Soloescribe día 2766: da un paso más. Mil y un pasos/ Freewrite day 2766: take one more step. A thousand and one steps

Hola, otra vez, he vuelto a por nuestros cinco minutos diarios de un encuentro en solo escribe que, precisamente, por fugaz es más intenso.

Quiero aprovechar hoy para agradecer a Mario Benedetti por su poema "No te salves", en cuyos versos leí una y otra vez "no te quedes inmóvil al lado del camino", a mí yo adolescente le sonaba como consejo de papá y así lo incorporé a mi credo.

He encontrado muchos muros en mi vida, demasiados puentes rotos, sin la convicción de dar siempre un paso más me hubiera quedado en el principio de mi andar.

Pero esa no iba a ser yo. Cuando la vida me cerró una puerta, yo salté la ventana. Me acostumbré a ver tres soluciones ante cada problema que se me presentaba, evaluaba pros y contras y emprendía el camino que me parecía mejor; si no funcionaba, pues vuelta atrás y agarraba otro desvío, pero nunca dejé de avanzar.

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Ni los fracasos, ni los logros (a veces estos son aún mas peligrosos) me han detenido. Me niego a llevarlos como maleta pesada, los convierto en ruedas y avanzo. Así, por ejemplo, (y por necesidad) he ejercido un gran número de oficios.

Me gradué como Licenciada en Español y Literatura, maestra, pero cuando el sistema educativo en mi país dejó de estar en consonancia con mis principios, no me quedé a ver marchitarse mis sueños, eché a andar y me volví actriz de teatro.

Los problemas de vivienda en Cuba me cerraron esa puerta por más que lo intenté, entonces trabajé como Redactora de estilo, en una casa editorial. Los problemas de vivienda que había reparado con parchitos volvieron a hacer aguas y tuve que regresar a la casa materna donde me encontré con el mundo de la radio para formarme como guionista, asesora, directora y actriz radial.

El terruño materno quedaba en el fin del mundo, con economías cada vez más precarias, así que, apoyados por unos amigos, emigró toda la familia hacia tierras más prometedoras.

Ahí sí tuve que reinventarme, fui cocinera en una unidad militar donde nadie entendía que, con más titulos que la mayoría de ellos, les estuviera sazonando el almuerzo. Yo, por el contrario regresaba cada día feliz a mi casa, llevaba comida, prosperidad, aprendizaje y la hermosa sensación de servir a otros.

Por circunstancias familiares de muy triste recordación decidimos dejar esa tierra atrás, volví a cambiar de residencia. El único empleo que se presentó disponible fue Instructora de Informática. Atrevida me presenté para el puesto sabiendo que en esa área mis conocimientos no pasaban de lo básico, pero estudié, me esforcé y obtuve muchos reconocimientos por mi labor.

La situación económica post COVID me planteó la necesidad de buscar mejoras salariales y así me presenté a una entrevista, a falta de experiencia con valor y cara dura, nada menos que para solicitar la plaza de Especialista en Importaciones de una de las empresas mecánico-industrial más grandes de este país.

Conseguí la plaza, di mi mejor esfuerzo, gané experiencia, reconocimientos, estímulos materiales y morales y me enamoré de la tarea.

Cuando toda mi familia emigró a otro país y mi esposo también partió al extranjero por contrato de trabajo tuve que plantearme otra vez qué significaba avanzar. Así que renuncié a mi puesto para poder enfrentar las funciones de mamá, papá, logística, maestra, psicóloga y hasta etcétera.

El motivo: mi niña pequeña entraba en la adolescencia, en la enseñanza secundaria, muy afectada por la separación de su papá, de su primo al que ama como un hermano, de toda su familia. Yo era lo único que le quedaba y decidí que me tendría al ciento por ciento.

En estas felices disposiciones me encontró Ecency, y aquí estoy, dando otro nuevo paso en mi vida, empujando mis límites, volando mi "falso techo", todo excepto quedarme "inmóvil al lado del camino".

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A los que me siguieron hasta el final un abrazo y mi agradecimiento.

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Este post fue redactado sin el uso de IA. Las imágenes fueron creadas en la aplicación Luzia. Los Banners han sido diseñados en Canva

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Hello again, I'm back for our daily five-minute meeting at just write, which, precisely because it's fleeting, is more intense.

I want to take this opportunity to thank Mario Benedetti for his poem "Don't Save Yourself," in whose verses I read over and over again "don't stand still by the side of the road." To my teenage self, it sounded like dad's advice, and so I incorporated it into my credo.

I've encountered many walls in my life, too many broken bridges. Without the conviction to always take one more step, I would have stayed at the beginning of my journey. But that wasn't going to be me.

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When life closed a door on me, I jumped out. I got used to seeing three solutions to every problem I faced, weighing the pros and cons and taking the path that seemed best to me. If it didn't work, I'd turn back and take another detour, but I never stopped moving forward.

Neither failures nor achievements (sometimes these are even more dangerous) have stopped me. I refuse to carry them around like a heavy suitcase; I turn them into wheels and move forward. So, for example, (and out of necessity) I've held a number of jobs.

I graduated with a degree in Spanish and Literature and became a teacher. But when the educational system in my country stopped aligning with my principles, I didn't just sit back and watch my dreams wither; I started walking and became a theater actress.

Housing problems in Cuba closed that door to me, no matter how hard I tried, so I worked as a copywriter in a publishing house. The housing problems I had fixed with Band-Aids began to unravel again, and I had to return to my mother's house, where I discovered the world of radio to train as a screenwriter, consultant, director, and radio actress.

My motherland was at the end of the world, with increasingly precarious economies, so, supported by some friends, the entire family emigrated to more promising lands.

There I really had to reinvent myself. I was a cook in a military unit where no one understood that, with more qualifications than most of them, I was preparing their lunch. I, on the other hand, returned home happy every day, bringing food, prosperity, learning, and the beautiful feeling of serving others.

Due to very sad family circumstances, we decided to leave that land behind, and I moved again. The only job that became available was as a Computer Instructor. I boldly applied for the position, knowing that my knowledge in that field didn't go beyond the basics, but I studied, worked hard, and earned many awards for my work.

The post-COVID economic situation forced me to seek salary increases, so I bravely and courageously applied for an interview, applying for the position of Import Specialist at one of the largest mechanical-industrial companies in the country.

I got the position, gave my best effort, gained experience, recognition, material and moral incentives, and fell in love with the job.

When my entire family emigrated to another country and my husband also left for a contract job, I had to rethink what it meant to move forward. So I resigned from my position to be able to take on the roles of mother, father, logistics, teacher, psychologist, and so on.

The reason: my little girl was entering adolescence, high school, deeply affected by the separation from her dad, from her cousin whom she loves like a brother, from her entire family. I was the only thing she had left, and she decided she'd have me one hundred percent.

In these happy circumstances, Ecency found me, and here I am, taking another new step in my life, pushing my limits, breaking through my "false ceiling," everything except staying "motionless on the side of the road."

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To those who followed me to the end, a hug and my thanks.

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