The journey of my life – Initiative #36 That life of ours / El viaje de mi vida – Iniciativa #36 Esa vida nuestra (eng-esp)

Hello, friends of Holos & Lotus

In order to fully understand the nature of my journey, I must look back, at where I came from and what I've achieved along the way. I'm truly amazed at the path I've taken.

The path has never been a straight or easy route (I don't think anyone's is), but rather a winding trail marked by traces of effort, the occasional dried tear, and laughter that still resonates in my memory.
My life has been, above all, a journey of self-discovery. A constant process of peeling back layers, of removing armor that no longer served me, and of finding, beneath it all, the woman I always knew I could be.

As a child and teenager, I believed that knowing myself was a matter of taste and preferences. But I soon learned that it's something much deeper. It's about understanding why I react the way I do, where my deepest fears come from, and, most importantly, recognizing the strength that dwells in my vulnerabilities.
It sounds easy to say, but it isn't.
Every failure, every moment of doubt, has become the most valuable lesson. It's true, but at first, I took it for what it wasn't: I believed I couldn't achieve anything. It was hard for me to stop believing in that, but I managed to do so with time and maturity.

I learned that stumbling isn't falling, and that even when falling, I could learn to get back up stronger. Self-knowledge isn't a destination on my path (or anyone else's), but rather a traveling companion. It can also be seen as a compass that shows me the way forward.
On the other hand, this journey has been constant proof that I can achieve whatever I set out to do. Not because of luck or special gifts (I wish), but because of the sacred certainty of hard work.
I've learned that effort is a language that the universe understands perfectly. The late nights of studying, the projects revised over and over again, the goals that seemed like unreachable mountains... each one of them was a step against a hurricane's wind, but one I took with patience and faith.

The satisfaction of moving forward is sometimes greater than that of reaching a goal. That joy lies not only in the achievement itself, but in the reminder of my own capabilities. It shows me, time and again, that the limit is almost always where fear resides. I set my own limits, no one else. Luckily, I learned to remove them.
Something I always kept in mind as I walked was to do so on a path built on a foundation of kindness. I consider myself a good person. Being a good person is not a weakness, even if some take advantage of it, but the greatest strength.

Honesty, empathy, and respectful behavior are not bargaining chips to obtain favors; they are the principles that allow me to look in the mirror every day at peace and be happy with myself.

Success built at the expense of others is a house of cards. I have chosen to build my path with integrity, even if it takes longer. Because in the end, I won't ask myself how much I achieved, but how I achieved it and who I helped along the way.

Of course, to see what I have achieved, I must compare it with the present, and then I must look forward. I no longer see that uncertain path of adolescence. Now I see a horizon full of possibilities that I know I can navigate with the tools I have forged: self-knowledge as my guide, perseverance as my driving force, and kindness as my banner.

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Versión en español

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Hola, amigos de Holos & Lotus

Para poder responde cuál ha sido la naturaleza de mi viaje, obligatoriamiente debo mirar hacia atrás, de donde vengo y lo que he conseguido en este andar y de veras que a veces me asombro al ver el camino que he recorrido.

El camino nunca ha sido una ruta recta ni fácil (no creo que el de nadie lo sea), sino un sendero serpenteante marcado por huellas de esfuerzo, alguna lágrima seca y risas que aún resuenan en la memoria.
Mi vida ha sido, sobre todo, un viaje de autoconocimiento. Un proceso constante de desvelar capas, de quitarme armaduras que ya no me servían y de encontrar, bajo todo eso, a la mujer que siempre supe que podía ser.

De niña y adolescente creía que conocerme era una cuestión de gustos y preferencias. Pero pronto aprendí que es algo mucho más profundo. Es entender por qué reacciono como lo hago, de dónde vienen mis miedos más arraigados y, lo más importante, reconocer la fuerza que habita en mis vulnerabilidades.
Se dice fácil, pero no lo es.
Cada fracaso, cada momento de duda, se ha transformado en la lección más valiosa. Es cierto, pero al principio lo tomaba como lo que no era: creía que no podía lograr nada. Me costó dejar de creer en eso, pero lo conseguí con el tiempo y la madurez.

Aprendí que tropezar no es caer, y que incluso cayendo, podía aprender a levantarme con más fuerza. El autoconocimiento no es un destino en mi camino (ni en el de nadie), sino un compañero de viaje y también puede verse como una brújula que indica la ruta a seguir.
Por otro lado, este viaje ha sido la prueba constante de que puedo lograr lo que me propongo. No por suerte o por dones especiales (ojalá), sino por la certeza sagrada del trabajo duro.
He aprendido que el esfuerzo es un lenguaje que el universo entiende perfectamente. Las madrugadas de estudio, los proyectos revisados una y otra vez, los objetivos que parecían montañas inalcanzables… cada uno de ellos fue un paso con el viento huracanado en contra, pero que los di con paciencia y fe.

La satisfacción de avanzar a veces es mayor que la de llegar a una meta. Ese gozo no reside solo en el logro en sí, sino en el recordatorio de mi propia capacidad. Me demuestra, una y otra vez, que el límite casi siempre está donde reside el miedo. Mis límites me los ponía yo misma, nadie más. Por suerte aprendí a quitármelos.
Algo que siempre tuve en cuenta al caminar, era hacerlo sobre un camino cimentado en una base de bondad. Me considero una buena persona. Ser una buena persona no es una debilidad, aunque algunos se aprovechen de eso, sino la mayor de las fortalezas.

La honestidad, la empatía y el trato respetuoso no son monedas de cambio para obtener favores; son los principios que me permiten mirar al espejo cada día en paz y estar feliz conmigo misma.
El éxito que se construye a expensas de los demás es un castillo de naipes. He elegido construir mi camino con integridad, aunque lleve más tiempo. Porque al final no me preguntaré cuánto logré, sino cómo lo logré y a quién ayudé a lo largo del trayecto.

Por supuesto, para ver lo que he conseguido, debo compararlo con el presente y entonces, debo mirar hacia adelante. Ya no veo ese camino incierto de la adolescencia. Ahora veo un horizonte lleno de posibilidades que sé que podré navegar con las herramientas que he forjado: el autoconocimiento como guía, la perseverancia como motor y la bondad como mi estandarte.