las teorías que he consultado, ha sido revelador para descifrar este conflicto interno. Este guion, que vengo creando y siguiendo desde mi infancia, bajo la influencia de mi entorno, me hace sentir a veces que represento un personaje pre-escrito.
Sin embargo, al tomar conciencia de que este guion puede ser modificado, es lo que me permite ahora observar a las verdaderas actrices de mi vida: mi Yo Niña, mi Yo Adulta y mi Yo Madre.
Solo así llego a comprender de qué se trata la obra de mi vida.

Mi Yo Niña es la más auténtica y terca. Es juguetona, alegre y le gustan los encuentros con amistades a tomar café, o simplemente, a conversar. No soporta las responsabilidades del hogar; para ella, son un aburrimiento que interrumpe su verdadero propósito: tocar la guitarra, cantar, ver televisión y jugar.
Su lenguaje es el de la emoción pura. Cuando algo no sale como quiere, esta Yo se molesta y se manifiesta con una impulsividad explosiva. Es la parte de mí que reacciona desde una herida antigua, la que siente que la obligan a hacer algo en contra de su voluntad.
En esos momentos, no es mi adulta consciente quien habla, sino la niña que una vez fui, demandando atención y espacio.

Frente a ella, mi Yo Adulta es la gerente, la ejecutora. Su principal función es controlar las impulsividades de la Yo Niña. Es la que trae equilibrio y madurez a mi comportamiento y a mi persona en general.

Cuando la niña interior se rebela contra las tareas domésticas, la Yo adulta pone la mano dura y recuerda con firmeza que hay que cumplir con los deberes. Por supuesto que no lo hace desde la represión pura, sino con una estrategia clara (recuerden, el equilibrio, sigo siendo yo): después de cumplir con la obligación, premia a la Yo Niña con un momento de ocio, un dulce, cualquier antojo que tenga, reconociendo el trabajo bien hecho.
La Yo adulta es la que frena los impulsos, respira hondo y elige una respuesta medida en lugar de una reacción explosiva. Es la voz de la responsabilidad que aprendió a gestionar la espontaneidad de la niña.

Pero quien realmente conduce el barco, la directora de la obra es mi Yo Madre. Es así desde que tuve a mi primer hijo.
Esta no es una entidad separada, sino la integración de las dos anteriores. Es la que puede y tiene el control de las otras dos "Yo". La Yo Madre no anula a la Niña ni a la Adulta; las contiene. Es la que planifica el futuro y, al mismo tiempo, protege los sueños y la alegría de la niña.

Trabaja constantemente en la superación y el mejoramiento personal, no para ser perfecta, sino para asegurarse de que tanto la niña como la adulta crezcan en armonía. Sabe que los mandatos y atribuciones del pasado, como sé la mejor o no molestes, pueden haber escrito las primeras líneas de mi guion, pero también sabe que soy la única que puede reescribirlo a voluntad y consciencia.

Esta convivencia no siempre es pacífica, pero es mía. Reconocer a estas tres que hablan en mí es el primer paso para dejar de repetir automáticamente un guion que ya no me sirve.
Mi trabajo diario es escuchar a la niña sin juzgarla, aplicar la racionalidad de la adulta sin rigidez, y permitir que la madre, con su visión integral, tome finalmente las riendas de nuestra vida en común.