Una batalla, pero no la guerra.

Saludos, hermosa familia, regresar a esta comunidad siempre se siente como un abrazo cálido al que no quiero renunciar.

He compartido en otras ocasiones acerca de las aventuras y travesuras de Samy, mi nieto perruno, un pekinés ardilla con una personalidad arrolladora jjjj.

Pero hoy vengo a hablarles de una pekinés con una personalidad aún más complicada que la de mi Samy.

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Ella es Susy, su mamá humana es una prima mía muy cercana, así que visito su hogar bastante a menudo.

La Susy es poco sociable, y decirlo así es un eufemismo jejeje, no le gusta interactuar con extraños y no duda en manifestar su descontento por cada "invasión" en su adorable casita.

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Al principio tenían que cuidar hasta de que no me mordiera y yo andaba de puntillas con tal de no molestarla, aunque aprovechaba cada ocasión para, con la aprobación de su mamá, darle pequeños bocados de golosinas, hablarle con cariño desde lejos y mostrarle mi afecto sin invadir su "espacio personal". Las cosas que una hace para ganarse el cariño de esas criaturas maravillosas.

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En fin, para mi suerte, poco a poco se fue dejando convencer por mi cariño. Primero dejó de ladrar molesta cuando yo llegaba, después empezó a mover su colita y en un de mis visitas se acercó a mis pies arrastrándose sobre su vientre, la acaricié y rasqué todita. Desde ese día la relación entre nosotras comenzó a cambiar.

Susy tiene una pelota fea, hecha de medias viejas pero no es posible sustituirla porque no acepta otra. Con esa la acostumbró a jugar su papá humano y no renuncia a ella. Cuando él llega del trabajo Susy corre a buscarla para que se la tire al menos una vez y queda satisfecha.

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También permite que su mamá y sus abuelas humanas le hagan algún que otro lanzamiento, aunque siempre termina recuperándola y poniéndola en custodia bajo el sofá, porque ella es quien decide las dinámicas, el tiempo, con quién... y nadie tiene dudas de eso.

La pelota se ha convertido entonces en un símbolo de su amistad y su aceptación. A veces me gustaba acercarme ostensiblemente mientras ella la masticaba a placer. Era muy divertido ver cómo se ponía en guardia y la cubría con sus paticas para esconderla de mí.

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Poco a poco comenzó a buscar la pelota cuando yo llegaba a la casa, o cuando le hablaba con cariño, pero nunca me la dejaba tocar, solo me la mostraba y yo estaba satisfecha con ese gesto de tolerancia y amistad.

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Hoy Susy rompió todos los esquemas. Mientras conversábamos los adultos de la casa, se paró en el sofá y puso la pelota en mis manos. Confieso que me quedé tan sorprendida como conmovida y por unos segundos no supe qué hacer. Pero recobré mi compostura a tiempo y por primera vez supe lo que era jugar con ella y su querida pelota.

Todavía nos falta mucho camino por andar antes de llegar a ser las amigas que pretendo. Pero siento que ella conoce mi cariño, mi cuidado, en el fondo sabe que puede confiar en mí, solo está protegiendo su imagen de chica ruda lo mejor que puede.

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Yo no pienso renunciar a mis metas y sé que un día les podré compartir una fotografía con ese tan ansiado abrazo perruno.

Por ahora comparto ese abrazo con ustedes que sí me aceptaron de inmediato en sus corazones.

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Esta publicación se escribió sin usar IA. Las imágenes son mías y los banners se crearon en Canva