[Writing Contest] Finish the Tale #13. The Beggar/ [Concurso de Escritura] Termina el cuento #13. El mendigo

The stranger at the subway station handed me a key and whispered, "Don't lose it!"

Instinctively, I clenched my fist, dying to take a look at it, but I feared that the man would vanish without answering the thousand questions that began to flood my mind. However, he briefly touched my shoulder and smiled, as if apologizing for an accidental stumble, and continued on his way without paying me any further attention. I remember thinking, "What a crazy guy," and I was about to throw the key away. It was an impulse, barely a thought, and I felt it starting to burn me; my knuckles were stiff. The pain grew more intense; I screamed, and my hand opened up, but I wasn't holding anything at all—only the tattoo of some runes. I recognized the symbols, and in desperation, I ran to the place where I had seen them.

Twelve heads of old men, all made of stone, seemed to guard the fountain. As I approached, the pain diminished until it completely disappeared. But when, relieved, I tried to walk away, it burned again with greater force. Then everything became so clear. I had become the key and guardian of this place, bound to it for life; it was my mission; I had been chosen. To discover, understand, and accept—all happened at once.
I settled down on my coat at the foot of the fountain to tell stories of arcane worlds that I didn't even know existed. Of course, I extended my cap to the strangers passing by because I would have to live off something from now on.

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El extraño en la estación de metro me entregó una llave y susurró: "¡No la pierdas!"

Instintivamente apreté el puño, moría por echarle un vistazo, pero temía que el hombre se esfumara sin dar respuesta a las mil preguntas que comenzaban a flecharme. Sin embargo, él tocó mi hombro brevemente y sonrió, como quien se disculpa por un tropezón accidental y siguió su camino sin ocuparse más de mí. Recuerdo que pensé "vaya loco" y me dispuse a tirar la llave. Fue un impulso, apenas un pensamiento y sentí cómo empezaba a quemarme, mis nudillos estaban rígidos. El dolor se hacía más intenso, grité y se abrió mi mano, pero no aferraba objeto alguno, sino el tatuaje de unas runas. Reconocí los símbolos y desesperado corrí hacia el lugar donde los había visto.

Doce cabezas de ancianos, todas de piedra parecían custodiar la fuente.
Mientras me acercaba el dolor disminuía hasta desaparecer por completo. Pero cuando, aliviado, intenté alejarme volvió a quemar con más fuerzas. Entonces todo se hizo tan claro. Yo me había convertido en la llave y guardián de este lugar y estaba atado a él de por vida; era mi misión, había sido elegido. Descubrir, entender y aceptar, todo sucedió a la vez.
Me acomodé sobre mi abrigo y a los pies de la fuente a relatar historias de mundos arcanos que ni sabía que existían. Eso sí, extendí mi gorra a los extraños que pasaban porque de algo tendría que vivir a partir de ahora.

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