De mis inicios en la lectura

Hola, Hivers:

He estado leyendo, y mucho. Para algunos la tradición de estas fechas es quedarse en casa, leyendo un buen libro o viendo películas, mientras los demás siguen las tradiciones.

Yo soy de los primeros. Estos días aproveché para leer El jugador, de Dostoyevski. Una novela vibrante que te introduce en el mundo de los juegos de azar. También he estado ocupado con la lectura de El infinito en un junco, y debo decir que es un libro realmente precioso.

Irene Vallejo tiene la habilidad de hacernos recordar cosas que tal vez olvidamos. En un momento del libro, mientras escribe sobre el surgimiento de la escritura y de la lectura, ella cuenta cómo su madre la sumergió en ese mundo fantástico, le contaba/ leía siempre, antes de irse a dormir. Y que, gracias al afán de su madre, su pasión por la lectura fue creciendo.

Cuando leí eso, recordé mi propia formación como lector, y quién me introdujo en ese mundo. Pero a diferencia de la mamá de Irene Vallejo, la mía no sentía pasión por la lectura, de hecho, a ella no le gusta leer.

Sin embargo, ella me contó lo que yo podría llamar "mis inicios como lector". El relato, como ella lo cuenta, tiene un tono cómico, pero mirando bien el asunto, no fue tan agradable.

Mi madre y yo. (Foto: Archivo)

Ella cuenta que a mí me gustaba que ella me leyera un libro de cuentos, pero de todos esos, había uno que me gustaba mucho, y que me sabía de memoria. Yo hacía que ella lo leyera una y otra vez, pero un día se obstinó tanto que me mandó a la cama, y que yo me fui llorando y me quedé dormido con el libro entre los brazos.

A partir de ese momento, veía las imágenes de los libros y les inventaba las historias, y así era como leía, hasta que aprendí a leer.

Más adelante, recuerdo que ella trabajaba frente a la biblioteca pública, y me daba permiso para cruzar la calle y quedarme allí hasta la hora de irnos.

A mi madre, una mujer con poca educación, a la que no le llama la atención la lectura, le debo mi pasión por los libros. Leer para mí fue un gesto de amor por el gran esfuerzo que le supuso apartar tiempo y ocuparse en algo que no le gustaba.

Luego era yo quien le contaba, y le sigue contando, historias.

Mamá me cuenta que esa imagen, yo acostado y acurrucado, sollozando y abrazando el libro, le causó mucha ternura, y que decidió volver a leerme y contarme una y otra vez la misma historia, hasta que al fin escogí otras, y claro está, empecé a leer por mi cuenta.

A ella le debo ser el lector apasionado que soy.

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From my beginnings in reading

Hello, Hivers:

I've been reading, and a lot. For some the tradition of these dates is to stay at home, reading a good book or watching movies, while the others follow the traditions.

I am one of the first ones. These days I took the opportunity to read The Gambler, by Dostoyevsky. A vibrant novel that introduces you to the world of gambling. I have also been busy reading El infinito en un junco, and I must say that it is a really beautiful book.

Irene Vallejo has the ability to make us remember things we may have forgotten. At one point in the book, as she writes about the emergence of writing and reading, she tells how her mother immersed her in that fantastic world, she always told/read to her, before going to sleep. And that, thanks to her mother's eagerness, her passion for reading grew.

When I read that, I remembered my own background as a reader, and who introduced me to that world. But unlike Irene Vallejo's mother, mine did not have a passion for reading, in fact, she does not like to read.

However, she told me what I could call "my beginnings as a reader". The story, as she tells it, has a comical tone, but on closer inspection, it was not so pleasant.

My mother and I (Photo: Archive)
She says that I liked her to read me a book of stories, but of all those, there was one that I liked very much, and that I knew by heart. I made her read it over and over again, but one day she was so stubborn that she sent me to bed, and I went crying and fell asleep with the book in my arms.

From that moment on, I would see the pictures in the books and make up stories for them, and that was how I read, until I learned to read.

Later, I remember that she worked in front of the public library, and she would give me permission to cross the street and stay there until it was time to leave.

I owe my passion for books to my mother, a woman with little education, who was not interested in reading. Reading for me was a gesture of love for the great effort it meant for her to set aside time and occupy herself with something she did not like.

Then it was me who told him, and continues to tell him, stories.

Mom tells me that that image, me lying down and curled up, sobbing and hugging the book, caused her a lot of tenderness, and she decided to read and tell me again and again the same story, until I finally chose others, and of course, I started to read on my own.

I owe it to her that I am the passionate reader that I am.